Ha llegado hoy, con bastante retraso (tanto que yo pensé primero que cuando esa pandilla de amigos míos me dijeron, la noche que celebramos mi cumple, "ejem, es que nuestro regalo no te lo podemos dar todavía porque, uh, está en camino" yo pensé que es que en realidad no me querían regalar nada hasta ver qué tal se lo pasaban en la fiesta, y luego que se lo pasaron fatal y decidieron cancelar cualquier regalo).
Se han presentado en Palacio a tomar café y me han plantado delante la cajita que contenía esto, que temo poner aquí en forma de fotografía porque entre el post anterior y este aquí mi blog empieza a parecer un arsenal.
La reproducción exacta de un fabuloso Colt 1851 Navy.
Tremendo tener en las manos ese armatoste que tantos personajes míos han usado con más o menos suerte pero siempre con mucha, muchísima devoción.
Y claro: de tanto documentarse uno lo agarra y ni se sorprende del peso ni tiene menor problema en amartillarlo a medias para dejar que el tambor gire, o del todo, y escuchar ese fortísimo tremendo chasquido doble, y apretar el gatillo y ¡CLACK!, cae el percutor sobre el tambor.
Así que nada. Aquí hemos estado, ellos tomando café, la Muchacha meneando la cabeza y yo acunando el revólver, murmurando "ji ji ji" y de cuando en cuando amartillándolo y disparándolo hacia los regalantes.
Han sido muy educados cuando les he soltado la chapa sobre cómo se cargaba el arma y bla bla bla.
Eso sí: ya hemos tenido la primera baja por su culpa. La Muchacha, la pobre, la ha empuñado un ratito, y se ha pillado el dedo meñique con el percutor. Y claro, le ha puesto como un as de bastos y le ha salido un moratón que le ocupa toda la punta del pobre dedo.
Así que creo que por hoy mejor no sacar el tema de si puedo dormir con el revólver debajo de la almohada.
Se han presentado en Palacio a tomar café y me han plantado delante la cajita que contenía esto, que temo poner aquí en forma de fotografía porque entre el post anterior y este aquí mi blog empieza a parecer un arsenal.
La reproducción exacta de un fabuloso Colt 1851 Navy.
Tremendo tener en las manos ese armatoste que tantos personajes míos han usado con más o menos suerte pero siempre con mucha, muchísima devoción.
Y claro: de tanto documentarse uno lo agarra y ni se sorprende del peso ni tiene menor problema en amartillarlo a medias para dejar que el tambor gire, o del todo, y escuchar ese fortísimo tremendo chasquido doble, y apretar el gatillo y ¡CLACK!, cae el percutor sobre el tambor.
Así que nada. Aquí hemos estado, ellos tomando café, la Muchacha meneando la cabeza y yo acunando el revólver, murmurando "ji ji ji" y de cuando en cuando amartillándolo y disparándolo hacia los regalantes.
Han sido muy educados cuando les he soltado la chapa sobre cómo se cargaba el arma y bla bla bla.
Eso sí: ya hemos tenido la primera baja por su culpa. La Muchacha, la pobre, la ha empuñado un ratito, y se ha pillado el dedo meñique con el percutor. Y claro, le ha puesto como un as de bastos y le ha salido un moratón que le ocupa toda la punta del pobre dedo.
Así que creo que por hoy mejor no sacar el tema de si puedo dormir con el revólver debajo de la almohada.