7.1.09

cebarse: metáfora y realidad

1. La metáfora: ya he decidido como bautizar a los informáticos de mi oficina sin llenarme el discurso de frases: el que en realidad no es informático pasa de ser “El Informático Que No Es Informático” a “El Que No Es”, y el otro pasa de ser “El Informático Que Sí Es Informático” a “Que Sí”.

El Que No Es, pese a no ser (eso), es cosas. Por ejemplo es antipático y gruñón, condición suficiente y muchas veces necesaria para caerme bien, y del Atleti. Así que acaba de darme un pequeño momento de placer al llamarme para que viésemos juntos unos papelajos.

–¿Ya está todo? –le he preguntado al terminar.

–Sí, sí –ha respondido, agitando la mano distraído.

–Vale, pues si ya hemos terminado con el papeleo me siento en mi sitio –he dicho yo, pronunciando la cursiva igual que las siguientes negritas–. PapeLeo Messiento

–Pero mira que eres hijo de puta –se ha despedido él. Y yo me he vuelto a mi puesto satisfecho, contento y pensando que qué maravilloso es el fútbol, que cuántas vidas salvará, que cuánta gente hoy está haciendo coñas por el estilo y sangre en los atléticos.

Esto que hago, sin duda, es cebarme.

2. La misimísima y literalísima realidad: en otro orden de cosas, ya sé lo que pasa. ¿Qué respecto a qué? Ah, sí, vale, que si no esto queda confuso. Ya sé a qué viene tanta comilona y tanta cara sonriente por parte de la familia de la Muchacha. De pronto ayer, enfrentado al tercer plano lleno hasta los topes de espaguetis minados de bacon y albóndigas (que no eran sino el entrante, pues después habría de comerme un buey rociado por doscientos litros de salsa y secundado por una tonelada de patatas con huevo y de postre un barril de mouse de chocolate, y mientras ir picando canapés), tuve uno de esos raros chispazos de comprensión, de esos momentos en los que la niebla se desvela y uno entiende la realidad. De pronto supe que la familia de la Muchacha, harta ya de que esta no de muestras de fatiga y se libre de mí por hastío, ha tomado la ofensiva y planean asesinarme a base de hacerme comer cientos de kilos de comidas deliciosas. Obligarme, atrapado entre su generosidad, su simpatía y mi gula, a comer hasta que reviente por dentro.

Yo me resigno; si ese es el precio de la sonrisa, de la mirada de la Muchacha, lucharé por ella lamiendo hasta el último plato, mojando el último trozo de pan en la última gota de salsa, aceptando el 70% de filete que le sobra, siempre, a un par de docenas de comensales.

Esto que me hacen, sin duda, es cebarme.

Pero la resistencia es imposible. Está tan rica la comida que no hay nada que hacer.

 

(En otro orden de cosas, y ya que desde mi ombliguismo blogueril no he dicho nada de la guerra desatada por Israel en Gaza, aprovecho que leo en El País que Israel va a dar un alto al fuego ¡al día! ¡de tres horas! para declarar que, habiendo apreciado de corazón lo bello del gesto, nos demos todos respuesta del mismo y que durante tres horas al día nadie ponga a parir a los nazis judíos. Propongo también que esta pausa se de durante las horas de sueño. ¡Blogueros del mundo, no insultar a Israel mientras dormís!)

(Y leo también que Aznar, perro fiel, se ha quedado sin la palmadita afectuosa de su desagradecido amo. Por quedarse sin cosas, hasta se ha quedado sin la medalla aquella que se compró con nuestro dinero. Qué faena, se veía que le hacía ilusión al hombre. Ah, si es que la prensa al final siempre esconde una pequeña alegría, el caramelo que decía aquella profesional)

1 comentario:

  1. aaaaaay, mejor que no faltes a tales y dolorosos para tí, eventos... porque correrás el riesgo de salir en alguna foto y que te empiecen a poner motes como: la niñaesmásfeaquelaviejadeallado o el primo schreck, o... aquel chicotancalladitoquesecomióhastalassobrasdelfiletedelabuelo...

    también puedes arriesgarte a decir 'no' y tal vez la muerte sea menos dolorosa

    jijijiji

    a los mac que vas

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.