1.6.09

revolver cargado debajo de la almohada

La presentación fue estupenda y larga; puestos a acotar, y no dejándonos engañar por las apariencias, los hasta luegos y los ya está, empezó el viernes a eso de las 8 y algo y terminó anoche, en alguno de los momentos en los que la Muchacha y yo recorríamos las calles de Madrid, adivinando parejas de policías de la secreta por todas partes; mira, esos dos que van de la mano son secretas. Mira, estos dos guiris que, borrachos, nos preguntan donde podrían comer algo a estas horas son secretas (y por eso les respondemos mientras les mostramos el contenido de nuestros bolsillos). Aquel buzón y ese semáforo, también son secretas. Porque es una cosa curiosísima esta de la policía secreta: resulta que toda la vida viéndolos en el cine no sirve para nada, porque resulta que cuando por fin aparecen parecerán de todo menos policías. Estoy por demandar a Hollywood, porque sólo faltaba. Si seguimos así ¿qué podrá pasar? ¿Que nos ataquen los zombies y que el método no sea volarles la cabeza a tiros y sobrevivir a base de latas de atún en conserva? ¿Y para eso hago yo acopio, que soy cliente de honor de Calvo, eh? En fin.

Y la presentación en su transcurso tuvo tiempo para todo. Hasta para ver Control, la película sobre la vida de Ian Curtis, el cantante de Joy Division. O para ver Star Trek, donde J. J. Abrams ha instaurado su imperio de destellos en pantalla que tanto le cunden en Fringe, y le ha dado un buen baño higienizante a la historia con más caspa de la ciencia ficción (caspa inintencionada, se entiende; si no habría que colocarla después de Enano Rojo). Y tiempo también, un par de ratos, para pensar. ¿En qué? Pues en poetas, naturalmente. Y cuando digo poetas querría decir poetisas si esa palabra no sonase tan de coña. Y cuando digo naturalmente lo digo porque teniendo dos en el Palacete, al tiempo, supongo que es algo normal, pensar en todo ese asunto de la poesía.

La idea que saco es que la poesía es un arma peligrosa; salir con una poeta es como dormir con un revolver cargado debajo de la almohada: no es mala idea si de pronto vienen los zombies, pero uno tiene que estar preparado para el estampido y el fogonazo en mitad del sueño (y al despertador agujereado y al olor chamuscado de la almohada y el edredón). Uno nunca sabe de dónde puede salir un verso, qué mirada esconde la chispa que luego una noche o una tarde o una mañana germinará y le saldrán patitas y se hará palabra escrita en una línea, con sus maquiavélicas hermanas conjuradas para romper o señalar o apuntar o trazar o inventar.

Logicamente es algo genial, ese olor a inminencia de pólvora de la poesía, y de quienes la crean.

2 comentarios:

  1. la poesía es un arma cargada de futuro, que escribió ese cuando el presente no se podía vivir.

    Pero ahora que todo es presente, digamos que va cargada de frutos, que suena parecido y puede ser igual de peligroso.

    ¡Que no le pase ná!

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  2. Faltarían un par de acotaciones, porque la peli de las presas no la nombras (cosa que entiendo).

    Y comento aquí post de más arriba: tú comes pescado sin necesidad de que te droguen, que yo lo he visto, sobre todo si es pescado sin espinas.

    Poeta, poeta... Jum.
    Revólver.

    Muaks

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.