Yo que venía hoy tan contento a hablar de cine y al final me tengo que poner la boina de peroratar. Hay que joderse. En fin: Luces, música y acción.
Andan revueltos las prensas y los blogs porque a James D. Watson, ganador de un premio Nobel en 1962 por descubrir, con Francis Crick, la doble hélice del ADN, se le ocurrió comentar en una entrevista al The Sunday Times que piensa él que los negros son menos inteligentes que los blancos, y anda indignada la gente porque el comentario, aparte de ser sumamente incorrecto, puede hacer un daño terrible, he llegado a leer por ahí, al venir de quien viene.
Yo, sinceramente, creo que el comentario a lo único que puede dañar es, por ignorancia, al prestigio de la misma ciencia: Tiene la gente la manía de asumir que todo lo que sale por la boca de un científico es la verdad absoluta y es materia de libro de texto de las generaciones por venir, porque, al fin y al cabo, esa gente se encarga de investigar la realidad, el mundo y esas cosas, y de intentar establecer verdades al respecto. ¿Y aún así un señor así suelta una gansada como esta? Y se frotan las manos los racistas, descubriéndose apoyados por un premio Nobel, tipo con caché para citar entre las referencias de uno, oiga, y se las llevan a la cabeza los defensores de la igualdad. Todas ellas actividades manuales para nada justificadas, por una de las ventajas esenciales de la ciencia frente a, digamos, y ya puestos por lanzar un par de salvas contra la cerrazón, la religión: Donde la segunda presenta dogmas de fe y verdades más allá de toda duda (tenga usted fe, señorita, y si quiere los papeles de la garantía ya si eso se los damos cuando se muera) la primera consiste, en esencia, en dudar de todo y en no creerse nada que no se pueda probar con todo el rigor que la más perversa mente lógica pueda exigir.
Y todo lo demás son hipótesis, y las hipótesis son lo que son, sugerencias, opiniones e ideas que pueden llevar a alguna parte o pueden quedarse en errores puros y duros. Pasa esto porque en ciencia no hay gente infalible sino personas de carne y hueso, que a veces tienen razón y a veces no. La ciencia, simplemente, tiene su método, su rigor y su lógica al servicio de descubrir, en sus asuntos, cuándo uno se equivoca, para poder asumir provisionalmente que tiene razón, y lo de provisionalmente es porque nunca se sabe si algún día va a llegar un cerebrito cambiando paradigmas y a echarle a uno por tierra el invento (le pasó al mismísimo Newton con su cosmología, así que le puede pasar a cualquiera). Pero fuera de ella un científico no es una persona imbuida en un aura de infalibilidad que va sentando cátedra y levita de un lado para otro. Un científico es alguien ordinario, y así los científicos hacen la compra, van al cine, se emborrachan, ven partidos de fútol, hacen lo que pueden para desfogarse sexualmente, madrugan, bostezan, se rascan y si pasan mucho sin lavarse huelen mal, como tú y como yo, y cuando opinan sobre algo sus opiniones son simplemente eso, opiniones, y valen exactamente lo que las tuyas o las mías. Darles razón por defecto es caer en la falacia lógica, y darles un privilegio que ni merecen, ni suelen desear, ni necesitan.
El señor Watson pasará a la historia por co-descubrir la hélice del ADN, indígnense por ello o no las hordas antirracistas, que igual quieren echar la genética por tierra porque uno de sus padres ha dicho una soberana tontería. Como antes Einstein pasó a la historia por revolucionar nuestra comprensión sobre la gravedad y el espaciotiempo aunque terminase pidiendo a gritos la construcción de bombas nucleares o no fuese un padre ejemplar, precisamente, con su primer hijo, epiléptico él. Como Gödel figura como el mayor lógico de todos los tiempos aunque fuese tan paranoico como para morir de hambre sospechando que "alguien" le envenenaba la comida. Como Newton será siempre reconocido y admirado como uno de los padres del cálculo moderno aunque fuese, como persona, un soberano capullo, y como Pitágoras será siempre considerado uno de los mejores matemáticos de la historia aunque fuese de esa clase de gente que por no cruzar un campo de habas prefiere que lo maten.
Porque la ciencia es así, busca la verdad, y es la verdad lo que reconoce y lo que homenajea. Tras ella, están las personas. Y las personas, esos seres con patas que son como tú y como yo, se equivocan, como tú y como yo, dicen gansadas, como tú y como yo, y tienen opiniones estúpidas. Porque no son ayatolás. Sólo son gente, como tú y como yo. Quien busque beatos, modelos de conducta y gente a la que admirar por su forma de ser, su ética y su moral, sin duda podrá encontrar en el panteón de la ciencia alguien a quien ponerle una velita (Bertrand Russell, al primer bote), pero igual que lo encontrará en casi cualquier lado. Encontrarlo será la pura cuestión de suerte que lo es siempre cualquier búsqueda en el lugar equivocado.
18.10.07
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Ser un científico reconocido y trabajar en pos de la "verdad" no implica que no puedas ser un racista y que a ciertas edades se te vaya la olla diciendo sandeces nada cientificas. Creer que lo que diga este tipo o lo que hayan dicho o hecho otros más de su estilo es una verdad incuestionable es de ser incuestionablemente estúpidos.
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