17.4.06

Autorretrato

Cuando uno afronta un autorretrato siempre corre el peligro de quedar bonito, y caer en el narcisismo, o parecerlo. Hace no mucho alguien me acusó de narcisista, tal vez esté susceptible con este tema desde entonces, quien sabe.

No soy narcisista. Narcisista es quien está enamorado de si mismo, y yo (que además, no me caigo tan bien como a veces parece) ya estoy ocupado, enamorado siempre de demasiadas personas (siempre de una de más), como para encima cargar con ese peso extra. Pero si digo algo bueno de mí mismo, siempre habrá quien pueda pensar "eh, mira, ¡un narcisista!", y no me gustaría que pensases eso, por eso esta introducción. No me considero nadie excepcional. Mejor que algunos, peor que muchos, especial en el sentido en el que todo el mundo lo es y ya, y lo que digo de mí mismo sé que puede decirse de mucha otra gente (de la que, naturalmente, podrían decirse también cosas mejores), pero yo soy yo y lo veo en mí, y por eso quería hacer esta especie de autorretrato, porque hoy, volviendo a casa, me he dado cuenta de algo que, no sé por qué, quiero contarte. Pero antes necesito esta disculpa y esta advertencia: Ten en cuenta que yo soy muchas más cosas que no salen en estas líneas, muchas de ellas oscuras y sombrías: Esto es sólo una pieza, y ni siquiera única.

Creo que soy un pozo, un condensador. Que mi sistema nervioso me transmite su visión del mundo para que yo sea consciente de su belleza. De acuerdo, no lo hace por eso, lo hace para que mis genes se perpetúen y para que pueda huir de los tigres de dientes de sable que nos acechaban en la oscuridad, fuera de las cuevas, hace una eternidad, pero a día de hoy mi uso de esa herramienta es la percepción de la belleza, porque ya no me acechan los tigres, y mis genes, bueno, dejemos los genes en paz. Estos días he visto irse a dos amigos, y la luz de un coche prendía de blanco su pelo difuminado. Hace tres noches una amiga lloró mientras me contaba una historia. Anteayer, en el instante en el que el atardecer y la noche se revuelcan y se confunden, el mundo estaba a su vez confundiendo y mezclando los azules y los negros. He pronunciado palabras que ha escrito mi cabeza, y que ha firmado mi corazón. He sentido la lluvia amable y dulce de la primavera. He buscado matar la última copa, la copa asesina, y tras ella vi escondidas confesiones y risas. Hace cinco días una cachorra de perro enorme se entretuvo en mordisquearme las manos mientras jugábamos, con esos mordiscos que son caricias, mientras me apaleaba con el rabo. He bailar un fuego, con su danza introspectiva y ausente, y he visto aullar al humo, mientras acariciaba la espalda de alguien. He escuchado una canción descolgándose por entre las hojas nuevas de un árbol, y he visto sonreír a mis amigos. Y me traigo todos esos recuerdos escondidos a esta página, a enseñarlos, orgulloso: Esto es a lo que me dedico, recojo estas cosas y soy feliz sintiéndolas. Aunque las cosas, a veces, no son felices en sí, pero son hermosas, y esa hermosura me trae esa felicidad más refinada, menos inmediata, más difícil de conseguir y por lo tanto más sabrosa que a veces no es alegre, y que de hecho puede ser tristísima (belleza típica de, por ejemplo, lágrimas, noches en vela, proposiciones indecentes tan razonablemente no atendidas), pero que siempre termina siendo una alegría inmensa por el hecho de estar vivo, signifique eso lo que signifique. Un inmenso agradecimiento por todas y cada una de las estrellas donde se forjaron los átomos que componen este mundo en el que tú y yo vivimos, que es muchas cosas, sí, pero que siempre es un lugar fascinante y genial.

Y hurgo en la noche, a ver qué me cuenta, a ver qué trae, con los ojos bien abiertos y el alma impaciente. Salgo a la calle buscando charcos, a ver qué reflejan. Se me amontonan los tornillos en el bolsillo de la chaqueta. Y la vida, el mundo real, reclama su tributo, que lo haga caso, que llame por teléfono, que termine un escenario, que vea la tele, que barra el cuarto de estar, que piense dónde voy a comer hoy. Tanta amenaza, tanto hostigamiento. Y yo, revolucionario de hamaca y de sofá, respondo al asedio con toda la pasión de mi resistencia pasiva.

7 comentarios:

  1. Hombre, un autorretrato es lo que le retrata a uno mismo, y eso no tiene por qué ser su cara, que todos, afortunadamente, somos más que eso. Y como casi cualquier cosa nos puede retratar, guardar cierta información de nosotros mismos, al final todo vale de autorretrato. Como si copio un trocito de letra,

    Thrown to the gallow, forgotten and sore
    sworn to be different in what way I can
    The sultry taste that is special to me
    is the last gleeful glimpse of a bitter man,

    Here I am:

    Down and troubled, in search for better days
    Back to the beginning, I'm at the end again
    All my time, compressed to itching moments
    as the future repeats today


    Y digo que yo también soy eso: Este ente que escucha eso, que disfruta de eso y que a veces hasta se identifica con eso.

    Pero yo fui más a lo esencial, al yo-cuervo, al recolector, al que mira un charco al pie de una guiri fotógrafa y no entiende cómo ella puede estar fotografiando un edificio insulso en vez de esa obra de arte fractal y aleatorio. En fin.

    ResponderEliminar
  2. Inexplicable la acción de esa guiri fotógrafa, pero más inexplicable aún es mi obsesión por llevarme los trocitos de inglis que te da por mostrarnos al traductor y si cabe más inexplicable es todavía la cara de pez que se me queda viendo el resultado. ºoº
    Al final entre unos y otros conseguiréis que me dé por estudiar ese lenguaje.

    Tú auto-retrato me parece ligeramente triste, pero como siempre muy bonito.
    No es que dé igual que te llamen narcisista, pero viniendo de quién viene, osea un anónimo rencoroso, si da igual.
    No eres narcisista eres tremendamente egocéntrico :D ;D :D

    ResponderEliminar
  3. Tengo una teoría al respecto, sobre cómo ser hijo único le hace a uno propenso al egocentrismo. Pero creo que sólo soy egocéntrico en el sentido paranoico de la palabra. Si escucho gente hablando mal de alguien, pienso que será de mí. Si veo gente hablar, imagino que lo harán mal de mí. En fin.

    Egocéntrico. Me has llamado egocéntrico.

    No mujer. Cada uno es el centro del universo, y yo sólo soy yo.

    ResponderEliminar
  4. Me encantaría que contaras esa teoría tan estupenda... aquí,en el curro tengo un par de hijos únicos ligeramente egocéntricos también.ji ji ji... que no es por ahondar en el adjetivo. No

    Por otro lado tampoco es para tanto la palabra egocéntrico... a mi me suena bastante mejor que narcisista que es una palabra que considero fea por si misma

    Ya leí en una ocasión que tienes más que claro que eres una parte minusculisima de la más minusculisima de las partes del universo, no suelo ser tan literal es un ejemplo coloquial. :P

    ResponderEliminar
  5. Pues la teoría es que los hijos únicos suelen crecer siendo el foco de atención de sus casas, lo que les hace seguir buscando protagonismo después, y ser así propensos al egoísmo, aunque sólo sea porque no has tenido hermanos con los que compartir los juguetes.

    Y la palabra egocéntrico es que a mí no me gusta, esa é con su tilde, tan grande, blerg. Narcisista tiene una ce, dos eses, esas dos íes flanqueadas por las aes... como palabra yo la prefiero, pero vamos, pa gustos...

    ResponderEliminar
  6. Tú no te preocupes por esos que te llamaron narcisista, se mueren de envidia por tu ingenio y tu brillo.
    Dice un proverbio chino:El clavo que sobresale siempre recibe un martillazo.

    Y Cervantes decía en el Quijote.."¡Nos ladran Sancho!, señal de que avanzamos".

    ResponderEliminar
  7. La teoria esa no me parece muy acertada. Es decir, puede ser acertada en según qué casos, porque no todos los hijos únicos reciben protagonismo, y no todos los hijos hermanados reparten sus juguetes.

    Ocurre que muchas veces los hermanos tienen que luchar y autoreivindicarse ante sus padres porque es su hermano el que parece brillar. Esto, por insistencia les hace convertirse en personas que se preocupan demasiado de si mismos, aunque sea porque nadie más lo hace.

    En cuanto a los autoretratos, a veces me pregunto cuanto de auto pueden tener, porque las personas y los comentarios, retratos que hacen unos y otros, siempre calan. Es un poco como si todos fuesemos pantallas de televisión, y al mismo tiempo espejos. Cuando la imagen que otra persona emite sobre nosotros, nosotros acabamos reflejándola y como ocurre en las pantallas de televisión cuando una imagen se queda estática mucho tiempo, al final termina por grabarse en la pantalla, de modo que aunque esté apagada, sigue proyectando esa imagen.

    Dicho de un modo menos confuso, al final siempre acabamos autoretratándonos basándonos en lo que otros dicen de nosotros. bien porque nos gusta, bien porque no y buscamos justificar los motivos que ellos no llegan a ver, el matiz que convierte lo malo que ellos ven, en una virtud. O al revés.

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.