…me pondría yo a contar que cómo los sectarios satánicos son, por muy satánicos y muy cincuentenarios que sean. Nieva en Madrid, como hoy contará media España convirtiendo los telediarios en una cosa plenamente atlética entre el blanco de nuestra nieve y el rojo de Gaza. Nieva y esta ciudad se vuelve rarísima, porque en Madrid no nieva nunca, o una vez cada dos o quince años, o sea nunca, y le pasa como a esas mujeres que no se pintan nunca y están tremendas y un día se hacen una rayita debajo de los ojos y uno se cae de espaldas para risa de la Muchacha, que luego le deja a uno vengarse con más risa cuando se autorretrata diciendo cosas como “oooh, ¡qué bonito, se parece a mí! Aunque claro, yo me parezco a cualquier cosa con mofletes y flequillo”. Nieva y hay silencio ese silencio suave, frío y contradictorio, y los satánicos, por muy satánicos cincuentenarios que sean, se suben al tejado del edificio a sonreír inmensamente y decir ¡uoooh! y acto seguido bajan a la calle a pegarse bolazos camino del café de los viernes, que abrazan como náufragos rescatados su primer plato de sopa caliente mientras sonríen como los niños que, hoy, son.
Nieva y camino del tejado alguien coge una cámara de fotos y luego contempla, pasmado, sus manos vacías y me ve trepar escalones como loco y hacer ochocientas fotos que luego saldrán todas negras porque la cámara no es la mía, y el zoom, bestial, se ha comido toda la luz. Nieva y yo apago el mono y me vuelvo con dos o tres fotos que me gustan, o sea contentísimo porque en realidad bastaba con una, y echando terriblemente, inmensamente de menos mi cámara, mi pobre cámara ahí dormida, en casa, que no sabe lo que se está perdiendo y que tan bien se lo iba a pasar si hoy yo tuviese el día libre y a ella en las manos. Nieva y el encargado de la cámara me dice gruñendo que está empapada y yo le despido con un aleteo de la mano mientras le digo que claro, que es que la nieve moja, esa culpa no es mía, sino del Adversario.
Pero nieva sobre Madrid y uno piensa que no está bien hablar del tiempo, que de eso es de lo que se habla en los ascensores con la gente que no soportas o que no conoces para hablar de otra cosa (o sea, que no sabes de qué equipo son, o si les gusta el fútbol siquiera), que en los blogs es absurdo decir que está nevando porque ya lo sabe todo el mundo, para eso están las ventanas y los televisores, cuando no toca la franja roja del uniforme televisivo. Así que en vez de contar que nieva y que he hecho fotos y he tomado parte activa en una guerra cívica, o sea, de cachondeo y sin más daños que un par de dignidades y la risa general, voy a hablar de otra cosa.
Quedo pensando en qué, mientras miro nevar y pienso en una excusa para volver al tejado.
No está bien hablar de climatología, no. Del tiempo sí se puede, y hasta del clima, no pasa nada. Pero de climatología no, por Dios. Igual que jamás debe uno hacerse una analítica, todo lo más análisis. Ni estudiar la problemática, sino los problemas, ni prestar oídos a la rumorología, aunque sí se haga caso de los rumores.
ResponderEliminar(Me ha salido "unkle" de verificación de palabra, qué apropiado).
Me escuecen las orejas después de ese merecido tirón de las mismas. ¡Salvaje!
ResponderEliminarHa sido sin querer. Lo siento, de veras. Ni tú ni tus orejas os lo merecíais.
ResponderEliminar