15.10.08

dream theater vs porcupine tree

Llevo unas veinticuatro horas enzarzado en una telediscusión a dos bandas con receptor y rebote con un tipo que no conozco.

El rival es un compañero de Elena, que es la que hace de receptora y transmisora de los mensajes, y la culpa de la discusión fue suya, que hizo ese comentario que supuestamente es inocente (pero ella y yo sabemos que no),

–Pues aquí hay un tipo que escucha grupos de esos raros que sólo conoces tú.

–¿Ah, sí? ¿Como cuál? –pregunté yo, mordiendo otro anzuelo, que no doy abasto ya.

–Dream Theater –dice ella.

Yo me escandalizo y la digo que es Dream Theater y, curioso, investigo por los gustos del tipo. Como la comunicación es via e-mail, por ir avanzando, le digo que le pregunte si conoce unos cuantos grupos, Opeth, Isis, Porcupine Tree, Estradasphere. La elección de los grupos es del todo menos casual, digo esos porque me gustan mucho y son los primeros nombres que me vienen a la cabeza que incluyen un par de bandas geniales que no son precisamente populares. Porque eso de que alguien conozca a mis grupos amenaza mi autoridad, mi independencia y mi maravilloso elitismo, y no puede ser. Yo puedo conocer los grupos de los demás ¿pero alguien va a conocer a mis grupos? ¿A todos? Ni de coña.

Al rato responde Elena.

–No le suenan, pero se ha puesto a escucharlos.

Bendita época esta en la que a alguien le dicen un grupo que desconoce y con unos cuantos clics los puede escuchar desde su ordenador. Al rato me informa.

–Está escuchando Porcupine Tree y dice que no están mal del todo, que empiezan las canciones bien, pero que luego tienen estribillos gays comerciales y bajan mucho.

Y yo, claro, me indigno: ¡comerciales! ¡Y lo dice un fan de Dream Theater, banda archiconocida –al menos en cierto ambiente– que vende a espuertas –al menos en cierto ambiente–, que lleva desde el Metropolis II sin sacar un disco decente y que encima entienden que la excelencia musical consiste en hacer canciones muy largas con solos megacomplicados donde el guitarrista –Petrucci– y el teclista –Ruddess– puedan demostrar todo el rato lo rápido que pueden mover los dedos!, ¿y no es eso, precisamente, ser comercial?

Así que me ofendo y le escribo a Elena largos correos explicando los múltiples defectos de Dream Theater y las incontables virtudes de Porcupine Tree, y le digo que si busca algo no comercial que qué hace escuchando a los Drinci y no a Gojira o a Meshuggah o puestos a mover los dedos rapidito pero con alma a Nevermore. Y así correos y correos y más correos. Pero dice Elena que es que a ese hombre le gusta ese grupo “y el jebi de los ochenta”, porque Elena y yo siempre decimos un cariñoso y terapéutico “jebi” cuando tocaría usar la pretenciosa “heavy”. Acabáramos. Como si el heavy de los ochenta, con sus tachuelas, su cuero, sus pelos cardados y sus letras sobre lo que mola el alcohol o hacer cuernos o los guerreros cachas e ir por ahí metido en una cutre versión de un universo de Dungeons & Dragons no fuese ridículo y comercial.

Pero el tema vuelve siempre a Porcupine Tree y sus estribillos ¿abiertos? y ¿comerciales?, según terminología de mi tele-rival. Y yo le digo a Elena que me queda el consuelo de saber que al menos ella, imparcial, si escuchase a Porcu y a Drinci preferiría de largo a Porcu. Y me dice que probablemente y me responde además esto,

–No debería decirte esto, pero qué coño, tu eres mi amiguito y te voy a dar más munición: mientras tu escuchas prácticamente de todo (creo que es cierto tu axioma de que cualquier persona decente puede encontrar cinco discos tuyos que le gusten), éste muchacho no lo hace y lo que es más fuerte... ¡¡es fan de los Héroes del Silencio!!

Y yo me considero vencedor moral y primorósamente halagado, y me dedico a ronronear y a pensar en lo que tiene de absurdo que lleve 24 horas destacando fallos y penurias de un grupo que, en realidad, me encanta.

En parte es por pura gana de discutir, porque discutir es divertido, y en parte es por mero afán provocador, probablemente, pero también es cierto que todos esos fallos y todas esas críticas tienen su base y son cosas que yo en su día he escuchado y que en su día también concedí como ciertas. Pero una cosa es lo que a uno le gusta y otra muy distinta pretender que los gustos personales de uno son perfectísimos e inmaculados. Hay que mirar con objetividad, y saber que se puede apreciar algo pese a verle cosas criticables. Y yo creo o sospecho que eso no es algo que la gente haga mucho.

Creo que a mí me resulta más fácil porque nadie puede abarcar tanto campo como para criticar al tiempo todo lo que escucho. Es muchísimo más sencillo tocarle las narices a alguien que sólo escucha Scorpions (y he conocido gente así) que a alguien que encuentra gustirrinín en muchos estilos distintos. Y también escuchar todos esos estilos distintos te da perspectivas nuevas y más lejanas para analizar cada uno por separado, frente a los demás, y destapar sus carencias y virtudes.

Y además está aquella costumbre lejana y remota de mis días de forero en tierra friqui de que el mayor y mejor crítico de cada banda, para pasmo de noveles y gentes de paso, fuese al mismo tiempo su mayor fan. Cuando ves al tipo que más ama a Pantera en el planeta quejándose del ritmo machacón, el gruñir de la voz de rottweiler de Phil Anselmo y de las pajas que se hacía Dimebag Darrel en cada solo, no puedes sino confundirte, la primera vez, y luego aprender algo sobre el relativismo de los gustos y el funcionamiento del placer.

El gusto no es una religión de fe.

El gusto no es una verdad absoluta.

Y unos cuantos disfrutamos criticando lo que nos gusta, lo que de paso nos entrena y da fondo de resistencia cuando llega la hora de criticar los gustos de los demás, lo cuál es aún más divertido.

Y como ando tan encendido me dice Elena que me imagina con la vena hinchada llenando el teclado de espumarajos, y yo le digo que qué va, que estaba yo pensando que qué lástima que esto no sea un poco como en los viejos tiempos, cuando estos debates se tenían cara a cara, cerveza en mano, escuchando lo que se ataca y defiende y pasándolo estupéndamente, en fin.

La tecnlogoía, que abre puertas, sí, pero a veces estrechitas.

2 comentarios:

  1. Jejeje, mi pobre compi intentado calmar ánimos ha dicho "pero si no dije que fueran malos, solo que me parecían mariconcetes y comerciales".

    El pobre, como si fuera a apaciguar algo...

    Por cierto tengo que decir además que estoy sorprendida con la erudición friki-jebi que exhibes.

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  2. Elena, sí, bueno, llevaba las 24 horas esquivando el tema de lo de "mariconada" aplicado a la música, que da para mucho, y voy a seguir en ello.

    Pero nada nada, que escuche los discos nuevos de Gojira y Meshuggah y que luego me diga si no es una pijada cualquier solo de Drinci.

    Lui, si quieres te ayudo, ja ja. Aunque necesitaría escucharlos de fondo, pero puedo criticar a un ritmo considerable, ji ji.

    Y no no, Elena actuaba en modo "fulanito dice". Aderezando, además.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.