serie de pestañeos
La vida, una serie de pestañeos.
La cortamos así, pestañeo, escena, pestañeo, escena, y ni notamos los pestañeos.
Pobres pestañeos.
Aunque a veces...
Un pestañeo, una herida.
Perdón, perdón.
Otro pestañeo, cosquillas.
Pues entonces, más pestañeos.
Y trampas. ¡Qué bonita mi bandera!
Madrid: Pista de patinaje artístico.
Madrid: Lugar de rescates, de bellos recuerdos. Donde me denunciaron por amenazas: precisamente.
Misterios, misterios. Qué cosas pasan, cómo tú por aquí, qué gracioso cambio de contexto.
(Y no es que "gracioso" sea la palabra, porque es gracioso pero también demasiadas cosas más como para ponerse a e, nu, me, rar, las).
La intuición, puta desertora, traidora infiel, escondida debajo de la cama.
...sin hacer. Que no que no, que estirar no es lo mismo que hacer.
Dormir, excusa para soñar.
Soñar rápido para despertar y contar qué se acaba de soñar.
El imperio de lo onírico, narrado casi en directo.
Así, una cafetera que se llenaba de agua.
Así, una serie de asesinatos en serie. Inconfesable, sí.
Pero no más que ese otro sueño mío.
Veo demasiado Dexter, supongo.
¿Y qué hay de las ventanas?
Las ventanas, instrumentos cada vez más arcanos que no dan al otro lado de la pared. Dan a otro tiempo y a otros lugares. Y cuando le da a uno por levantar una persiana, ras, el nuevo tiempo se abate sobre el cuarto que distraído iba tan feliz de la vida por su tiempo y con sus cosas.
Qué más, qué más...
El misterio, ah, el misterio. ¿Qué significan, en quienes no conocemos -porque no conocemos a tanta gente- esas sonrisas, esas miradas?
El catálogo de sonrisas de misteriosos significados. De miradas intrigantes. Ochocientas de cada, y aún contando.
La intuición, traidora de mierda, guarda silencio debajo de la cama, claro.
Observador al acecho, cazamariposas en ristre y casco de explorador. Ese que tenía un nombre que, una vez, recordé, y me valió un quesito de trivial.
Acecho, acecho. Azecho. Debería llevar zeta, esa palabra. Definitivamente: Azecho.
En fin.
Siempre nos quedará el empirismo.
Leo tantas veces esto
ResponderEliminarcomo se abren
y cierran
los ojos.
El bueno.
El malo.
No me creo que Piazzola haya conseguido meterse en esta cama sin hacer...
Pregunta a los de la secta por mí, ellos controlan las visitas
El bueno y el malo, je, siento como que alguien estuviese dejando a Eli Wallach fuera de la foto, ja ja. Pero la metáfora quedaría rarísima.
ResponderEliminarEn cualquier caso será por música, en esta cama.
Aunque tampoco es que yo tenga ni puta idea de tango, seguía una recomendación y, en cierta manera, yo creo que pegaba. Aunque claro, la lógica difusa, en fin.
Me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso.
¿Cuantos pestañeos preceden a una lágrima? No sé, se me ha ocurrido leyéndote. Me encantan los pestañeos que damos con los ojos cerrados, el parpado está cerrado pero se mueve, simula el pestañeo, yo lo llamo el pestañeo del sueño, quizá también exista cuando dormimos, quizá alguien haya demostrado que es así, pero yo nunca lo he visto ... estoy dormida, por tanto, en otro mundo.
ResponderEliminarMe ha gustado este post :) Besitos
Cada pestañeo lo he asociado con los ciclos del ritmo cerebral... (cada loco con su tema)
ResponderEliminar"Dormir, excusa para soñar.
Soñar rápido para despertar y contar qué se acaba de soñar.
El imperio de lo onírico, narrado casi en directo..."
Cuando dormimos (nivel Delta de consciencia) el ritmo viene a ser de 4 ciclos por segundo... Es decir que las neuronas producen cuatro sinapsis por segundo, en contraste con las veintiún descargas por segundo que producen cuando estamos despiertos, fase Beta... bla, bla, bla...
Lo que quiero decir es que es el momento en que el cerebro retiene más información, la impronta es mayor.
Así que sí, mima ese imperio y sueña, sueña...
Me guta el ritmo...
Por cierto, si no lo has hecho ya, te recomiendo que escuches la versión de "Naranjo en flor" de Calamaro, en "Honestidad Brutal"...
ResponderEliminarA mí me gusta más.
Oye, pero no vale escuchar la versión del 93 de Los Rodriguez del GoEar, que se oye muy mal, eh...
Muak!