4.2.08

a vueltas con la tos, aún

“Todavía no se han rebelado los robots, pero el siglo XXI es ya un lugar inquietante”

Gonzo, en El Sentido de la Vida.

 

Vivir en Madrid tiene sus evidentes ventajas, como por ejemplo la de que hay taxis, cines de versión original y turbios antros en cuyos sótanos nosotros los seres deprabados podemos reunirnos a leernos cuentos y a hacernos mucho la pelota: Vivir en una isla paradisíaca del Caribe sería, por tanto, un eterno sufrimiento porque como todo el mundo sabe allí como no hay agua potable todo el mundo bebe daikiris todo el rato, imposibilitando por la ebriedad de los posibles conductores la existencia de taxis, no hay cines sino el anciano de la tribu, que en torno a la hoguera da el coñazo noche tras noche contando cómo hace ochenta y tres años, dos meses y veintiún días perdió la virginidad, y no hay talleres literarios por lo que el ego de uno debe andar siempre por los suelos. Esas y no otras, mas mi propensión a quemarme como un cangrejo en cuanto me pega el sol un poco a conciencia, son las razones por las que yo vivo en Madrid y no en alguna ciudad soleada y colorista que, en tiempos, fuese un sucio nido de piratas, bucaneros, corsarios y artistas conceptuales. Esto lo sabe todo el mundo y hasta aquí este parrafo, en consecuencia, es trivial y accesorio, así que en confianza recomiendo encarecidamente que no te lo leas y pases directamente al siguiente, cosa que yo mismo pienso hacer en este preciso instante.

Pero, y esto es difícil de asimilar así que así por delante pido comprensión y apelo a toda la credibilidad que, a poco que me hayas leído, he de atesorar a raudales, pero, decía, existen inconvenientes, también, cuando uno vive en Madrid. Increíble pero cierto, y por si las moscas lo repito: Vivir en Madrid Tiene Sus Inconvenientes. De estos inconvenientes el que ahora mismo a mí más me incumbe es que a veces la contaminación arrecia, la primavera adelanta su ofensiva del polen y todos los madrileños nos ponemos de acuerdo para toser y toser y pegarnos así los unos a los otros constantemente toda clase de virus que afectan al sistema respiratorio, lo que propicia escaladas evolutivas en los mismos que los convierten en ufanos bichitos sumamente eficaces a la hora de promover toses, expectoraciones y malestares varios. Hablo con el conocimiento de causa del que ha sobrevivido (por ahora) al asedio de los mismos, y de quien observa cariacontecido y tristísimo como la Muchacha, estos días, comienza su tortuoso transitar por la misma senda. Tose la pobre con un empeño y una dedicación absolutas, pasando las noches en blanco y sufriendo agujetas motivadas por la pobre tos. Yo hago lo que puedo por cuidarla, y en mitad de la noche corro de un lado para otro saqueando las reservas de Espidifrén, ese nuevo amigo mío, preparando vasitos de leche con miel y maldiciendo esta torpeza mía que tiene la culpa de que después de ver todos los capítulos que he visto de House aún no haya asimilado la suficiente habilidad de diagnóstico como para encontrarle una receta que la ponga sana de nuevo con un mágico chasquear de dedos, o después de comerse una sopa, o de darse un baño calentito. Es lamentable que, tras tres temporadas y diez capítulos, uno siga con las palmaditas en la espalda como primera terapia para cualquier mal, en lugar de andar ya haciendo contrastes magnéticos, espectrometrías de rango variable y reactivaciones isotrópicas de la pituitaria glanduloide, por inventarme unas cuantas.

En cualquier caso, y acercándonos por fin a lo que venía yo a contar, la tos requiere tiempo y esfuerzo, y como gran parte de ese tiempo se le roba al sueño luego uno, al padecerla, tiende a recuperarlo a las horas más variopintas. Y el dormir trae los sueños, que como ya he comentado por aquí son un tema nuestro de conversación bastante habitual y que suele darse muy en el momento, en vivo, como quien dice.

La conclusión es que la Muchacha tiene sueños mucho más bonitos que los míos. Sueña con tiendas allende mares a las que entra sin dinero y de las que se va con una camiseta y el sentimiento de culpa de quien es bondadosa delincuente, por ejemplo, mientras a mí me da por soñar con extrañas construcciones geométricas de cajitas marrones que flotan en un estanque o prado sobre otras cajitas verdes, forradas de hierba, que contienen respuestas a extrañas preguntas sobre el sentido de la vida. Y claro, ella me cuenta rápido y contenta que ha soñado que estaba en aquella plaza con soportales que tanto le gustó, y yo me despierto pensando si no debería ir a un loquero a preguntar si lo de las cajitas le parece normal.

Como a mí no me lo parece, ahora que lo pienso, voy a recomendarte que tampoco te leas el último párrafo, ni ninguno, y que pases directamente al siguiente.

En otro orden de cosas en la secta ya no nos hacen fichar así que empieza la Edad del Golferío, hasta que mis compañeros satánicos me descababren con una grapadora o una impresora bien lanzada hartos de que llegue todos los días tardísimo y me vaya en cuanto se despisten, y para este miércoles necesito un cuento inefable y aún no he tenido ni una mísera idea sobre el mismo.

Miento, tuve una. Pero como la escriba sé de una que me apalea, ji ji.

2 comentarios:

  1. Veo esto mucho más tranquilo que ayer. Y ayer me divertí (pasaba de la risa al cabreo más recalcitrante) mucho con todo lo que encontré en esta vasta tierra de guerras en que se había convertido tu blog. Hoy todo está más pacífico y hablas de la tos de la Muchacha, los sueños frenéticos y terminas diciendo jiji. Mucho mejor para nuestras taquicardias, pero que conste que me ha gustado el cariz polémico que ha tomado tu casa últimamente. Un beso muy fuerte. Y ponla buena. Seguro que sabes.

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  2. Hmmm, ayer, ayer (anteayer ya)... esto ha pasado una semana y pico en pie de guerra.

    Mi casa siempre ha tenido ese trasfondo beligerante, Lara. Es sólo que últimamente podía más el de piel para dentro que el de pie para fuera, pero así de pronto me dio por opinar de cosas y caray qué tres temas, y qué divertida aparición de troll gritón y guerrero...

    Lo echaba yo de menos, si te digo la verdad, ja ja.

    ¡Que yo no sólo soy el tipo matainsulínicos que visto lo visto estáis empezando a pensar que soy!

    Ponerla buena... yo le pongo buena voluntad pero su sistema inmunológico está un poco más allá del alcance de mis supercutrepoderes, sospecho con mucha pena.

    Aunque bueno, siempre se le ocurre a uno algún tratamiento...

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.