Es decir: de sus vacaciones conmigo. Yo, como parado que soy, no tengo vacaciones, porque claro, no tengo trabajo al que volver (jo, jo, jo).
Pero que no cunda el pánico: no te voy a dar el coñazo contándote mis vacaciones. ¡Increíble!, ¿eh? Pero que tampoco cunda la alegría. Si no cuento las vacaciones es, más que nada, porque pretendemos enseñaroslas. No digo más, por no torpedear la sorpresa, que está en fase de producción.
Sólo contaré que nos hemos licenciado cum laude como consumidores de ron miel y que todo ha sido estupendo, excepto en ese instante, a la vuelta, en el avión... ah, el avión: obviamente no era este, pero aprovecho para reinaugurar el fotoblog, que estaba algo errático, cosa que con mi nueva agenda, libre y diáfana, no va a volver a pasar en un tiempo. ¡Primera foto!
La Palma - Despegue |
Pero a lo que iba: estábamos en el avión de vuelta, y el instante al que me refería fue justo después de que la capitana del avión anunciase que comenzábamos el descenso hacia Madrid. Entonces una niña, en el asiento de detrás del nuestro, le pregunta a su padre:
-Papá, ¿vamos a ver a Dios?
La Muchacha y yo nos miramos con pavor, y luego estuvimos de acuerdo en que lo mejor sería que la niña se quedara con las ganas.
¡Qué ricura de niña, ¿no?! Menos mal que la pedagogía insiste en no dar a los niños todo lo que piden (aunque a esa niña apetecía concedérselo: "Tú sí, pequeña monstrua").
ResponderEliminarJuas, es que suena a frase de hijo de Flanders.
ResponderEliminarEs genial.
ResponderEliminarNo hay nada tan genial como algunos niños.
De hecho, la mayoría no volvemos a serlo nunca más.
Bienvenidos.