22.2.08

friqui outsider

“Han detenido a tres jóvenes por quemar catorce contenedores la pasada madrugada, sin averiguar antes si había una intención artística detrás, como todos podemos intuir.”

(Sólo digo una cosa)

 

Por circunstancias de la vida, el martes quedé para ir a vetustas tiendas friquis con dos amigos a los que hace siglos que no veo más que con la excusa de algún cumpleaños o una repentina reunión para vaciar un barril de cerveza siempre coincidiendo con alguna grave enfermedad de tu humilde servidor (que a estas alturas sospecho es la causa esperanzada de la celebración). Llamémosles D. y J. Aquel día, cosa insólita, llovió a mares, y como habíamos quedado después del trabajo, servidor fue con el plus de la corbata (es que cómo cambia la vida) sobre mi ya de por sí espectacular porte, agradecido por la lluvia que me da la excusa de poder llevar a Goterillas, mi paraguas, y blandirlo para espantar a las masas de jovenzuelas que normalmente mi elegancia atrae cual parabrisas a nube de mosquitos veraniegos. J, de igual manera, vino trajeadísimo, y los dos nos admiramos con mutuo asentimiento, gruñimos unos cuantos monosílabos piropeantes y nos dimos hostias budspencierianas en el hombro hasta que apareció D que venía, como siempre, hecho unos zorros y sin terminar de comprender por qué la gente se acerca, le da monedas y le dice “toma bonito, para que te compres unos pantalones”. Claro, lo abroncamos, porque hay que ir de traje a las tiendas friquis, hombre, que se note que estamos limpios, porque desentonaba con nosotros, caray, y sobre todo porque no se puede ir dando tanta envidia por la vida, que no está bien, y una vez abroncados nos fuimos a las citadas tiendas, J debajo de su paraguas, yo debajo del mío y D en el entorno del mío desde el cuál yo no llegaba a darle patadas y él mantenía una secreta esperanza de refugiar la cabeza bajo el relativamente protector despliegue de Goterillas. Que algún precio habrá que pagar por la libertad de poder vestir como un personaje de Mad Max.

Así que caminamos por detrás de Sol y fuimos a donde hace mil años conocimos las tiendas de cómics, de juegos de rol, de gente (y gente consigue tener género y ser masculino) fea con gafas y granos que sólo hablaba con citas de Star Wars, Indiana Jones o Tolkien y su legión de cutres seguidores en la senda de lo fantástico, y contemplamos la desolación del barrio. La Plaza de la Luna, con tanta lluvia y tanto diseño moderno, parecía un maldito canal, anegada y limpia, sin aquella tierra en la que tantas litronas nos bebimos (creo que en total fueron dos, pero la idea era lo que contaba) mientras los yonquis venían a maravillarse porque no fumábamos ninguno. En la esquina donde estaba aquella fabulosa tienda de música heavy de la muerte, ahora había una de alimentación: nos paramos un rato bajo la lluvia ahí, lamentándonos por el indefectible y destructivo paso del tiempo, en parte como homenaje a la tienda desaparecida (y enumerábamos todas las demás, que han sido casi todas), en parte para dejar que D se mojase bien a fondo, y seguimos caminando: Resultó que todas y cada una de las friquitiendas, y en esa calle hay doscientas mil, seguían ahí, tal cuál, como y donde las conocimos hace más de una década. Y uno siempre pretende ir de cínico por la vida, y de descreído, y de indiferente, pero era inevitable, había algo tierno en ello.

Las conclusiones fueron varias: Que el friquismo es un buen negocio, que alguien puede vivir bien haciendo algo que le gusta, que existen friquis de más de 40 años, que aún es posible entrar a una tienda y que esté sonando el Piece of Mind de los Iron Maiden, y sobre todo que los friquis son gente encantadora que no monta grandes escándalos aunque uno, al esgrimir a Goterillas fuera del paraguero, rocíe con abundante agua toda la maldita sección de comics de importación, ante los gritos de pasmo y admiración de sus amigos. Que su paciencia es infinita aunque escuchen la misma coña estúpida sin gracia catorce veces seguidas. Y que por mucho que yo siempre fuese un poco outsider dentro del friquismo, o así me consideré yo por sentir ese lado ridículo que nadie más parecía ver, a uno se le pierden diez años cada vez que cruza la puerta de una tienda de comics o de rol.

Seguid ahí, chavales, seguid ahí. Alguien tiene que mantener a los dragones a raya, vivir en las nubes, hacer de la vida un sueño y convertir algún sueño en realidad. Y si los sueños son cutres y la literatura apesta, pues bueno, siempre será mejor que la de las etiquetas de las mandarinas.

7 comentarios:

  1. Por contribuir a la antología de topicazos que ha reúnido Aquel Outsider Que Durante Un Tiempo Llevó Como Nick El Nombre De Una De Las Casas De Ars Mágica: Los catalanes, qué rácanos son.

    ResponderEliminar
  2. me va gustando éste lugar. la primera vez que paso.
    me guardo el link en el bolsillo.

    ResponderEliminar
  3. Que si quedamos para quemar contenedores y seguir buzones. Puedes venir trajeado y con paraguas, yo iré tal que así, discretamente desnuda.

    Saludos!!!

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno. Tendrías que escribir más cosas sobre el universo friki, tú que lo has vivido, aunque fuera un poco como outsider. Sobre sus costumbres y gustos, sobre los lugares, los personajes característicos, sus frases y gestos, etc. Como si fuese un documental de La 2 o de Félix Rodríguez de la Fuente.

    ResponderEliminar
  5. Hecho unos zorros irá tu madre!
    Y es la etiqueta del departamento, que me obliga a ir así vestido.

    ResponderEliminar
  6. Perro, caaalla. Que es cariñoso sarcasmo, hombre. Y las generalidades fueron más mías que de nadie.

    Chica de Rojo, bienvenida, gracias, y que sepas que estás en la lista. De Google Reader. Avisada quedas.

    Solo digo una cosa, quemar contenedores sería algo tan curioso... ¡yo trabajé en un sitio en el que contábamos cuántos contenedores quemaban al año en Madrid! Buscaría el link pero es que tengo un pelín de prisa y una saboteadora que me distrae...

    Conde, pues igual no era mala idea dedicar unos días a contar mis días de friqui, hmmm.

    Y D., sí, la verdad es que bien mirado, ibas bastante corporativo.

    Sobre todo si debajo de el jersey hubieses llevado una camiseta de Leño, ¡Chamizo power!

    ResponderEliminar
  7. Que penita los ultramarinos donde antes estaba el Hard Vinyl... :_(

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.