16.2.09

de Louisville a Jamaica y tiro porque me toica

Como todo el mundo sabe en cuanto apela a la presunción de inocencia y a la falta de pruebas que habrá hasta que a alguien le de por mirar debajo de cierto castaño yo soy hijo único. Esto significa que de pequeño hubo tardes y tardes de domingo en las que creí morir de puro aburrimiento. En mi recuerdo aquellas tarde siempre son frías, lluviosas y oscurísimas, a las cuatro se hacía de noche y yo, pegado al radiador, no tenía con quien jugar.

De eso uno sale o tocado del ala o imaginativo. Yo evidentemente, salí tarumba, aunque sí que desarrollé algo de imaginación residual para la fantasía solitaria que luego, cuando llegó el boom hormonal de la adolescencia, me vino la mar de bien en las noches de autoexploración a la hora de imaginarme desnudas a mis compañeras de instituto, porque en aquellos tiempos los adolescentes –al menos los que no teníamos hermanas mayores a las que espiar– debíamos recurrir a eso, ah, que tiempos oscuros aquellos sin internet en los que un catálogo de lencería podía ser el más preciado tesoro, en fin.

El caso es que otra consecuencia de aquellos tiempos, de aquella situación, es una severa deficiencia en juegos participativos, porque los juegos sirven para lo que sirven, para humillar al que pierde, y no iba yo a ponerme a jugar solo, qué sé yo, al parchís, o al cinquillo, o a la Oca. Y la verdad, a la Oca nunca le vi mucha gracia, aunque ahora, de pronto, soy consciente de toda esa carencia y la vivo, y la disfruto, y la siento, cuando miro en la página de UPS el camino que han seguido los nuevos filtros de la cámara, que en su camino hacia mí partieron de Brooklyn, saltaron a Louisville, luego volaron a Jamaica, donde por mal tiempo tuvieron que esperar unos cuantos vuelos antes de poder cruzar el Atlántico y llegar a Bolonia, desde donde por fin pegaron el último brinco hasta Madrid. Y eso sin contar que habiendo sido fabricados en Japón, cuando salieron de Brooklyn ya debían llevar un buen montón de destinos intermedios a cuestas.

Y pienso en todo ese mundo y pienso que qué cabrones los filtros, que en la poca vida que tienen ya me sacan una considerable ventaja, que son viajeros, y que habrá que obrar en consecuencia y, en cuanto se pueda, pasearlos por el mundo, ahora ya conmigo, fuera de sus cajitas, mirando y viendo (o no, porque el infrarrojo es bastante miope), diciendo, con la Muchacha y conmigo, ¡uooo!, cuando vean pirámides mayas, charcos Oaxaqueños, callejones del DF, tejados de Praga y muros en ruinas de la Alemania mítica. Porque ahora toca tirar, y nos toca tirar a nosotros, y jugar al juego de la Oca a escala intercontinental, por qué no.

 

10 comentarios:

  1. ¡No porque no rima con Jamaica!

    Si hubiera sido Jamoca, vale. Pero no fue.

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  2. david: no estarás afirmando que ica rima con oica porque acaban en ica.. suena a retintín ica oica, pero no rima. El acento recae distinto... por eso escucharás death metal, no hay oído. Besoooos desde la Gran Vía.

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  3. No tengo más remedio que coincidir con aroa: Jamaica y toica no riman. La rima exige la coincidencia de vocales y consonantes (la consonante) o solo de vocales (la asonante) a partir de la última vocal acentuada. Que, como fácilmente se advierte, es una "a" en Jamaica y una "o" en toica. Ya lo siento.

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  4. Yo creo que David quería escribir Troika, solistos.

    Ah, y la rima pa tu prima, augusto vate David, que no tiés ni idea de la nueva poesía.

    (¿por qué me habrá dado por encabronarme con todos?)

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  5. ¡Qué quisquillosez, por Gauss! ¡Si son vocales grandotas y abiertas las dos! ¿No me lo pasáis como semirrima? ¿No?

    Pues ala, vosotros os lo habéis buscado:

    Donde dije JAMAICA, quise decir JAMOICA.

    ¡Ha ha ha ha! ¡Ha!

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  6. y donde dijiste "ala" quisiste decir "hala".

    (a no ser que te refirieras a un ala de la oca)

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  7. Me refería al clásico aloncio del golondrino migratorio, por supuesto.

    ¡Allah al akbar!

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.