15.12.08

mi jardincito zen

Una de las estrategias eficaces que he seguido durante este año para ganarme a la Muchacha ha consistido en pasar muchísimo tiempo con ella fingiendo siempre ser un tipo encantador, labor titánica que sólo su inocente generosidad ha permitido, y uno de los efectos secundarios que ha tenido esto ha sido el que mi buen compañero de piso, Juanito, me ha visto bastante poco el pelo.

Pero como yo era el más antiguo ocupante de la casa cuando la bruja se fue, en aquel entonces me tocaba elegir cuarto. Nuestra casa tiene tres, uno, el que yo tenía, grande y enmoquetado, otro inmenso con terraza incorporada y otro que a día de hoy llamamos “el cuarto de la seta” por la profusión con la que hongos y setas crecen ahí gracias a unas hermosísimas manchas de humedad que decoran la parde. Por aquel entonces yo, que tonto, tonto, lo que se dice tonto no soy a jornada completa, elegí el cuarto aterrazado para mí, pero claro, cuando uno pasa más tiempo fuera de casa que en ella es una soberana tontería que el mejor cuarto del piso esté casi siempre vacío. Así que este fin de semana mi compañero de piso y yo nos hemos dedicado a hacer una mudanza entre cuartos, que se ha saldado con esa sorpresa absurda de novedad que se le queda a uno en el cuerpo con estos menesteres, el descubrimiento de doce mil nuevos tipos de pelusas y la muerte de un armario que ahora visto de frente es más trapezoidal que rectangular.

Pasamos la tarde de ayer reubicando esa cantidad de trastos que uno acumula en el día a día y que en días como el de ayer le dan a uno esas pequeñas alegrías de encontrar prendas de ropa que daba por perdidas, parejas de calcetines que tras meses de separación se rehacen, y toda esa retaila de objetos que le hacen a uno pensar que tiene un síndrome de diógenes del tamaño de un vertedero de basuras.

Yo, como de costumbre, antes que asumir que soy un guarro y un desastre organizativo, me puse a filosofar y a buscar las razones de todo esto. Concluí que todo viene de la curiosidad que de pequeño tenía por las cosas; cualquier cosa era susceptible de ser útil en algún juego, así que a mí me gustaba guardarlo todo y corroído por las perspectivas de futuros juegos miraba siempre con lujuriosa codicia todas las cajas de zapatos, frascos, tarros de plástico y demás basura que mi madre tenía siempre la sabiduría de tirar a la basura en cuanto yo me daba la vuelta. Pero claro, al emanciparse, sin esas medidas maternas, mi personalidad de coleccionista de deshechos ha crecido sin poda ni censura, y por eso ante mí veía, por ejemplo, una botella llena de arena de la playa de Ortigueira, varias piedras de mi pueblo y una caja de plástico que vete a saber qué diablos contendría originalmente. ¿Y qué puedo hacer con todo esto sino tirarlo?, me pregunté, empuñando la botellita. Pero de pronto algo dentro de mí hizo conexión, abrí la caja, volqué parte de la arena, dejé ahí las piedras y coloqué alrededor el resto de la arena. Cerré la caja y volví tan contento a mi anterior cuarto, donde Juan meditaba sobre cómo colocar su cama, agobiado porque con tanta amplitud las posibilidades eran infinitas.

–Juanito, Juanito –le dije–, me he hecho un jardín zen.

–¿Lo cualo? –respondió Juan.

–Un jardín zen –y le expliqué toda la historia, emotivos episodios de bucólica infancia incluidas.

–Ah –respondió cuando por fin terminé, a la media hora. Pero yo debía tener más ganas de filosofía

–Queda bonito –continué, pues–. No creas que cuando lo miro no soy plenamente consciente de que ahora la caja está sobre la mesa pero que algún día la tiraré y la arena se caerá sobre la cama y sobre la moqueta, de donde será imposible sacarla. Pero eso le da mayor belleza todavía. Y cuando se me caiga la arena, siempre podré descalzarme, pisotearla y proclamar que la Playa de Ortigueira se ha anexionado mi cuarto.

Juanito se echó a reír, me espantó agitando las manos y creo, porque no lo escuché bien, que me llamó loco o algo así.

Loco yo. Ya ves.

Un poco de síndrome de Diógenes y el asuntillo ese de las voces, ¿es eso locura?

1 comentario:

  1. no te preocupes, david, hace decenas de años que se inventó la aspiradora (electrodoméstico que sirve para limpiar el polvo, absorbiéndolo)... si eso sucede... puedes usarla, de hecho, juraría que en el cuarto de la seta podría haber una...
    beso

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.