6.5.08

receta de lasaña sorpresa



Estábamos tirados en la playa, yo trataba de leer y la Muchacha trataba de molestarme, los dos frustradísimos, yo por no poder avanzar en mi culebrón de literatura fantástica, ella porque en vez de estorbarme me mataba de alegría. En su supuesta tortura la Muchacha cogía puñaditos de arena de playa, me los echaba por encima de la piel y luego dejaba que embadurnasen la toalla que compartíamos. Tenía otras torturas más eficaces. Por ejemplo, la de darme la crema de protección solar de forma sospechosamente deficiente por ciertas zonas de mi espalda que ahora, sospecho, presentan al sub-mundo que se esconde entre mi camisa y mi piel obscenas pinturas rupestres en el denso brillo rojizo de mi piel quemadita. Yo es que es lo que tengo, soy monócromo, tengo el blanco neutral o el rojo quemazón, normalmente siempre mezclados, sea la época que sea, aunque con más abundancia de blancura en la época del fresquito, claro, y de rojez en la de la playa y el sol y las piscinas.

Ella no, naturalmente, ella se pone morena y canta "mi hermano pequeño no sabe nadar, la la la laaa" con esa voz angelical que pone cuando está siendo malvadísima, y yo me pongo tan tontorrón, en fin.



Hoy la luz huele a lluvia y el viento trae recuerdos de arena de playa. Yo juego con las fotos. 484 en, ¿cuánto, 3 días y algo? No tiene mérito, entre 200 y 300 serán de primeros planos de olas. Yo de rodillas en el mar, foto y salto y a correr, que no se moje la cámara, y venga a probar si fotos rapidísimas (y ale ahí las gotitas de espuma, pequeños planetillas, como yo, flotando saladas en la brisa), o fotos muy oscuras y muy lentas para que se vea cómo fluye el mundo, como la foto que subí anoche, como la foto que subirá otro de estos días, quizá ya la semana que viene. Y aún me late en los dedos el pulso de un cuento recién escrito, un cuento que como tantos será una mierda, y ha sido escrito a toda prisa, pero que da para cumplir mañana en el Bremen, que ha servido para que juegue un rato con lo que no se debe hacer y otro rato con el inventar trucos que no sean los cuatro efectismos de siempre.

Qué bonito es hacer cosas y qué vivo se siente uno, caramba.

La canción no es la canción que cantaba ella, pero es que no la he visto, y en fin.

Y ya sé que no estoy siendo coherente, pero en fin, quien quiera coherencia hoy que busque en otra parte. Y cualquier otro día también, probablemente. Aunque yo creo que algún día sí que he sido coherente, ¿no? No sé. No lo recuerdo y no me apetece ponerme a recordar, ponerme a abofetear neuronas y encender alarmas intracraneales, quita quita, qué pereza. Mejor escuchar música y escuchar a los autobuses pasar, que luego uno se despierta a veces en el silencio sepulcral imposible pero existente, doy fe, aquí en Madrid, sólo roto por una bandada de bencejos que de pronto convierten el cielo y mi oído interno en homenajes/revival de infancias abandonadas a la pereza y la hiperactividad de la infancia, esa edad tan sobrevalorada, que decía ¿Cortázar, era Cortázar? ¿Sí, no? A quién voy a citar yo, si no. ¿A Gibson? A un francés de esos cuyos nombres no sé escribir (aquí no se ve, pero he hecho tres intentos, convenientemente camuflados por la teclita de borrar) no, desde luego.

En fin.

He vuelto de unas vacaciones de tres días. Decía la Muchacha, que conducía harta de que le hiciese fotos, que si quería abandonarla tras haber soportado tanto desvarío y tanta lata lo entendería. Yo le contestaba que si todo esto no fuese contraproducente para este enamoramiento mío, que sólo sabe engordar... En fin.

Días y noches, arena y viento, asfalto y mar. Ciudad y monte. Cuartos con baños por todas partes: eso es bueno, pedazo de invento los cuartos con baño. Ventanas. Le coge uno cariño a las ventanas. Desnudeces y confidencias, chascarrillos y silencios, cánticos a raudales, y algún que otro sentido silencio. Se corta todo en pedacitos, se coloca en capas con queso y tomate, se mete en el horno, se deja media hora, se gratina y epa: Lasaña de felicidad. Y titulo esto terminando con la palabra "sorpresa" y no con las palabritas "de la felicidad" para que nadie se me escape por el temprano ataque de esto mío, tan invencible y que a ver quién, en su sano juicio, iba a querer vencer, con lo estupendo que es, válgame.

Ea, voy a ver si cazo algo de cena, que está el cocinero perro esta noche.

2 comentarios:

  1. Yo diría que te gusta un poco la Muchacha, ¿no? Es que soy sumamente perspicaz.
    Me encanta leerte porque me recuerdas a mi hermano pequeño, menos en lo vago. Mi hermano pequeño es tan vago que ni siquiera escribiría. Ah, y tampoco iría a la playa. Vamos, de hecho, vivimos en Cádiz y nunca va a la playa. Ah, y tampoco tiene novia, ni se mueve de su ciudad... ¿A ver si no era a mi hermano pequeño al que me recordabas?

    A lo que iba que my pinza fly y fly. Que digo yo, que si os gusta tanto la playa a la Muchacha y a ti, sus podríais escapar este veranito unos diítas a Cádiz, ¿no? Prometo conseguir algo del Norris y no presentarte a actores. Palabrita del Jesus child.

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  2. Carmen, cada vez que me llega una receta tuya entro en modo calorro y un coro angelical me canta intracranealmente eso de "Carmeeen, Carmeeen, voy a tener que emborrachaaarteee", ji ji.

    Un poquejo, sí, qué cosas. Yo, que pensaba que era frío cual Clint Eastwood en un universo en el que nadie hubiese cometido la barbaridad de rodar Los Puentes de Madison. A lo que hemos llegado, qué calamidad.

    Se lo diré, lo de bajar a Cai, aunque te lo advierto, ella estaba planeando alquilar una manada de caballos y reclutar una horda de mongoles y dedicar Agosto a devastar la costa oeste de Portugal, de cabo a rabo, o a otro cabo. Pero conociendo la admiración que te profesa igual puede encontrarle un huequecillo a su maldad. Ya emitiremos un comunicado oficial o algo.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.