Por culpa de toda la importancia que le damos al tema de las traslaciones terrestres alrededor del sol la Muchacha y yo estamos de fiesta. Hay fastos y celebraciones que abarcan todas las esferas platónicas: desde la de la Luna, que para la ocasión se ha puesto llenísima y recorre en su órbita alrededor de la Tierra uno de los puntos de mínima distancia, para estar aún más radiante, hasta la de la capulla de genial Lara Moreno, que por eso de hacernos un sabotaje guiño a los celebrantes presenta precisamente hoy su libro Cuatro veces fuego en El Ladrón de Tinta (Calle Noviciado 2, 19.00; ¡ven!), cosa que a fin de cuentas le perdonamos porque por algo la queremos con saña y le tenemos en cuenta que de no haber sido por ella nosotros dos no nos conoceríamos. Por ir adelantando las cosas, ayer celebramos un acto de peloteo mutuo que consistía en ir los dos a la Fnac, abandonarnos durante 15 minutos y escoger 3 libros que pensáramos que podrían gustarle al otro. Pero como somos unos tramposos y como ella es poeta, se tomó la libertad de cambiar un libro por un lote de películas de Clint Eastwood y yo, como yo soy matemático, me tomé la licencia de cambiar el 3 por el siguiente número primo, el 5. Y allí estuvimos, correteando por la 4ª planta, escondiendo los libros que íbamos considerando y espiándonos por entre las baldas y la muchedumbre, y luego dedicándonoslos con las sinceras cursiladas de rigor frente a unos vinos blancos, y finalmente cenando en el Da’ Cuchuffo, aquel argentino al que fuimos la primera vez.
Y encima ya casi es navidad.
Hace dos noches hablábamos de eso, de la navidad, con Vicky y con Xavie. La navidad, ese tiempo familiar de reencuentros, recordaban todos con una sonrisa boba. Para mí la navidad siempre ha sido la época del año en la que con una semana justa de plazo me agarro dos borracheras considerables y dos resfriados superlativos, y para de contar. Una de las cenas familiares siempre ha tenido un ambiente de decadencia considerable, derrotada y gris. La otra una ampulosidad de carton piedra y un nivel de alcohol en sangre en algún asistente (que por raro que pueda parecerte no, nunca soy yo) que pasa de largo la frontera de la incomodidad. Como consecuencia para mí las navidades siempre han sido algo más fastidioso que otra cosa. Pero este año me descubro esperando con impaciencia que llegue el 26 para tener unos días de vacaciones en los que podamos huir la Muchacha y yo del mundanal ruido de la corte y escondernos para nuestras celebraciones privadas y que yo pueda ver por fin un mar de invierno en el remoto sur –Martin, hablaremos. Pero ves echando cuentas, en principio estaremos por allí del 27 al 30–. Y me sorprendo esperando con una impaciencia perdida desde la infancia que lleguen esos días de lotería a la que no juego, polvorones que no como y villancicos que no canto, y me sorprendo compartiendo la sonrisa boba y agradecidísimo de la redención de este periodo con la evidente culpable de la misma.
Resumiendo, hoy hace un año ya desde que mi blog se convirtió en una pastelería.
El balance para las dos partes ha sido dispar. A la Muchacha la broma le ha costado ejercitar una paciencia digna de una plaza en el santoral, dos ceniceros, unas cortinas manchadas de café y alguna que otra intoxicación por exposición a películas de (mi) culto y a mi (insoportable) gusto musical. A mí, escuchar más cantaplastas cantautores de los que sospeché que existían y adquirir tal conocimiento mexicano que a estas alturas sabría sin preguntar dónde están los baños del Utopía Cantabar cordobés o la temperatura exacta a la que se venden allí las chelas.
Sumamos y seguimos, y los segundos siguen pasando con su descarada monotonía (31634155, 31634156, 31634157). Y en noches como la de ayer ella se ríe y llora cuando lee una dedicatoria, y yo sigo extrañadísimo y feliz descubriéndome pensar, cuando la abrazo, que al fin tengo la impresión de tener un hogar. Que tiene dos piernas y dos ojillos brillantes, y el pelo rubio y la risa más honesta del mundo, y como tal no es un hogar muy típico, vale (no es cosa de abrir a la pobre mujer en canal y ver si puedo colocarle dentro una cocinilla de gas y un camastro, obviamente). Pero es mi hogar, y yo la abrazo, y ella se ríe, y yo ronroneo.
y yo voy a llegar llorando a la presentación
ResponderEliminardios, ¡hemos creado a un monstruo enamorado, taaaaaaaaaaan adorable que...!
FELICIDADES, COMPAÑERO, LARGA VIDA A ESTE HOGARRRRRRRRRR
plás, plás, plás.
ResponderEliminarRealmente.
y más plas, madre mía. Esta tarde internet me ha emocionada varias veces y tu has sido el colofón. Adorable, sí señor.
ResponderEliminar¡Irse a un palacete! es mi nuevo grito de guerra...
ResponderEliminarDejé huella en el blog de La Muchacha y no es cuestión de repetirme...
No sé si te prefiero malvado o tierno...
Tenéis suerte ambos. Y sois tan pastelosos, esto, ejem, quería decir, sois taaaan monossssss. juas juas.
No volveré a decirlo pero os hacéis querer, coño.
besote, felicidades, etc...
Muchas gracias, comentantes, y muchas gracias a la inmensa mayoría de los lectores y de los asistentes de ayer, que con tanto repiquetear de felicitaciones me hizo saber más o menos quién es quién en las estadísticas de Google Analytics.
ResponderEliminarPero eso, a casi todos, que siempre hay excepciones, escasísimas pero reseñables, y entre ellas mención especial para el comisario sentimental, que anoche me dio un tirón de orejas y no paraba de decirme que si la insulina y la cursilería y bla bla bla. ¡Que un día es un día, hombre, Xa... digooo... camarada comisario!
Por ejemplo al comisario
aaaaaaaaaaaay
ResponderEliminarbueno, bueno, felicidades a los premiados.
ResponderEliminarContesten sin preguntar por qué: ave o coche?
(no os olvidéis los bikinis)
El camarada comisario sólo pretende actuar como muro de contención ante la cursilería...
ResponderEliminarPero ha de reconocer que eso que dices de que ya tiene usted un hogar es de lo más bonito que ha escrito. De eso va la vaina. Que lo sepa ustede.
Por cierto, próximamente le visitarán dos o tres personas ataviadas con largos abrigos de cuero negro que le harán algunas preguntas en Dirección General de Seguridad. Algo rutinario. No se vaya a preocupar. :-)
X.