26.7.09

el francotirador de Argumosa 35


Anoche unos amigos de la Muchacha y yo salimos por Lavapiés (no diré que en inglés sería Washfeet porque tendría que contar lo del tipo aquel que me contaron que en vez de decir Plaza de la Paja decía Masturbation Square, definitivamente mejor historia). Estuvimos medrando en una terracita, que si venga raciones, venga tintos de verano y vengan copichuelas, hasta que con la excusa de que eran las dos de la mañana nos cerraron la terraza, y nos pusimos a vagar por ahí. Como hacía un calor de mil demonios y los bares de la zona tienden o tendían al lleno (a saber, con esta crisis que se manifiesta hasta en la cantidad de taxis libres que se ven por la noche por el centro de Madrid. Ahora hasta se ven luces verdes, y no una ni dos, a lo lejos, asaltada por los afortunados de turno), compramos unas latas de cerveza y decidimos ir a algún sitio amplio donde pudiera correr el aire, a bebérnoslas sentaditos y charlatanes.
Nunca llegamos.
No llegamos porque una expedicionaria se quedó rezagada hablando con un excompañero de facultad. Nosotros nos sentamos a esperarla en un banco, como muestra la foto, al final de la calle Argumosa. Y allí estábamos en el banquito debajo de un árbol cuando de pronto chaf, al paso de alguien estalló en el suelo un globo lleno de agua. Coño, dijimos todos a una, qué ha sido eso. Y al rato, al paso de una pareja, estalló otro.
Por lo visto alguien estaba dedicándose a matar el aburrimiento arrojando globitos llenos de agua a la gente que pasaba. Por fortuna, dedujimos, a nosotros no podía darnos porque nos cubría el ramaje de los árboles, que deshacía los globos en una lluvia fina que, encima, caía lejos de nosotros.
Así que ahí nos quedamos una hora y pico, hablando de cualquier cosa hasta que aparecía alguien, desprevenido, caminando por la calle. Entonces nos callábamos y, el francotirador no defraudaba, chaf, globo al suelo.
Lo peor eran las implicaciones éticas, como dijo uno de nosotros, corroído por la culpa. Porque anda que advertíamos a nadie, anda que según se acercaban les decíamos "eh, cuidado, que desde ahí arriba están tiando globos de agua". Nada, nada. Nosotros callados como tapias, asistiendo a la risa de algunos y la indignación de otros, y luego diciendo ji ji ji, según se iban y ya no nos oían. Discutiendo luego sobre alcances, ángulos de tiro, trayectorias, formas de los impactos.
A la hora de bombardeo el tirador consiguió acertar en los riñones a la mujer de una pareja heterosexual que pasaba por allí. Y en fin, que te sacudan un globazo desde un tercer piso escuece. Se quedaron allí mirando en todas direcciones, dedujeron comprensión en nuestras miradas y se acercaron a preguntarnos. Les contamos lo que sabíamos. Y la mujer dio el alto a un coche de policía que pasaba y el coche se detuvo, y sus ocupantes se entretuvieron un rato alumbrando las ventanas con sus linternitas policiales. Uno de ellos se acercó a nosotros, con una sorprendente educación y con muchísimas precauciones gramaticales. ¿No será -preguntó- que les estéis molestando aquí hablando, que yo creo que no porque se ve que estáis muy tranquilitos, pero que aún así le estéis molestando a alguien? Entonces, le dijimos, intentaría darnos a nosotros, no a cualquier que pasase por ese lado de la calle o el otro, aunque fuese en perfecto silencio.
Se fue la policía y nuestra hipótesis favorita, que hablaba de varios tiradores en un par de edificios, se vino abajo. Tras la aparición de la policía el tirador debió asustarse y no lanzó más agua, a pesar de que nos colocamos en su zona de tiro e imitamos los gestos y el cacareo de las gallinas. Un adolescente cobardica y acojonado, nos dijimos. Y nos quedamos media hora más, por si simplemente estaba rellenando más globos, y al final, viendo que se nos había acabado el entretenimiento, nos fuimos a casa.
Pero por si no es hábito de un día, si alguien pasa alguna noche por la calle Argumosa, y a la altura del número 35 le cae o ve caer un globo de agua, que avise. Por si tenemos que volver a instalarnos en el banco, a seguir recabando información sobre el francotirador nocturno y acuoso del barrio de Lavapiés.

5 comentarios:

  1. ...francotirador que, una noche como aquella, tampoco estaba haciendo tanto mal. Aunque eso sí, mientras no impactase directamente como a aquella chica.

    Yo pasé al tarde en una charca artificial (también llamada 'piscina para niñomieldas'), poniendome tibio a mojitos y productos de barbacoa, cogiendo fuerzas para mover una tv de las clásicas, de las de tubo, de 32 pulgadas, que mecaguenlamadrequelaparió.

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  2. Es lo que tiene el verano, noches surrealistas donde las haya.... te diré.

    Qué gráfica la foto, oye.

    ;*

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  3. Ender: desde un tercer piso y viendo el PLAF de los globos, no estaba haciendo mucho mal, pero lo intentaba a conciencia. Un globo de ese tipo, nos contó la Muchacha con un gesto de recuerdo de dolor, escuece, lanzado en llano. Desde 10 metros y hacia abajo, es una putadita.

    Del segundo párrafo sólo te he leído lo de sudar moviendo una tele ancestral. Para sufrir de envidia, mejor no leo más, hala.

    Vero, surrealista, surrealista, no sé. Estúpida, probablemente. Divertida, también. Vale, surrealista un poco. Es que me cuesta darte la razón, ya sabes.

    Sí, bueno, la foto, es lo que tiene poner a una reportera avezada tras la cámara. Que queda periodística.

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  4. jijijiji. describes lo que para mí es una noche casi perfecta
    tengo que decir 4 cosas,no me aguanto
    1. Qué guapos soys
    2. ¿Qué hacía flip en Lavapiés?
    3. Campa te echo de menos.
    4. Me falta medio Bozzo

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  5. 1. Y eso que no sale la fotógrafa. Usted también es tremendamente bella, por cierto.

    2. Campa y él estaban en modo Paco Martinez Soria, visitando la capital.

    3. Y lo que le queda, cuando se mueva hacia el oeste.

    4. Mírelo muy de cerca, para perder noción de la escala y no añorar la carne ausente, ja ja.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.