16.2.06

Se complica la revolución antes de empezar

No la revolución buena de verdad, la de los kalashnikovs, las barricadas y las abanderadas francesas haciendo un medio topless, sino mi pequeña revolución informática. Mayormente por culpa de Neal Stephenson y de un documental que vi hace tiempo, Revolution OS, que me hicieron acordarme de cuando yo era pequeñajo y uno tenía que aprender qué hacer con un ordenador a base de teclear órdenes e ir cargándose cosas... cosa que no era tan mala porque mis experimentos más destructivos, cosas de la vida, tuvieron lugar en el ordenador de un amigo. ¡Ah, qué gran día cuando aprendimos la utilidad de aquel ficherito que se llamaba autoexec.bat!

Luego, claro, está el elitismo, el ansia de ser diferente y de considerarme superior al común de los blogueros (quiero decir, mortales). Pero también la idea de que es absurdo no utilizar un sistema operativo que según opiniones que considero autorizadas es útil, eficaz, robusto, fiable y gratuito que hace la gente para la gente. Total, que me lié la manta a la cabeza, y tracé un bonito plan para derrocar a Windows y pasarme a la resistencia: ¡Que mi ordenador no lo haga todo por mí! ¡Que haga lo que yo le diga que haga, y nada más! ¡Que yo tenga que saber lo que hace! ¡Que me haga pensar! ¡Que vuelva a ser como en los viejos tiempos de la línea de comandos! Tracé un plan, que incluía la compra de un portatil (mi ordenador de sobremesa tiene un par de apoplejías de las que voy a hablar en un párrafo o dos), el enterarme un poco más de qué iba el tema bajándome un par de manuales (al fin y al cabo hay un aura críptica y reverencial en torno al Unix, el Linux y en general todo lo que termina en X), me aseguré de que podría hacer lo que hago habitualmente (a saber, escuchar música, ver videos, escribir documentos, bajar archivos, navegar, hablar con gente y jugar a una versión anticuada del The Need For Speed. Lo pinté en mi pizarra y dibujé flechitas de un lado para otro y casilleros y demás. Hasta había una casilla para marcar cuando mi cuenta corriente pudiese permitirse el pago de un portátil. Total, que como de costumbre me dio el ataque de impaciencia y me dije que para qué esperar a tener el portátil si tengo el ordenador de casa con Windows, y además tal vez no me lo compre porque tal vez cambie de trabajo y me den uno en el nuevo, así que nada, anoche me dije que mejor demasiado pronto que a tiempo, y metí el primer CD de Debian en mi CD-Rom.

Claro que no era mi CD-Rom: era la grabadora. Esa es la segunda apoplejía que sufre mi ordenador, el CD-Rom no va, sólo tira la grabadora, aunque cuando lo hace, o cuando usas ciertos programas, la grabadora tiene espasmos, intenta leer y escupe y recoge la bandejita, muy patético todo, como de animalillo moviendo una patita rota. La primera, ya puestos a enumerarlas, es que mi ordenador, se supone, tiene dos discos duros, el 'nuevo' y el venerable, que era un remanente de mi ordenador anterior, que en principio dejé para superpoblar de música y que un día decidió no ya morirse, sino producir ataques epilépticos de reinicio y reseteo al ordenador cada vez que cualquier programa intentaba escribir o leer algo en él. Total, que ayer mi ordenador ignoró totalmente el cdrom que tenía esperándole ansiosos en la grabadora. Mi gozo en un pozo, oooh. Después de propinarle varios merecidísimos golpes con diversos objetos contundentes decidí rendirme y aguantar toda la eternidad con el Windows. Pero como soy tan impaciente, ya digo, la eternidad se me hizo muy larga y me puse a leer la parte del manual de instalación que habla de instalaciones desde dispositivos usb o incluso desde disqueteras. Aunque hoy he estado pensando que tal vez lo mejor que pueda hacer sea armarme de valor y de un destornillador, abrirlo, arrancarle el disco duro y el cd-rom, cerrarlo y hacer las cosas como dios manda. Y ese es el plan ahora.

Ya me he hecho a la idea. Quiero Linux. Y lo quiero ya. Hoy no, que me he comprado una película (Cosas que nunca te dije: Tienes que verla), y ponen Los hombres de Paco, y sospecho que veré una de las dos cosas, ¿quién ganará, mi yo intelectual y sensible o mi yo pachorro? Yo lo tengo tan claro que creo que he dicho la primera opción sólo por dármelas de snob. Eso sí, aprovecharé los descansos para echarme carreras al The Need For Speed. Si me deja el ordenador, porque desde el amago de ayer se está portando de forma un tanto neurótica conmigo, como hace siempre que intuye que algún cambio de paradigma se le viene encima.

Y así es como están las cosas. Este fin de semana toca el asalto al interior de mi querido ordenador. Si el domingo no he escrito nada aquí, es que la revolución ha fracasado después de llevarse por delante al régimen anterior.

Debería haber conservado unos disquettes con el ms-dos. Tal vez, en el peor caso de hecatombe apocalíptica, podría instalarlo y jugar al Monkey Island.

Claro que aún estoy a tiempo, hmmm.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.