15.8.09

Córdoba, Veracruz: La Venganza de Moctezuma

Esto debería ser la segunda parte de lo de ayer, y llevar un título apropiado, pero la vida manda, y ayer me mandó La Venganza de Moctezuma.

Pero voy por partes. ¿Y por cuál iba yo? ¡Ah, sí!, despertar pronto en Oaxaca.

Como despertamos pronto los secuestradores nos llevaron de compras (y compramos pañuelitos) y a desayunar. Para desayunar se va al mercado, donde miles de vendedores solícitos te dicen que te pongas en tal mesa. Cuando te sientas en ella vas a los puestitos con un plato grandote y te van poniendo carnes y verduras y tortillas y demás, y luego ala, a desayunar. Desayunamos de todo, incluyendo un chapulín, para pasmo de mis captores, sorprendidos quizá por la cara de asco con la que durante todo el secuestro yo había respondido a sus consigas pro-ingesta de chapulines. Pero en fin, qué son los saltamontes sino proteínas, me dije, y me comí uno.

Me premiaron con una camiseta de la selección mexicana, el atuendo más apropiado para hacer un alto en el camino de vuelta y ver en Tehoticán (quizá esté mal escrito: ¿Maríaaa? ¿Quieres protestaaar?) la revancha del 0-2 con el que nos ganaron los pinches gringos en la Intercontinental.

Anteayer todo correcto. Aunque se adelantaron los yanquis México fue medrando y con dos golazos resolvió el partido.

Volvimos a Córdoba con el tiempo justo de hacer otro buen montón de fotos del valle y de darnos una ducha, meternos en un hotel al que nos han invitado (y es que de verdad, qué bien que nos trata esta gente incluso cuando no secuestra) y fuimos al bar del Chucho a tomar tequilas y luego al legendario Utopía, a que la Muchacha refunfuñase por el traslado y el ambiente fresa que tiene ahora y a que yo dijese qué bonito. En el trance creo que nos tomamos unas dos botellas de ron, algún tequila más que me trajo Oswaldo (y, de tanta sonrisa, cómo le iba yo a decir que no) y misteriosas bebidas con las que aparecía Chucho cuando no estaba ocupado saludando gente o levantándole las cejas a las señoritas. Fue una noche desproporcionada en todos los sentidos, y echando cuentas ya me han dedicado canciones en el doble de conciertos aquí, en México, de las que me han dedicado en Madrid en toda la vida. Llevo dos aquí, y esa noche Oswaldo se cebó. Hasta igualó la cantidad de referencias a matemáticos de las que he sido objeto en toda mi vida micrófono mediante, y pensándolo bien es estupendo que la persona que duplica el uno que llevaba sea, esta vez sí, un tipo estupendo, y no la Tía Vinagre, como la otra vez. Ji ji.

La consecuencia más patente de la noche utópica fue, al día siguiente, La Venganza de Moctezuma, y llegamos por fin al título del post: por lo visto Moctezuma lanzó en su día una maldición según la cual todo español que pisase su tierra lo pagaría enfermando. Y yo, que soy tan bien mandado, me puse a ello con fervor, con saña y con un uso intensivo y constante de todos los baños de todas las zonas que visitamos, que no pudieron ser muchas porque cada veinte pasos yo ya estaba preguntando ¿cómo será el baño de esa cafetería? y entrando a la carrera para verlo.

Total, que de pasarme el día sufriendo la venganza se me ha quedado un tipito de sílfide que ya quisieran para sí las modelos de cualquier pasarela.

Al fin de la tarde, cuando comenzaba a hacerme efecto la medicación que me consiguió la Muchacha, comenzó a llover, si es que a lo que cae aquí se le puede llamar lluvia. Se le queda corto, la verdad: lo que pensé, según oímos comenzar el diluvio y corrimos a la terraza del hotel a ver cómo se empapaba la plaza, era que mienten los mapas que dicen que Córdoba no tiene mar. Sí que lo tiene, solo que encima, y de vez en cuando abren el grifo, y la ciudad se convierte en una versión mexicana de Venecia, con pick-ups y bochos en lugar de barquitas.

Como la venganza de Moctezuma debió venir embotellada, alcanzó marginalmente al resto de los amigos que la Muchacha tiene por aquí, así que por la noche nos limitamos a una cenita ligera y sólo la Muchacha y el Rana se atrevieron a pedir cervezas que los demás miramos con un temor arcaico y visceral y que no nos atrevimos ni a tocar, excepto cuando yo me descuidé y le di un sorbito a la de Aroa, porque una cosa es estar malo y otra ser un infiel a las religiones propias.

Y hoy, ya curadísimo, nos hemos dedicado a hacer lo que pensábamos haber hecho ayer si mis intestinos lo hubieran permitido. Nos hemos ido al mercado, nos hemos comprado un cd de música lamentable, una máscara mexicana y chile para hacer micheladas en casa (si en la aduana no las confunden con cocaína o similar, que está por ver), y hemos ido al antiguo barrio donde vivía la Muchacha. En la puerta de su casa se le han saltado las lagrimillas, a la pobre, y deshidratados y contentos caminábamos por la calle, donde cómo no, siendo tan adorable como es, la han terminado por reconocer, y la dueña de la tienda donde antaño compraba el periódico la ha invicado al grito de "¡¡¡güeritaaa!!!", y ahí hemos acudido, a saludar y a darnos todos un atracón de sonrisas contentas.

Y tengo que ir terminando que hay una cierta prisa: tengo que arrancarme todo el sudor de la caminata y tenemos que ir a comprar materia prima para montar una cenita española, como agradecimiento y excusa para bebernos otra vez todo lo que se nos cruce por delante. Mañana partiremos de aquí rumbo al puerto de Veracruz, y luego por la noche creo que pondremos rumbo a Palenque. Sigue la ruta, volvemos a mover los piececillos, y en fin, ya contaré más cuando pueda coger un ordenador y apretar teclitas un rato.

Y ya sabes, que la envidia, si viene, sea de la que incluye sonrisa, no dientes rechinando.

18 comentarios:

  1. Envidia de la buena, aquí también :)

    No sé si será mucho pedir, pero si por un casual vieras por aquellas tierras, a la venta y por un precio razonable, una máscara de Super Astro... porfavorporfavorporfavor...

    porfavorporfavorporfavor...

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  2. Así me gusta, qué bien mandados sois.

    Perrillo, Super Astro, vale: preguntaremos si vemos tienditas de máscaras por el sur.

    Le paso tu petición a la Muchacha, también, que probablemente la recordará más y mejor que yo.

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  3. envidia con supersonrisa mientras te leo, pero no se yo si la llamaria del todo envidia sana, la neta...
    me meti en blog de aroa para ver si contaba cositas, q por aqui ando ansiosa de noticias vuestras y por suerte tu nombre era un link...
    pasadlo chido la semana q os queda, cenita mexicana a vuestra vuelta sin falta, ein?
    besazo para todos, los de alla y los de aca

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  4. Hola, santasopa, de envidias nadas, ¡en todo caso a ti te tocarán nostalgias!

    Todo muy chido por ahora, y chidismo también en lo que se ve en el horizonte. A la orden en eso, pues.

    Y lo de la cena, tranquila, que tengo pendiente averiguar las recetas de los chilaquiles y de las micheladas, ja ja. Qué vicio que le estoy cogiendo a ese par de cosas, oye.

    Besos, besos.

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  9. Qué visitantes tan entretenidos tienes últimamente, David.

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  12. Esa chava que escribe ese mensaje, aparte de, probablemente, mentir con un bellaco (nótese el género masculino) anda más perdida que una cabra en un garaje si cree que escribiendo una respuesta delirante en un lugar como este va a conseguir lo que quiera que se le pase por la cabeza conseguir, que yo francamente ni me imagino qué es.

    Gracias por la explicación, pero sobra: a quien habría que darle una explicación es a ella, sobre qué es apropiado y dónde.

    Y al último comentarista, decirle que claro, una opción es salir de México. Otra, más sencilla y que requiere menos logística, es abandonar el sexo. Si miles de monjita, a lo largo de la historia, se han ganado el cielo por no follar y hacer pasteles, ¿por qué no un convento de clausura como, si no solución, sí requiebro a su mal?

    ¿De dónde narices salís, panda de terroristas ortográficos anónimos? ¿Qué rara búsqueda de Google e intercambio de links os ha traído aquí?

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  15. ¡Joder, David, con esto has puesto el listón bloguero muy alto, inalcanzable! ¡Pero vaya panda de chalados que has atraído :D !

    La madre que...

    Vaya locura.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.