23.7.07

el gran misterio de las cabezas ajenas



¿Quién no se ha preguntado un par de miles de millones de veces qué estarán pensando las cabezas de los demás? A mí me pasa muy a menudo. Aunque sospecho que pienso más a menudo, con bastante frustración y alguna que otra taquicardia, en lo que probablemente no estén pensando las cabezas ajenas (sobre todo si son cabezas de mujeres, si son bonitas cabezas sobre hermosos cuerpos). Pero igual da una cosa que la otra. Coges un cráneo, lo atiborras de neuronas (entre las cuales debe quedar alguna sana para hacer la conexión), le das cuerda y a sorprenderse, a fantasear.

Yo hoy iba a escribir sobre otra cosa. Sobre los viajes místicos por caminos de monte cambiantes, lo maravilloso que soy recorriendo marcha atrás caminos forestales y la de filosofía que se puede hacer perdido por la montaña; ya sabes, un rollo sobre el viaje como metáfora de la existencia y bla bla bla. Seguro que quedaba algo monísimo, alguna tontería de esas que a veces hasta le terminan gustando a alguien, para sorpresa mía y para alimentar más fantasías sobre en qué estará pensando la gente. Pero no es posible. En el entorno de mi ventana, en su entorno sonoro, quiero decir, o sea, a una distancia desde la cual los gritos pueden colarse por ella, hay alguien vociferando desde hace cosa de media hora. Y no puede ser nada serio porque no se han escuchado sirenas de ningún tipo. Y a mí al principio me daba igual, porque muchísimas cosas me dan igual, claro, pero con el tiempo a uno le pica el gusanillo, así que me he aplicado y lo único que he conseguido comprender es un grito que ha repetido docenas de veces seguidas que era algo así como "¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!! ¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!! ¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!!" Una y otra vez, con los descansos justos para respirar, para que el grito se aleje por las paredes de la calle, mezclado con las palmas que toca alguien más lejos y el rumor constante del tráfico. Hay va ha va ha ha hay va ha, más o menos, sí: Estoy razonablemente convencido de que era eso lo que decía. Estoy también razonablemente convencido de que el tipo que gritaba no es un extranjero diciendo algo en su idioma, también por la ausencia de sirenas de cualquier clase (consideraciones sobre la xenofobia policial o los prejuicios al margen, suele ser un algoritmo de confianza). Y también de que el tipo se lo estaba pasando bien gritando eso. No sonaba cabreado. Sonaba repetitivo. Sonaba o como si se lo estuviese pasando de maravilla gritando ¡¡¡HAY VA HA VA HA HA HAY VA HA!!! o como si no fuese consciente de la inmensidad de actividades interesantes que puede haber al margen de gritar esas palabras sin sentido. Sonaba como la clase de gritos inconexos que yo, que para algo soy de campo, asocio a los que emiten las gentes del monte cuando tratan con animales, que al fin y al cabo sacan más en claro del volumen y el tono de voz de uno que de su gramática o sus metáforas. Pero no me imagino a nadie conduciendo ganado por la calle ni intentando espantar un oso de un portal, la verdad.

Así que mi proyecto de post filosófico/místico/rimbombante se ha ido al garete. Sólo queda la intención, tenaz y psicodélica, que manifestaba la canción de Kula Shaker, puesta ahí para algo y que ahora me da reparo quitar, pobrecita ella. Y el tipo se ha callado y ahora ya no queda nada (aparte de ese otro alguien que da palmas y los coches que pasan). Porque la gente piensa en sus cosas, misteriosas y extrañas, pero a veces cambian de tema y otras veces se van a pensarlas a otra parte (no me es muy difícil imaginar caras de sorpresa calle arriba o calle abajo al paso de un hombre que va gritando hay va ha va ha ha hay va ha. Y bien pensado tampoco es tan raro. Cuando llegué a casa, a la hora de comer, rumiando esta tontería mía que pensaba que iba a ir a peor pero que se me ha ido mediante el uso intensivo de estropajo y detergente (sobre el baño y la cocina; nada de enjuage y fricciones introspectivas. Aunque es una idea para otro día), alguien, en un piso de los de enfrente, tenía puesto a todo volumen la música típica que yo asocio a un kebab (turca, supongo, aunque tengo lagunas con esa música). La asocio hasta el punto no ya de salivar mientras la oía, sino de hacerlo ahora mientras la recuerdo (y oírla a la hora de comer y recordarla a la de cenar no ayuda). Los vecinos tamién ponen sus músicas, aunque un empacho de villancicos en Navidad ha conseguido que mi mente ignore totalmente todo lo que suena de mi techo para arriba. Yo juego al despiste, hoy toca el post-rock, mañana el death metal melódico progresivo; pasado igual una rondita de rock setentero, y al otro una batida por los grupos de The End Records, en un intento no del todo inconsciente de lograr que nadie consiga definir nunca cuál es la música que me gusta (más que nada por amor propio: Si yo mismo no puedo decirlo no vamos a tolerar que cualquiera que no sea yo se haga una idea, ¿no?). Y cada coche, con sus ventanas bajadas y su fugaz universo musical con efecto doppler incorporado (le pisa la gente al pedal, por aquí), le añade picante a todo.

Vivo en un barrio que es un escándalo. Excepto a las siete de la mañana, que a veces parece tan muerto que más de un día yo he ido hacia el metro, camino del trabajo, con la mosca detrás de la oreja, pensando si no sería festivo (pero no, ni en broma: en un festivo habría más gente). Es un barrio en el que al principio dormir es un asunto delicado, porque en cualquier momento alguien puede considerar la acera bajo la ventana como el mejor sitio para saludar a alguien (a gritos), hacerle a alguien un comentario (a voces) o despedirse de la novia (con dos besos y quince alaridos). Y las primeras noches yo pensé que un propenso al no dormir como yo lo iba a tener jodido alguna noche, pero resulta que no, que todo ese caos, esa cacofonía voraz, esta orgía de decibelios no me molesta demasiado para dormir. Y creo que sé por qué es: Porque, intuyo, algo de mí utiliza todo esto para fingir el ruido del viento, para disfrazarlo de oleaje, y para, de alguna manera, invocar el mar al paso de cada coche, y abolir su intolerable lejanía. Lo cuál tiene mucho sentido porque al fin y al cabo cuando más termino echando del mar, creo, es mientras duermo. Ese latido denso del corazón de un dios que no existe, que escribí por ahí. Cualquier cosa es buena para que no le maten a uno de envidia quienes andan chapoteando a las orillas de esos mares que ahí por ahí.

Y reconozco el timbre y reconozco la voz (uno tiene sus tablas reconociendo voces después de tantas canciones): Oh maravilla, el tipo del hay va ha etcétera ha vuelto, y se está arrancando con una jota zaragozana. No es coña. Qué prodigio de voz, qué entusiasmo. Y qué curiosidad, ¿durante cuánto tiempo puede uno gritar sin parar?

¡Adoro mi barrio!

Y yo quiero participar. Así que adelante con Kula Shaker, y veamos cómo suena la calle si además yo pongo esto,

7 comentarios:

  1. Me resulta tan cargante y pedante-wannabe tu obsesión de querer erigirte en ente único y singular a través de la música tan diferente que quieres que los demás sepan que escuchas, que desde aquí, desde mi cátedra, te escupo a la cara y te llamo puta.

    Ptuf!

    Puta.

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  2. Sólo pasaba por aquí a dejarte un saludito. Me ha gustado el inventario de ruidos de tu barrio. Pero ahora mismo necesito silencio. Shhhhhhhhh...

    Un beso,
    K

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  3. Sergio, no necesito hablar de música para erigirme en ente único y singular: Ya sé que soy un ente único y singular, cosa que tampoco tiene ningún mérito porque los hay a patadas (tú mismo, sin ir más lejos).

    Por lo demás, cuando hablaba ahí arriba de música no lo hacía para que nadie sepa que la escucho. No sé qué estoy escribiendo de forma totalmente consciente mientras lo escribo así que algo tan premeditado se me escapa. Lo que sí es cierto es que estoy muy orgulloso de la música que escucho. Pero sé que sigo siendo un patán cuando por ejemplo te leo y pienso que tienes razón al menos en lo de la cátedra.

    Respecto a lo de cargante y pedante-wannabe, también podemos hablar de tu manía de plantarte como malote en el mundo este de los blogs. Pero pa qué. En fin, ya sabes que te quiero un montón así que desde el cariño vete un ratito a tomar por el culo, si encuentras quien quiera taladrar esa costra de pus y desgarros que tienes por esfinter.

    Kika, saludos y un beso para ti también y a mandar, shhh...

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  4. Eso que has hecho de contrarrestar un comentario como el mio -que reconozco que era pretendidamente tocahuevos- respondiendome con un par de amorosas caricias en el lomo y una propuesta velada de sexo anal me ha dejado un tanto descolocado. Entre tanto, y mientras me lo pienso, quiero que sepas que ¡yo tambien te quiero! ¡muac!

    PD: La de malote es una pose que abandoné en el mismo instante en el que posteé la primera foto de mis gatitos. ^__^

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  5. ¿A que no sabes a quiénes estoy echando de menos en este momento?

    ¡Ay!...

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  6. A mi me encanta meterme en las cabezas ajenas, es más, confieso que en mis momentos de soledad es uno de mis pasatiempos favoritos. Me gusta pensar que voy por la calle y no hay fachadas en las casas, a cada paso veo cómo vive la gente y de lo que hablan, aunque ellos no pueden verme. Quizá que sea la fan número n de "La ventana indiscreta" tiene algo que ver.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.