26.10.07

susceptibilidad vs televisión



Escribía no hace mucho Hernán Casciari, mi gurú televisivo, sobre cómo la estupidez de cualquier colectivo es capaz de conseguir que quiten un anuncio de la televisión porque alguien lo ve, termina ofendidísimo, se queja y las televisiones retiran el anuncio en cuestión, y sigue avanzando el contador de gilipollismo. ¿Has visto el anuncio ese de esa hamburguesería del pollo que rescata un gatito, y la voz en off te vende un pollo dulce, y el pollo tira el gatito a la basura, y la voz en off te dice que el pollo también lo hay amargo? Espero que sí, porque en YouTube mis torpes tentativas no lo han encontrado. En fin, graciosísimo e ingenioso el anuncio, estrenado hace bien poco, y hoy ya los periódicos recogían que se ha quejado la organización correctísima de turno, que quiere mucho a los animalillos y dice que el anuncio promueve su maltrato, como si a mí, después de haberme reído con el anuncio, fuese a darme ganas de ir por ahí buscando gatos para tirarlos a contenedores de basura.

En fin, la gente es estúpida, bienintencionada pero estúpida, y estas cosas pasan. Aunque luego seamos tan hipócritas por decir que hay que ver los yanquis, que sale en la Superbowl Janet Jackson enseñando un pecho y montan un circo de escándalo y todos nos llevamos las manos a la cabeza y les llamamos imbéciles puritanos, y luego pasan cosas como estas todos los días en la publicidad (y pasan todos los días: Pulsa en el link del principio de este post, y podrás ver diez ejemplos, para empezar, de anuncios inquisicionados) y nadie dice mu.

Pues qué cojones: Mu. Mu. ¡MU!

Es muy bonito pensar que la gente de allí es así y la de allá es asá y en cambio nosotros ya ves, tan magníficos y tan estupendos, pero no es nada difícil romper esa estúpida pompa de jabón. Basta con recurrir a la tele y a la tele de los que no tenemos tele pero tenemos esto, un ordenador, que podemos usar para ver la tele. Basta con comparar alguna manifestación de nuestra cultura, tan magnífica y tan estupenda, con la de esos paletos cerriles que a la que pueden censuran un pecho. Porque según he leído la noticia mi mente, bobalicona y asociativa como buena mente matemática, y obsesa como parte mía que es, ha pensado en lo que últimamente trago a palo seco y sin moderación, es decir, en series de televisión, que al fin y al cabo, al ir dirigidas a una cierta sociedad son, como producto de las mismas y en cierta manera, un espejo de esa cierta sociedad.

Así, la última serie que me tiene enganchadísimo es Californication, con mi tocayo el señor David Duchovny haciendo de Hank Moody, un escritor que comparte nombre de pila con el alter-ego literario de Charles Bukowski y nombres de libros con Slayer (que como buen friqui que es uno no puede dejar de levantar una ceja cuando ve que los libros publicados por el genial señor Moody se llaman God Hates Us All, South of Heaven y Seasons in the Abyss, discos todos ellos de ese grupo, Slayer, y obras maestras los dos segundos). Pongamos esa serie, que habla de la vida de un escritor amargado y seductor que se pasa el día frustradísimo por no poder escribir, follándose a todo lo que se mueve e intentando, por el camino, recuperar a su ex-mujer y a su hija, y pongamos por otro a Los Hombres de Paco, producto ibérico que habla de las supuestamente divertidas peripecias de unos policías patosos, supuestamente entrañables.

Dirás, con razón, que no hay comparación, que las tramas no tienen nada que ver. Pero sí las subtramas. En Californication hay una menor, y también en Los Hombres de Paco. Y en Californication la menor en cuestión sale desnuda en un plano memorable, y el bueno de Hank, sistemático como es con sus principios, se la tira sin ningún miramiento y ya luego, cuando se entera de su edad, viene lo que viene, que es él preocupadísimo y esquivo, y ella tratando de reincidir a toda costa, y todo el asunto se trata de frente, con honestidad, sin miramientos y yendo al grano, y todo es sincero, creíble y realista, con un par. Mientras tanto, a este lado del Atlántico, nuestro país desacomplejado y moderno presenta una menor que coquetea con un adulto durante una infinidad de capítulos en los que tropiezan con mil tabúes y mil neuras hasta que la serie, malherida por una vil trama secundaria, degenera en un miserable culebron en modo pause hasta que la menor pase la barrera de los dieciocho y ya que los guionistas piensen qué hacer después que quedan capítulos para rato. Y mientras tanto todo es bucólico y todo es cogidísimo con las pinzas del temor, del tabú y del terreno minado del qué dirán.

En fin. Sostenemos, desde nuestras libres mentes llenas hasta arriba de prejuicios, que los americanos son bobos, ignorantes, incultos, gilipollas y estúpidos, mientras que nosotros somos listos, simpáticos, dicharacheros y aunque seamos más bajitos somos más guapos, como si mi diosa Scarlett Johansson fuese oriunda de San Sebastián de los Reyes. Sostenemos eso igual que creemos, y generalizo porque a mí estas cosas no me incluyen, aunque alguna habrá que sí porque humanos somos y en el camino nos encontraremos etc etc, igual que creemos, decía, en los horóscopos, en que la gente del Barça es mezquina, y demás prejuicios que, como son nuestros, no llamamos prejuicios. Cuando en realidad somos tan estúpidos y tan gilipollas como los yanquis, inexistentes y caricaturescos, de los que nos reímos. Basta ver alguna serie de calidad de allí para sentirlo, para notar el vértigo de la audacia, de la falta de complejos. Basta ver un capítulo de Weeds, de Californication, de Los Soprano. Basta ver cómo How I Met Your Mother coquetea con el consumo de marihuana, si puedo añadir esto después de haber mencionado a Weeds. Basta ver una temporada de cualquiera de esas series para luego poner la televisión aquí y saber que por mucho que hayamos salido del franquismo, que por mucho que seamos estupendísimos europeos que se oponen a las guerras imperialistas, seguimos siendo los mismos paletos que éramos hace cincuenta años.

Los mismos que seguiremos siendo, dentro de cincuenta años, si seguimos permitiendo la estupidez y la insultante falta de sentido del humor que demuestran esas gentes bienintencionadas y disfuncionales que ven un auncio de hamburguesas donde un tipo disfrazado de pollo intenta hacer un chiste y ellos leen un alegato al genocidio gatuno.

¡País!

Y luego querrá Rajoy que me sienta orgulloso de pertenecer a él.

4 comentarios:

  1. Hombre, en base a la televisión que se hace aquí, no creo que nadie en su sano juicio pudiera sentirse orgulloso. No te hacía falta comparar con esas series de EEUU para hacer ver las diferencias de nivel.

    Eso sí, no te quedes sólo en las series de TV: en cuestión de noticiarios sesgados y maratones de telepredicadores tambien nos dan sopas con onda!

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  2. Ah, por cierto! Lo de la referencia a Chinaski/Bukowsky era por completar el cupo de pedantería, no? Porque la referencia del nombre está más cogida por los pelos que una pelea de looooocas. ^__^

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  3. Hombre, tiene sentido; El personaje comparte unas cuantas características con los personajes del bueno de Buk.

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  4. No es por defender la censura pero piensa que lo mismo un niño puede estar viendo ese anuncio, luego ver a sus padres descojonarse de la risa con él y pensar que hacerle eso a los animales es divertido.

    Cuando se transmite hacia todo el público hay que medir las palabras e imágenes que se usan. Que las empresas prefieran hacerlo al revés es normal, cuanta más polémica mejor para ellos, más publicidad gratis.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.