Lo peor de este tiempo es que cuando la lluvia no viene con mucho amor propio no hace otra cosa más que manchar los limpiaparabrisas. Cada gota cae, nota aquello caliente y antes de esperar el refuerzo de sus compañeras ya se ha desvanecido de nuevo en pos de las alturas. Total, que nada se moja, y es una pena. Las cosas mojadas son bonitas, brillan más y quedan muchísimo mejor en las fotos.
Pero no voy a quejarme, que por lo menos tenemos nubes, y eso ya es una buena novedad respecto a hace una semana.
En fin, es viernes. Cómo se pasan las semanas, cuando uno no encuentra ratos libres para las cosas. Es inaudito (¿recuerdas que me da por darme cuénta de la primera vez que utilizo una palabra? Creo que nunca antes había utilizado esa: Hoy es un día de estrenos). Pero bueno, aunque el fin de semana también se presenta cargado al menos la gran cantidad de cosas por hacer hará que parezca, espero, más largo de lo que en realidad va a ser, el pobre. Hoy tocan Los Delinqüentes en Getafe, y habrá que ir a verles otra vez, con la excusa (como si hiciese falta una) de intentar reparar de una vez la deuda histórica que el grupo tiene con mi agente, que aún no les ha visto. Tampoco es que yo les haya visto mucho precisamente, porque la de hoy será sólo la segunda vez, pero una vez de diferencia en estas cotas es un mundo de diferencia. Claro, un todo o nada. O les has visto, o no. Ella no, yo sí. Y mañana toca ir a casa de un primo (es una forma de hablar, ya sabes también que para explicar el parentesco que tengo con ciertas ramas de la familia necesito un buen párrafo que no me apetece escribir ahora, cuando puedo librarme con este breve comentario entre paréntesis, que vale, no es breve, pero no es ni de lejos lo largo que podría ser el párrafo en cuestión), que acaban de darle el piso y para celebrar el acontecimiento nos ha invitado a ir a verle. El problema es que, como todos los pisos que dan y que no cuestan tanto como para quitar todas las ganas de cualquier celebración, está, redondeando, a infinitos kilómetros de toda tierra civilizada, así que mañana el día será uno de estos de mucha carretera y, con lo que soy yo para las carreteras y los viajes, mucha pérdida y rodeo. Y como lo de hoy supondrá una paliza y lo de mañana una segunda paliza, la verdad es que no me atrevo a pensar en el domingo. Pero lo suyo sería quedar con alguna cronopia sonriente que esté lo suficientemente corta de reflejos como para no decirme que no a tiempo, y aprovechar para hacer algo de ese turismo (urbano o rural dependiendo de la cronopia en cuestión) que siempre tiene más de coartada para una tarde de charla y paseo que de turismo en sí.
Y si andan hábiles, me iré al cine.
Qué crueles somos con los viernes, ahora que lo pienso. Con eso de que son el fin del páramo laboral y la transición a las cimas findesemanescas nunca les hacemos demasiado caso: Por la mañana es como un jueves descafeinado, y por las tardes como un sábado con doble de cafeína (para quien la tome). Así que por reivindicar el día me dan ganas de contar algo suyo, propio, único, pero no se me ocurre nada. Podría contar por ejemplo que a la puerta de este edificio se escuchan todos los aparatos de aire acondicionado de la fábrica, y que uno de ellos emite un ruidito chirriante, gracioso y rítmico, algo así como "scrhblfsh, scrhblfsh, scrhblfsh", como un alegre mantra cthulhuiano, y decir que hoy por primera vez he sido consciente de ese ruido que sin duda lleva sonando toda la eternidad sin que yo (torpe como siempre) me diese cuenta, así que por primera vez me he sentido obligado a adaptar mi caminar al ritmillo de la maquina cantante, y plantar el pie en el suelo cada vez que sonaba "scrhblfsh", lo que me obligaba a caminar algo más despacio de lo normal, con lo desconcertante que eso resulta siempre. Pero en realidad eso no es cosa del viernes, porque ya te digo, probablemente sonase igual ayer, y anteayer, y podría haberme dado cuenta ayer, o anteayer, pero por inconsciencia innata no me he dado cuenta hasta hoy.
No, darse cuenta de cosas, de pronto, no cuenta. Pero recordarlas tal vez sí, porque creo que recordaré esta mañana como la mañana en la que una compañera se puso a silbar el Paint it Black de los Rolling Stones, habiéndose ganado con ello mi eterno y anónimo respeto.
Más razones para redimir a los viernes... no, no voy a contar al negrito sumiso de Robinson Crusoe... pero sí que es un punto a su favor que una canción de Flogging Molly los incluya en su nombre, Black Friday Rule. Y qué pedazo de canción, por cierto (sí, otra vez incluyo el link a algunas de sus canciones y otra vez que no te gusten es merecible de una condena a la lapidación, por lo menos).
En fin. Es hora de ir recogiendo el chiringuito, que el hambre empieza a impedirme pensar con claridad y lanzarle muecas carnívoras a las muchachas que pasan por el pasillo.
Así que hasta mañana, si la agenda lo permite, o hasta pasado, o como mucho hasta el lunes. O el martes. Nunca hasta más tarde del miércoles, en cualquier caso. Creo. ¡Espero!
Buen fin de semana, en cualquier caso.
9.6.06
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Por lo menos yo hoy me libro de la lapidación o de tener que autolexionarme en improbables patadas rodilleras, estos Flogging Molly me recuerdan tanto a The Pogues... que estoy talmente de acuerdo en que es lo mejor que se puede oír un viernes pre-concierto... Y esta vez no me das envidia porque yo también voy a uno y además me apetece mucho.
ResponderEliminarHoy estoy contentísima y espero que qué tú en particular y el resto del mundo en general también lo esté.
Voy a saltar de la silla y a bailar al son de tu link.
PD: por cierto y para que conste, el link de winds también me gusta mucho...