29.7.07

esto me pasa por ser de ciencias...



Sale el tema de la mitología, surge la pregunta de cómo se llamaba aquel hombre que fue condenado en el infierno a llevar una roca ladera arriba, pero que siempre se le caía y tenía que volver abajo a empezar de cero. Yo, en un alarde de memoria sacada de no sé bien dónde dije "Sísifo", y aquí los elitistas de las letras, y no señalo a nadie, menearon sus corporativas cabezas y dijeron "no, no: No era Sísifo, era otro".

Pues sí que lo era.

La pregunta es ¿qué hacíamos hablando de mitología un sábado por la noche, a la altura heroica de la quinta copa? Pues divertirnos. Desvariar. Seguir la evolución, caótica y caprichosa, de una conversación que había nacido al hilo de un debate sobre sexo y que terminó horas y copas más tarde con tu seguro servidor contándole a una chiquilla de diecinueve años que la madurez es ver a las chiquillas de dieciocho años y descubrir que lo que en su día era un "qué tía más buena" automático ahora se ha convertido en un "qué niña más guapa" (a partir de las ocho o diez copas uno pierde bastante tacto, supongo) para terminar finalmente discutiendo sobre los papeles de Sancho y Quijote en adivina qué libro.

Pero a lo que iba. Hablamos de mitología, y mi agente contó una historia que yo no conocía, la de Eco, historia que yo no voy a repetir aquí y en la que no incluyo un link a la Wikipedia porque Vero tuvo una forma absolutamente novelesca y cautivadora de contar la historia y yo simplemente haría una copia de mala calidad (un eco). Y porque espero que algún día la cuente ella en su blog. Y hablamos de eso y de qué es el eco, en realidad, y eso nos llevó a discutir sobre ciencia y mitología, y ya se sabe cómo terminan esas charlas: Se forman bandos, se elije cabeza o corazón, y se discute con saña contra el otro bando sin cuartel ni más piedad que la que se concede al otro para que haga cosas como a) pedir una copa o b) ir al baño o c) desaparecer para saludar a un tío y una prima que asoman la cabeza al bar. Actitud estúpida por lo polar, por la renuncia a la belleza del otro bando. Porque los mitos son hermosos, pero también lo es la herencia de la lógica. Porque es genial escuchar a Vero hablar de la pobre Eco, pero también lo es comprender por qué Venus sólo puede verse al amanecer o al anochecer, o por qué no puede abrirse un congelador al momento de haberlo cerrado.

Interpretamos el mundo, inventamos el mundo. Inventamos el mundo, hacemos películas que no son reales, que fantasean a partir de una base más o menos coherente con nuestros paradigmas para inventar sucesos no reales, las más de las veces, pero luego cuando nos ponemos a discutir podemos, sobre todo los de mi bando habitual, volvernos unos estúpidos que le niegan a la invención y a la fantasía su valor, simplemente por ser literatura, o lo que es lo mismo, por ser mentira. Y de la otra trinchera nos responden con fuego granizado, con arranques de romanticismo, con negaciones de la realidad en favor de la fantasía. Como si alguien pudiese dañarla. Como si a alguien pudiese importarle que el eco sea simplemente el reflejo de una onda en una superficie a la hora de apreciar la belleza de una historia, o como si la belleza intrínseca al hecho físico tuviese que producirse a costa de la del mito.

Yo tiro las armas. Deserto, me rindo, me declaro pacifista, llámalo como quieras. Levanto un trapo blanco al viento, me arranco a cantar, camino por entre la tierra de nadie, saltando alambradas y esquivando cráteres de obuses, y me voy a buscar un prado donde tirarme a pensar y a entender, y también a inventar y a soñar. Y quien quiera que se venga, y que traiga para contar todas las historias que conozca y todas las teorías que recuerde. Y la próxima vez que se me reconozca mi estatus de desertor y se me de el beneficio de la duda. Porque sí que era Sísifo, padre de Ulises, y servidor se merecía un chiquipunto, que ganarlos en campo ajeno siempre tiene más mérito.

Y así termina esta semana. Mañana empezamos con los retratos más [insertar aquí adjetivo por definir] de mi club de fans. Feliz semana.

La canción no tiene que ver con nada. Excepto con tener 19 años, otra vez, imagino. Y con que tenía una escucha pendiente porque durante el viaje de ida al pueblo al cd le dio por hacer scratching precisamente cuando le tocaba al Rober empezar a cantar.

2 comentarios:

  1. vero, desde aquí te lo digo: haz el favor de contar ya la historia de eco a tu novelesca y estupenda manera!!!!!!!!
    hay que recoger firmas??

    y david: a mi lo de ser de ciencias o ser de letras siempre me ha parecido una gilipollez es como ser de kas naranja o kas limón... pero tengo un post escrito sobre una novela escrita por alguien de ciencias así que dejo este tema para no repetirme...

    coño, a veces una le da al play encantada!!!! bien es cierto que pocas, pero bueno, algo es algo!!

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  2. Yo soy de Humanidades, entendiendo esta disciplina de manera iconoclasta, según dicen los que me escuchan. Humanidades... pues son lo que han hecho los humanos. Todas las cosas. Estoy de acuerdo contigo, Vega, en que es una división artificial y artificiosa. Soy de todo.

    Hala.

    (Y a mí también me ha encantado la canción...
    soy Evaristo, el rey de la baraja
    vivo entre rejas, antes era chapista...)

    Besos,
    K

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.