“Venid a por mí, hijos de puta.”
(José A. Pérez, Mi Mesa Cojea)
Entre las pintorescas lecturas con las que entretuve mi infancia, está un doble “recopilatorio” de Irving Louis Horowitz, significativamente titulado “Los Anarquistas”, que era una recopilación de textos de los ídem más ilustres que en el mundo habían sido. Siendo como eran mis padres socialistas, y siendo los niños como somos, yo andaba a la búsqueda de mi cajoncito político, supongo que en parte para significarme en el entorno primero del cole y luego del instituto (como todo sucedía en el mismo edificio ambas dos cosas terminan siendo la misma), donde como era de pago había bastante fascista y como era una cooperativa de profesores tirando a rojillos había también bastante hijo de obrero (lo cuál fue bastante enriquecedor porque en los dos bandos había grandes amigos míos, y eso, espero, nos hizo a todos un poco tolerantes), y en parte por ver qué era eso del anarquismo, exactamente, no muy convencido por las explicaciones de esos colegas que uno siempre tiene cuando es adolescente, que formalmente son precisamente anarquistas y que se dedican básicamente a consumir drogas blandas, echar pestes de la policía, reivindicar la falta de higiene como el mayor logro personal posible, escuchar grupos patéticos de gente muy protestona y vivir felices y tranquilos pensando que son buenos y tienen razón por su etiquetita de anarquistas sin ponerse a pensar mucho en que las palabras a veces tienen un significado.
Pues bien, la lectura en sí fue bastante desalentadora. Yo quería ser anarquista y resulta que el anarquismo estaba muerto y enterrado desde hacía bastante tiempo, lo cuál bien mirado no era mala cosa porque esa gente hace un siglo pensaba que ir por ahí poniendo bombas y pegando tiros a la gente era una forma estupenda de hacernos a todos libres y felices. Yo leía y leía aquellos fragmentos de los textos de los ilustres anarquistas y pensaba madrecita mía del amor hermoso, esta gente está fatal. Y pensaba en mis conocidos anarquistas y en su lema, “cervezas y porros”, y por exceso o por defecto me agarré una tremenda depresión política.
Pero como no hay nada más reacio a generalización que un movimiento que aboga por la inexistencia de las normas, uno siempre termina encontrando en un movimiento cuya esencia es no respetar la imposición de reglas algo que va en su línea. Yo lo encontré en las palabras del propio Irving Louis Horowitz, que era mejor prosista que sus recopilados, o al menos lo parecía, al estar escribiendo un libro sobre el tema, y no un manifiesto político. Hablaba Irving, cuando hacía un repaso de corrientes y versiones, de ciertos nobles rusos que se declararon anarquistas porque pensaron que sus esquemas morales eran la leche y que la conducta que estos les hacían seguir era bastante mejor que aquella a la que nos obligan las leyes (cosa lógica pues al fin y al cabo las leyes las imponen los estados y, al fin y al cabo y como seres vivos a su manera, todo estado es egoísta, ya sea sutil o evidentemente); haciendo suya la máxima de Bakunin que a mí me parece la mejor frase política jamás dicha, esa de a cada cuál según sus necesidades y de cada cuál según sus posibilidades, esa gente, nobles ellos, se puso a practicarla a conciencia porque les parecía lo suyo, pero sin predicamentos: La idea, simplemente, era vivir de la forma que ellos consideraban justa, y servir así de modelo para los demás.
Y al fin lo que más me convenció era que como lo de vivir de lo que uno hace y dedicarse al trueque es algo que no puede pasar de lo bucólico y que a mí, que sin mp3 y porno en internet me habría pegado un tiro hace siglos no me parece ya ni deseable, la única forma de anarquismo coherente (conmigo mismo, ojo, allá cada cuál con lo que se cocina) era el anarquismo filosófico, no el político ni el social. Más que construir una sociedad justa a base de pasarse por la piedra a todos los que estén por encima de uno en el escalafón social, vivir en sociedad con unos principios coherentes, espíritu crítico y el mantra de Bakunin siempre en mente; no quemar los libros de leyes. Simplemente cumplir las que a uno le parecen justas (y servir, así, de modelo y ejemplo) y no por miedo al castigo del incumplimiento sino por opinar que es lo correcto, e ignorar las otras.
Esto tiene un corolario, o un apéndice: Cuando la ley en cuestión que la sociedad le impone a uno es francamente estúpida, suele ser útil, divertido, ejemplarizante y pedagógico violarla sistemáticamente. Así, teniendo esta estúpida ley electoral que tenemos, cuya única cosa buena, los plazos de campaña, ignoran felizmente los mismos que al menos a priori pretenden o se espera que pretendan que las leyes se cumplan, o sea los políticos, hoy aquí la voy a incumplir yo, siguiendo el aplaudible ejemplo del Periódico de Cataluña, y a convertirme así en forajido pro-justicia, publicando cuando ya no se puede una encuesta electoral.
Con un par: Ayer hice una encuesta, y publico sus resultados:
Formación / % de voto
PP: 0,00%.
PSOE: 25,00%.
IU: 25,00%.
Abstención/voto nulo: 50,00%.
NS/NC: 0,00%.
De ella se desprenden curiosas conclusiones. Para empezar hay un empate técnico, pues el PSOE y el PP obtendrían la misma cantidad de votos. Dado el peculiar reparto de votos de la ley d’Hont, esa puta aberración, a mí me hace sospechar que el voto de IU, más raro en poblaciones pequeñas hasta donde yo sé, les daría algún escaño menos, así que pese al empate a votos probablemente el gobierno, y sería una lástima por ganas de ver la novedad, sería para el PSOE, a pesar de que la participación, bajísima, sería un 30% menor que la deseada por el PSOE. Aunque tal vez lo más reseñable sea el desplome del PP, que pierde el 100% de sus votos con respecto a las generales del 2004; evidentemente, señor Rajoy, lo de ir contando por ahí que se está poseído por una bucólica niña abertzale no fue una buena idea.
Dadas mis posibilidades, que yo no soy un periódico ni un instituto estadístico, la encuesta, aunque con todo el rigor de mi estadística, se hizo de manera personal sobre una muestra, tal vez un poco escasa, de dos personas, si bien dos personas tan significativas como Juanito y quien esto firma, y encima la respuesta de uno de los dos fue un tanto confusa (cosa que he corregido como mejor he podido). Pese a que su margen de error es del 100%, invita a ese optimismo irrefrenable que da pensar en el pobre Rajoy levantándose de la cama el lunes sabiéndose perdedor de las elecciones, ji ji.
Ea, una ley tonta menos que me queda por incumplir: ¡Siguente!
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