30.4.08

the datawarehouse wars

Suena a pre-post-antesecuela de Star Wars, ¿verdad?

Pero no, esto no ocurrió en un lugar muy, muy lejano hace la hueva de tiempo. Esto es el presente. Es hoy.

Y hoy es un día siniestro.

Hoy, escribiría jovial y retozón como siempre, que es víspera de vacacioncitas de cuatro días que incluirán playa y fotos del oleaje y alguna exposición larga nocturna, y olé, pero no puedo. No, hoy no puedo.

Día negro para el Datawarehourismo. Día negro para esto a lo que me dedico. Mis pobres datos...

Hablé ayer de una reunión y hablé del tipo que hablaba, el Asesor Externo, el tipo que se ha pasado 5 meses sonriendo, diciendo hola, haciendo comentarios amigables y gritando por el teléfono a otros asesores, supongo que amigos suyos, para quedar para comer, y que finalmente también estuvo trabajando, haciendo sus tablitas de excel y hojitas de power point.

Si es que se venía venir. Si la primera semana yo no sé qué chiste fácil hice con el Excel (una forma estupenda de romper el hielo con un desconocido en un ambiente oficinesco, caray) y el tío hasta se me ofendió y se me vino arriba defendiendo el honor de Microsoft, la joya de la corona que hay sobre la gorda y eminente cabeza de Bill Gates. Yo pensé que estaría loco, que a fin de cuentas todos tenemos nuestras cosillas, y no le di más importancia... hasta ayer.

En fin, tras la reunión escribí el post de ayer y pasé el día trabajando y recordando las barbaridades y estupideces que había dicho el bueno del Asesor Externo, y considerando las tropelías y los imposibles que promovía, así que la última hora y media de trabajo la dediqué a redactar mi crítica a su exposición y mi opinión al respecto. En fin, ya sabes lo incontinente dactilar que soy, así que me quedó un texto inmenso donde conseguía no llamarle imbécil incapaz a nadie, y donde soné relativamente cordial pese a que iba a cuchillo contra las cosas que no me parecieron bien, que fueron todas, mayormente. Y antes de irme me pasé por la puerta del despacho de mi jefe con este trotecillo mío ágil que tanto divierte a la Muchacha, y atrincherado tras el marco sostuve con él este diálogo.

–Hola, paladín de las tinieblas.

–Hola, señor del Datawarehouse.

–Hmmm, oye, ¿puedo mandarte un correo con mi opinión sobre la reunión de esta mañana?

–Claro.

–... –yo tamborileaba sobre el marco de la puerta y paseaba la vista por el techo.

–... –esperaba paciente mi jefe. Paciencia tiene para aburrir.

–... –miraba las plantitas que tiene junto a las ventanas y seguía con un bello tamborileo con un compás de siete tiempos.

–¿Qué pasa? –preguntó tras un cuarto de hora de soportarme pasear la mirada por toda la habitación.

–Es que es un poco largo –le dije yo.

–No hay problema –me tranquilizó.

Así que yo me consideré liberado de la culpa que podría provocarme mandarle un correo cuya lectura podía llevarle quince horas, vine al ordenador, pulsé “enviar”, apagué todo y salí corriendo.

Luego me compré un bañador y dos camisetas que no fueron de Iron Maiden, gracias al asesoramiento y al empeño de mi Agente, que le tiene manía a las camisetas de Iron Maiden y yo no sé por qué, porque de Iron Maiden yo solo tuve una camiseta, roja, y ya hace 17 años de eso, y después fuimos a tomar café y comer bollitos con la Muchacha, que nos estafó vilmente y nos dio café descafeinado, con lo que se convierte en la sospechosa nº 1 a la hora de buscarle culpables a mi narcolepsia, como si un posible contagio oral no fuese suficiente.

Y regresé a casa a tiempo para ver palmar al Barça y ver el capítulo nuevo de House, que es uno en el que al final una puta, vestida de Virgen María, sonríe, que a mí me encanta por dos razones, primero porque la mujer lanza una sonrisa clavadita a una que la Muchacha esgrime bastante y segundo porque, coño, todo ese asunto de una puta haciendo de Virgen me trae a mí nostálgicos recuerdos de cuando no llamé puta a la Virgen. Pero tenía yo un runrún de fondo todo el rato, y no dejaba de releer, mentalmente, el correo que le había enviado a mi jefe. Vale: No había llamado imbécil, estúpido ni gilipollas a nadie, pero cuando uno dice que quiere asumir que todo el mundo sabe hacer su trabajo para luego explicar y razonar por qué no está de acuerdo y lo hace a conciencia suele quedar implícita su opinión sobre aquel a quien rebate. Y también me encendí bastante escribiendo y pude ser un poco cáustico. Y en fin, dije aquello de que me avisasen de si piensan seguir adelante con la tontería, para que me busque otro trabajo, y el apartado de “enumeremos la lista de falacias lógicas que dijo este hombre y pensemos qué pretendía con ellas” tal vez fuese rencor mal refinado. Por no hablar de la sección de trampas, trucos y mentiras empleados. Y al fin logré dormirme después de ver el capítulo nuevo de How I Met Your Mother, pensando que hacía mucho que no enviaba yo cartas suicidas y que los guionistas de la serie son perfectamente capaces de volver al tema de la cabra de aquí a un año.

Así que hoy ando con el ánimo un tanto inquieto. Del jefe ni rastro, anda por ahí reunido. Yo tecleo. El asesor, cuatro metros a mi derecha, contempla embelesado una tablita de Excel.

Tiemblo y velo armas y cruzo los dedos deseándole suerte a mi fiel, complicado y barroco Datawarehouse. Me nombraron su defensor, y por Satán que lo voy a defender, así tenga que secuestrar el servidor, llevármelo a casa y dormir abrazado a él con un cuchillo bajo la almohada y un kalashnikov bajo las sábanas.

Yo te defenderé, bonito. Tú sigue con tus cosas, tus consultas y tus volcados incomprensibles de datos.

1 comentario:

  1. No tengo nada personal contra Iron Maiden..... sólo te insisto en la evolución de las camisetas de dibujitos, ya sabes (ambás féminas ayer estábamos de acuerdo así que deberías hacernos más caso :P)
    Y de nada.... pá lo que hemos quedao las agentes!^;*
    Traeme arena de playa!

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.