16.10.09

venga vaaa, cuento lo de el tamaaaño

En la secta tenemos varios externos, que dan color. Uno de ellos es un pobrecillo; le gusta el fútbol y para su tormento le ha salido un hijo del Valencia. El caso es que esta mañana estaba hablando con Que No, y no sé a cuento de qué le ha dicho

–Si es que tú ya naciste siendo del Atleti…

Y yo no he podido evitar el comentario,

–Todos nacemos siendo del Atleti, Paco: todos nacemos llorando.

Y… ¿qué?

¿Qué no interesa este tema?

¿Por qué no?

¡Si ha sido la mar de gracioso, en serio…!

¿Qué?

¿Que queréis que hable de eso que decía la gente del taller en el último acta sobre el tamaño de un miembro?

Qué pervertidos y qué plastas que sois. Haciéndome incluso saltarme mi referencia directa y cariñosa al lector mediante la segunda persona del singular, para pasar al plural. Perdóname, lector. Es que son unos pesados. Prometo que no volverá a pasar. Y venga, contaré la batallita. Aunque no debería. Creo que pertenece a ese género de bobadas que son más graciosas en la imaginación de quien las desconoce que en la de quien sabe, pero bueno. Va. Post a la carta:

 

Después del último taller, este mismo miércoles, la bandada bremenista se dispersó. Unos se fueron a reírse viendo el monólogo de una conocida suya. Otros, en cambio se quedaron a reírse de este conocido vuestro.

Entre los quedantes estaban la Muchacha y María, que tenían una cita breve a la que atender, y Xavie y vuestro humilde servidor, que por no dejarlas solas pensamos que ya que su cita era breve las podríamos acompañar, establecer un campamento base en algún bar cercano al lugar al que iban, y esperarlas mientras construíamos una empalizada de botellas de cerveza vacías, o algo así.

El sitio era lo suficientemente cercano como para que ir andando fuese un paseíllo agradable, y lo suficientemente lejos como para que Xavie decidiese llevarse la moto, para luego no tener que volver a por ella. Así que acordamos el bar de la reunión, las mujeres decidieron ir andando, y nosotros en la moto. Partieron ellas, y nosotros, en cuanto Xavie terminó una de sus típicas reflexiones sobre no recuerdo qué exactamente (entiéndase “típicas” como “eternas”, al gusto), comenzamos los preparativos de la expedición. Se truncaron cuando me proporcionó un casco. Lo alcé sobre mi genial cráneo, a modo de corona,  y luego lo bajé para introducir la testa. Plonk, sonó aquello.

–Oye tú, esto no me cabe –le dije.

–Pero cómo no te va a caber, hombre, si es grande, le entra a todo el mundo.

–Que no que no –protesté, repitiendo el proceso, plonk otra vez –, que no me entra a mí esto.

–Espera, que seguro que es que estás dejando las correas por dentro y por eso –dijo él, acercándoseme–… ah coño, no, las tienes por fuera…

En ese momento le dio un ataque de risa y comenzó a llamarme cabezón. A mí, que con el casco a medio embutir tenía la barbilla al aire y el campo visual limitado a los segundos pisos de la calle en la que estábamos, también me dio por reírme a carcajadas. Y a la gente que pasaba por la calle, también, que ya ves tú, puede uno disfrazarse de payaso y pasear por Malasaña tan panchamente, pero si te dejas un casco a medias por lo visto eres gracioso.

Estuvimos apretando un rato el casco, mi cabeza, el cuello. Xavie no paraba de reírse mientras yo le explicaba que de pequeño me ponía las gorras agarrándolas por el último agujerito, y que por eso debía yo tenerle el cariño que le tengo a los cascos esos abiertos de motoristas, los que son como los de un oficial prusiano de la Gran Guerra, y él, en vez de solidarizarse, venga a descojonarse más todavía. Y a pegarme el descojone, en fin.

Al fin pudimos darnos un respiro, literal, es decir, paramos de reírnos para poder respirar un rato y recuperar el resuello. Aproveché para llamar a la Muchacha. Le pregunté dónde estaban, me lo dijo, me dijo que qué pasaba. Le dije que yo no podía ir en moto.

–¿Y eso por qué? –preguntó asustada.

–Luego te lo cuento –me escabullí, colgando.

–Tío, tienes que contárselo –me dijo Xavie, que ya podía respirar y, por tanto, comenzaba a reírse de nuevo.

–Mejor luego, cuando estemos todos –le dije–. Así nos echamos todos juntos las risas, mejor, ¿no?

Y lo hicimos, lo hicimos.

Y al rato, cuando se fueron y volvieron, nos comimos unas arepas muy ricas, pero a quién le importa eso, cuando se puede uno reír de mi privilegiada cabeza.

En fin, yo lo cuento sobre todo por quitarle armamento a Xavie, para que no tenga con qué vengarse de mí el día que me ponga a hablar de él. Porque no le gusta nada que le mencione en mi blog, al hombre. Que yo no sé por qué. O sea, la gente se pega por la calle por salir por aquí, que yo lo veo, que leo las noticias, que cuando apalean a alguien sé por qué lo hacen, para que hable de ellos, y ya ves, el señorito, que dice que no quiere salir. En fin. Nos va a invitar a comer cocido un día, habrá que perdonarle, o fingir; ya veremos.

Total, que mejor cuento todo esto. Así al menos no podrá chantajearme amenazando con contarle al mundo que no, que los cascos de talla L no me valen, que yo necesito un XL.

Si puede ser como este.

 

Coda: ¿bueno, qué, cómo anda la ortografía, le pongo tilde a ese último “este”, el del link, o no se la pongo? Porque yo ya estoy hecho un lío, ¿eh?, y además, que jode, que cuando por fin comienzo a entender eso de los laísmos van y los legalizan, a la mierda mi esfuerzo, hay que joderse.

10 comentarios:

  1. Me parece que estás alardeando de cabezón. El viejo truco de llevar un casco más pequeño para el acompañante está muy visto. La próxima vez actúa rápido y proponle a ese cabrón cambiártelo con él. Y sí, un tío con un casco a medias es gracioso.

    No es exactamente lo mismo, pero cuando era niño había un chaval subnormal que llevada a menudo el miembro viril o polla por fuera de la bragueta. Nos daba mucha risa, algo de pena y un poco de envidia.

    (Dile a tu verificador que no me haga escribir obscenidades)

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  2. lo conté ayer y otra vez me dio un ataque de risa...
    jajajaja

    y hoy lo he leido y he vuelto a morirme de risa otra vez...
    jajajaja

    y solo de pensarlo me estoy riendo otra vez...
    jajajaja

    (davicillo, esto lo tenías que haber contado un lunes hombrepordiós que es cuando más se echa de menos la risa)
    jajajajajaja

    jajajaja
    jajajaja
    jajajaja
    (en serio no puedo)

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  3. Lansky: me ayuda mucho un jueguito tonto que hay en Facebook, Brain Nosequé, donde a más puntos tienes más te pesa el cerebro; la gente compite para ver quién es el más cabezón, entonces. Y nada misteriosamente, estoy el primero de todos mis contactos, je.

    Y no le llames cabrón al Xavie, hombre, que no lo es, y además, malpensado, lo segundo que hizo después de reírse (o entre carcajada y carcajada) fue proponer un cambio de cascos. Y el suyo no es que me quedase igual, es que era peor, no me entraba ni la coronilla.

    Y la anecdota infantil es aterradora.

    María: luego te preguntarás por qué te atropellan los taxis.

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  4. Ay qué cosillas me pierdo... como os echo de menos los miércoles alternos (el resto de los días también pero se nota menos)

    Un beso mu grande David (y me he reído leyendo pero tb sorprendido, porque no parece que tengas el miembro tan grande)

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  5. Coincidís todos en decirme eso y yo os lo agradezco por lo bienintencionado, lo de que no aparento el mortero que mi pobre cuello sustenta, pero sé que aunque piadosamente, me mentís todos.

    Porque que levante la mano quien jamás haya proclamado que soy un cabezón.

    ¿Ves? Ninguna mano en alto.

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  6. ¡Ah, y otro besazo para ti!, que con quejarme y hacerme el digno se me ha olvidado.

    Y el sótano te hecha de menos.

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  7. Ahhhh! Por fin me entero. Y te equivocas: es igual de gracioso vivido y contado que escrito. Jua, juá.

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  8. Joder, es graciosísimo, David, sí que lo es (porque además está muy bien contado, digo yo el pelota).
    Qué risa...

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  9. Ééése es precisamente el casco que yo necesito para cuando quiera suicidarme. Me lo pongo y salgo pr la Sierra de Grazalema, un día de tormenta y...

    Técnicamente no es un suicidio. El rayo te lo manda Dios. O Zeus. U Odín. El que cuadre.

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  10. Nán, sin hacer de menos a tu capacidad de visualización imaginativa, discrepo, recordando la cara de Xavie.

    ¡Y además no puedes saber cómo era visto, no estabas ahí! ¿O nos vigilabas? Porque todo esto ocurría a pocos metros bajo tu balcón, hum.

    Aunque creo que no: hubiera distinguido tus carcajadas, cayendo desde lo alto y rebotando por el pavimento, ja ja ja boing ja boing ja boing.

    Porto: gracias. Si hay que reírse de uno mismo (y conste que a mí eso siempre me ha parecido una estupidez, lo de que está bien reírse de uno mismo), pues al menos que quede bonito.

    Microalgo: acabas de recordarme eso que decía Terry Pratchett de Mundodisco y alguien trepando a una loma en un día de tormenta y colocándose con un casco como ese bajo un árbol mojado gritando que los dioses no existen, je.

    Y la culpa sería de Maxwell, por lo del electromagnetismo y tal, de la misma manera que cuando nos caémos hay que cagarse en Newton, o cuando el espaciotiempo hace de las suyas hay que renegar de Einstein.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.