Así que en la que aceptamos con alborozo (palabra que me hace muchísima gracia no sé si porque siempre me hace pensar en albornoz, y me imagino a la gente alborozada saliendo de la ducha toda pelo mojado y chanclas, silbante, feliz y perfumada) como nuestra primera cita, siendo yo el que elegía destino, nos fuimos a un bar a escuchar algo de blues en directo. Dicho así queda de lo más intelectual, en fin, la música en vivo y demás gaitas, pero sotto voce tengo que confesar que yo ahí fui solo porque me gusta el bar (uno de esos sótanos cuya mera existencia le hace a uno feliz) y tienen Grimbergen.
Pero ya que había concierto pues claro, había que verlo, y habrá que hablar de él, aunque sólo sea por corporativismo talleril.
El blues. Yo nunca he tenido muy claro qué es eso del blues, y lo pensaba anoche, ahí sentado haciendo manitas con la Muchacha, que para algo era nuestra primera cita, y claro, me abstenía muy mucho de manifestar mis dudas en voz alta, porque no quiero delatarme como un cabestro delante de ella y porque al fin y al cabo el sitio era pequeño y, de preguntar, podría responderme el propio cantante/guitarrista, que estaba al lado nuestro, como quien dice. Mi idea sobre el blues es que son canciones tristes, y un vistazo rápido a la wikipedia parece opinar parecido, alegando el uso de notas más graves de lo común para crear un aire, digamos, mustio, que imagino que viene a ser una traducción bastante literal de lo que yo siempre entendí por el blue inglés cuando blue no era un color ni un error tratando de escribir pegamento en buiri, digo guiri.
Me quedo pensando yo que vaya mierda de definición que también abarca el doom metal, el stoner rock y el sludge metal, como poco y así a bote pronto (sintiéndome algo reconfortado porque mis lagunas oceánicas tengo, pero mis frikadas me sé, algo es algo), pero en fin, qué se le va a hacer si como decía Elvis Costello escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura. Oyéndolo, el blues debe ser lo que yo siempre entendí como rock and roll, excepto cuando se pone lento y se convierte en lo que yo, que uno tiene sus prejuicios, siempre entendí como blues. ¡Qué coincidencia!
Y sonaba y sonaba bien, porque los músicos eran buenos y se compenetraban (además, se daban un par de circunstancias que a mí siempre me hacen propenso a que me guste un grupo, como que el guitarrista tocase sin púa o que el batería fuese siciliano. Cosa que, por otra parte, hasta anoche yo no sospechaba que me hacía dar puntos, pero así es), y hubo momentos realmente geniales cuando las dos guitarras o sobre todo el batería y el guitarrista estrellita (de la especie siempre reconocible por llevar el pelo más fashion y la camisa más hortera) se enredaban en alguna provocación rítmica y desmentían, por la coordinación, lo que de cualquier otra forma hubiese parecido improvisación pura, dura e inspirada.
Aunque lo que más me llamó la atención fue la reiteración del error: Había notas que yo escuchaba una vez, en mitad de un riff o de una melodía o un acorde o donde fuese, y me decía yo “uf, eso suena fatal”. Y cuando llegaba a uno de ellos, y ahí quiero sospechar que el guitarrista sí que llegaba por error, lo que hacía el hombre era insistir en ellos. Insistir en las zonas puntiagudas y sin pulir, hasta que pasaban a formar parte de la música. Y donde había error, pasaba a haber simplemente música.
Así que me fui a casa pensando que el blues, tal vez, consista en la reiteración del error como método para su redención, o reivindicación, o negación (o no, porque entonces el Drappery Falls de Opeth sería blues).
Es un decir, lo de irme a mi casa, porque aquí la muchacha ha tomado por costumbre proveerme por si me da por montar un estanco y hacerme de chofer, así que más bien fue ser llevado a casa a pesar de mis indicaciones y con una pequeña ruta turística que incluyó un lento desfilar por delante de cierto portal existente en el mismísimo centro geográfico del universo que yo claro, pero sobre todo ella se muere por cruzar varias veces al día.
Pero bueno. Cuando me siento culpable me consuelo pensando que mañana nos toca a Caracol y a mí, que nos la llevamos de paseo. O secuestro. O escapada. O fuga. O excursión.
Ah, tantos nombres con los que jugar. Qué placer.
Ah! la reiteración de los errores que termina convirtiéndose en música, en literatura (qué si no eran aquellas H mal colocadas de nuestro julito) o en belleza, simplemente belleza...
ResponderEliminar(ya habrá tiempo para desmitificar y descubrir la verdadera esencia del error, o tal vez dure una eternidad, no sé, qué cosa)
hola mozo, varios días a punto de dejarte algo y rajándome finalmente. Pero esta vez, has nombrado el Hogar, ese portal lleno de suspiros. Quise decirte que qué razón tenías, que la muchacha es cara de ver, que yo era una de esa lista de amistades pero ahora, y para acotar en ese mar de gente, te diré: bienvenido al palecete!!
ResponderEliminarAy David, David, David, con la de cosas que he tenido que escuchar salir de tu boca sobre lo pasteloso de mi blog... y mira tu por donde un par de meses más tarde...
ResponderEliminarArrieros somos etc...
A mi me pasa como a todos/as los demás... que me encanta leerte así!!!
Feliz Navidad a ti y a la muchacha del buen gusto musical!