7.8.07

postcard from New York



Llegar a casa, abrir el buzón y encontrarse una postal es, ¿cómo decirlo?, una sonrisa. Es, definitivamente, una sonrisa. Uno llega esperando lo de siempre, la colección de cartas de Caja Madrid, la factura del teléfono y las dos hectáreas de selva amazónica recicladas como propaganda de pizzerías, supermercados y desintereses varios (pobres fotógrafos los que se dedican al detergente, qué penilla), y ahí en medio está esa media carta, abierta, indefensa, ávida de ser leída, al dorso de una foto por lo general buena (porque quienes me mandan postales tienen buen gusto, a excepción de Elena, que lo tiene pero por principios y como juego personal las mandaba feísimas aposta, cosa que compensaba largamente con las cargas más geniales y con más mala letra que he recibido nunca). Y uno olvida los bancos, las pizzerías y los desintereses varios y corre escaleras arriba, impaciente por soltarlo todo, darse la pausa necesaria para poner música, sentarse y leer, porque las postales se leen sentado y mirando en la dirección de la que más o menos proceden.

La postal de ayer vino de Nueva York. Es una foto de Times Square y la manda Rhiannon, la amiga yanqui de la cuadrilla, como quien dice. Hace lo que hace la gente en las postales, mandar recuerdos, preguntar qué tal y decir que qué bonito todo, excepto por lo de qué bonito, porque para ella aquello, en realidad, no es turismo, y por la parte final en la que con esa franqueza desconcertante cuenta las cosas que por lo general nunca se cuentan en las postales, y termina prometiendo detalles tras su vuelta.

Y yo me quedo sonriendo, muerto de envidia por alguien que mientras escribo esto está a tiro de piedra de Central Park, y pensando en lo que son las postales, en lo que implica mandarle algo a alguien sin importarnos por la privacidad, escrito en un papel abierto al mundo, indefenso ante los ojos del servicio postal, de los vecinos cotillas y del mundo entero, si al mundo, a los vecinos cotillas y a los carteros les diese por mirar, que supongo que no, y pienso que yo no podría ser cartero precisamente por culpa de las postales, ¿cómo no cogerlas todas, admirar (o poner a parir) la foto, cómo no leerla y sumergirse en el mundo de la foto visto a través de los ojos de quien dibuja su letra por el otro lado?

Me reitero; me gusta recibir postales. No es que reciba muchas. Aunque últimamente se están volviendo viajeras, las tres últimas cruzaron el Atlántico. Pero da igual. Cuantas menos, más seguridad de evitar convertirlas en una rutina. Me gusta que la gente ande por el mundo y se acuerde de mí, también. Pero sobre todo me gusta pensar que, en cierta manera, cuando uno manda una postal entonces, de alguna forma y al menos durante el instante que tarda la postal en ser buscada, encontrada, olvidada, recordada, escrita, olvidada y recordada otra vez y enviada el destinatario, en realidad, no está donde cree que está, viviendo en su ciudad, amargado por el humo de su tráfico y el relente de su asfalto, sino habitando, futuro sonriente sorprendido, la cabecita de la persona que manda la postal, y eso hace que en cierta manera, a pesar del madrugar para ir al trabajo, de tener que fregar el baño y la cocina, pasen cosas como que le hayan dado a uno un paseo por la Quinta Avenida, recuerdo pasajero, sin que se diese cuenta de ello hasta, precisamente, abrir el buzón y encontrarse Times Square de noche, entre un montón de cartas de banco y panfletos publicitarios rojos de envidia.



(La foto es de Eike Maschewski, www.lightinfusion.de)

7 comentarios:

  1. Y si tanto te gusta recibir postales, ¿por qué no mandas tú alguna de vez en cuando? ¿O soy la única (bueno, añadiendo a Fresquito) que te ha mandado postales y aún espera alguna de vuelta? ¿eh? ¿eh?

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  2. Eh, que yo he dicho que me guste recibirlas no quiere decir que me vaya a gustar enviarlas v_v

    No, en serio, tienes razón. ¿Por qué no las mando? Pues por tres razones, en orden de importancia:

    1. Porque soy un perro y un dejado y una mala persona...

    2. Porque no voy a ninguna parte digna de postaleo...

    y 3. Porque cuando fui a alguna parte, Budapest, me dejé el papelín con las direcciones y sólo mandé dos, a direcciones que me sabía de memoria.

    Pero vamos, que lo siento muchisísísísimo, que tienes más razón que una santa, y que ya me resarciré algún día si mi memoria de papel cebolla no lo impide. Palabra de mala persona :)

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  3. Mola recibir postales. Eres un ser afortunado.

    Yo no me quejo, me han mandado una carta ¡¡este año!! :)
    Mola recibir cartas y que como dices no sean bancarias

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  4. Se te ha olvidado decir algo: lo bonito que es recibir algo con letra a mano ..... Porque, no me lo negarás, ¡es muy bonito!

    Algo que vamos perdiendo, algo que ha caido en el olvido, algo que ya no recordamos hacer ....

    Como de costumbre, un placer desayunar contigo, hoy un poquito más tarde que otros días, cosas del veranito.

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  5. hace mucho que no recibo una postal. dos años, creo. pero a mi tb me encantan, y yo tampoco suelo mandarlas: tengo un problema con los sellos: yo las escribo, pero el paso de ponerle un sello y meterlas en un buzón... ahí troncha el plan-postal...

    En fin. Que QUIERO IR A NEW YORK YA!!!!!!!!!!!!!!!!

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  6. Verónica, te lo iba a discutir, porque me pierde discutir, pero tienes toda la razón del mundo.

    Y no tenemos por qué ir perdiéndolo. Yo creo que no lo voy perdiendo. De vez en cuando mando alguna carta, todavía. Que suele ser más una putada que un regalo, pero la intención es dejar algo escrito con MÍ (horrenda) letra.

    Y Vega, caray, dos años. Haz lo que yo, dale a la gente la lata y tu dirección, siempre hay algún alma cándida que cae. Se argumentará que no es lo mismo recibirla de sorpresa que ser un brasas pidiendo postales... pero no sé, ese argumento sería el mismo que valdría para decir que aquí o sexo con alguien o nada, y eso del nada de nada es un coñazo, hmmm. No sé si me explico, pero no puedo ser más explícito que no tengo el parental advisory.

    Y lo de ponerles el sello me da igual, pero el momentazo de echarlas al buzón, y de pasar los días siguientes imaginando la postal dando tumbos en la panza de un avión, bailando en la saca de un cartero y saltando dentro de un buzón... es lo que le da gracia al asunto, también.

    Y yo también quiero ir a Nueva York. Ya sabes, si me toca el euromillón, te invito a un café allí ;)

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  7. A mí me gusta mandar postales (recibirlas también, claro). Soy de las almaas cándidas de David, supongo. Mmmmmmmm. Espero que sea un cumplido y no un sinónimo de otra cosa...

    Por cierto (y siguiendo un comentario del otro día en mi blog), lo que piensas es sofisticado. Y lo que escribes bonito - el otro día me dijeron que "bonito" es la palabra que mejor define lo que nos gusta a los seres humanos.

    Pues eso.

    Un beso (a ver si apruebo, me destinan a Nueva York y nos tomamos el café todos juntos).
    K

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.