20.11.06

El fin de semana de los mecheros

Y que nadie se ofenda (nadie quiere decir la agente de nadie, ejem) pero es que este fin de semana ha sido una locura en lo referente a los mecheros. A saber, el viernes creo que yo llevaba en el bolsillo un clipper blanco cuando salí de trabajar. A la hora de la comida lo perdí en casa de Perico y de Rebeca, y como no lo encontraba y asumía que debía andar por allí en algún rincón, así que en vez de buscarlo me llevé un mechero Bic del mismo color. Ningún problema, me dijeron, ya aparecerá el otro. Y como la sobremesa de la comida se había alargado hasta la noche nos fuimos todos, cada uno a su casa a darse una ducha y cambiarse de ropa excepto Juan, que es un tipo previsor y salió con los deberes hechos de casa, aunque sin nada con lo que prevenirse del fresquito nocturno, nadie es perfecto. Total, que después de las higienes y los acicalamientos quedamos de nuevo y nos metimos unos kebabs en el cuerpo, y durante la cena mi nuevo mechero blanco fue requisado por mi agente que por lo visto no encontraba el suyo. Y después fuimos a un bar donde andaba robando mecheros una psicópata cuyo nombre nadie recuerda porque, sospecho, tampoco hacemos todos los esfuerzos que podríamos hacer por recordar (somos gente perezosa). Así que de pronto desapareció no sólo ese mechero sino también los de todos los conocidos en el sitio, y volvimos todos de repente y a conciencia a los albores de la civilización: El fuego se convirtió en un bien escaso, algo que conservar y que preservar, la frontera brillante con el caos, la barbarie y la vida animal. Los cigarros no se apagaban sin antes transmitirle su llama al siguiente cigarro, el tabaco alcanzó así la vida eterna, ante los ooohs y las maravilladas toses de los afectados de tabaquismo allí presentes. Y yo pensaba en el ocaso de la civilización, en la caída de Roma, en aquella película con Charlton Heston y todos aquellos monos que inexplicablemente hablaban en inglés, porque yo, que soy un imprudente y un viva la vida, voy por la vida con un único mechero, y perderlo significaba tener que recurrir a la yesca y el pedernal para poder cocinar al día siguiente, y encima no tengo tampoco ni yesca ni pedernal. Así que me puse mustio. Total, que me puse a refunfuñar y con razones o sin ellas me puse francamente desagradable, y entonces un coleguita me dijo que pensaba que un mechero que se había encontrado, o recuperado de las garras de la sociópata robamecheros (no recuerdo cuál de las dos opciones dio) era mío. Era blanco, pero no era un Bic, era un Clipper. Pero yo empezaba a sentirme confuso, ¿realmente el mechero que yo llevé a casa de Perico y Rebe era un Clipper? ¿No sería un Bic, y lo cambié allí por un Clipper? ¿O al revés? La paranoia se daba festines, ¿y si desde el principio tuve un Clipper y el mechero que pensé que me llevaba a cambio del mío era en realidad mi mechero? ¿De quién coño era entonces el mechero que ahora tenía ante mis ojos? Así que por eludir toda la filosofía confusa que tendría que hacer aceptándolo hui de aquel mechero, y esa noche me aguanté y al día siguiente madrugué, para los estándares de los sábados por la mañana, y bajé a comprar uno (un mechero Bic, azul esta vez) para garantizar que los tigres de dientes de sable no nos devoren por las noches y que podamos comer carne cocinada, ese tipo de cosas.

Pero el absurdo seguía acechando.

Esa noche, sábado ya, hicimos la fiesta de inauguración del piso, que a estas alturas no inauguraba nada excepto nuestra lista de fiestas multitudinarias en casa, y la fiesta estuvo muy bien; duró unas doce horas y media desde que empezó a llegar gente hasta que me obligaron a irme a dormir (ya todo el mundo dormía o se había ido. Yo me rendí a medias, no sé si me fui a mi habitación con una copa en la mano), fue gente majísima que nos hizo sentirnos la gente más afortunada del mundo por tener la suerte de tener amigos como los que tenemos, y satisfechos porque pensamos que la gente, pese a la música que de vez en cuando ponía mi compañera, se lo pasó bien.

Pero cuando se fueron no había ni rastro de ningún Bic azul, y su lugar lo ocupaba un Bic negro.

Y yo creo que o tengo un problema recordando mecheros y colores, o me estoy perdiendo algo.

4 comentarios:

  1. Más qué que te estés perdiendo algo parece que estás constantemente perdiendo algo.
    ¡Mecheros!

    O tal vez estamos ante un extraño nuevo caso clínico de daltonismo?

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  2. Yo creo que el mechero del sábado, se debe más a un extraño caso de intoxicación etílica de alguno de los asistentes que confundió tu mechero con el suyo, por la proximidad del color. Si hubiera sido rosa, no se habría confundido nadie.

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  3. Juan, la elegancia es tu punto, así me gusta, que no hagas comentarios sobre el conflicto mechero rojo/ mechero blanco del viernes XD
    Si, la verdad es que ha sido peculiar el fin de semana entre tanto mechero, tanta sociópata y tanta copa de por medio.

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  4. Si te vas a poner a felicitar a quienes no hablan en internet de ese conflicto inclúyeme en la lista, me he saltado esa parte por algo.

    ¿Y cuántas sociópatas ha habido este fin de semana? Yo sólo recuerdo una...

    Y las copas nunca tienen culpa de nada, pobrecitas.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.