20.5.07

bodas con sus estadísticas

La mayoría de mis amigos son más jóvenes que yo, y aún están en esa edad en la que, curiosamente, la gente tiene más ganas de firmar hipotecas que de pasar por vicarías. Creo que esa es la razón principal por la que voy de bodas bastante menos de lo que por lo visto es lo habitual. Y en fin, aunque hace un par de años fuese a otra de un antiguo amigo del instituto, creo que puedo contar esta boda del lunes como la primera boda a la que asisto de forma "oficial", es decir, que yo era el gran pardillo de todo aquello, el único que no sabía qué iba a ocurrir en cada momento, el tipo al que todo le pillaba de sorpresa y que no paraba de preguntar cuándo, exactamente, empezaba la barra libre.

Pienso en ello, en mi escasísima experiencia en bodas, cuando busco razones para justificar lo bien que me lo he pasado estos días. Me digo que tal vez no haya sido para tanto, que todas sean así y que, simplemente, lo que pasa es que no voy casi nunca a una. Lo pienso por esta manía de intentar buscar varias explicaciones para las cosas, para no centrarme sólo en una posibilidad, pero luego toca aplicar la chuchilla de Occam y las cosas como son: Si me lo he pasado de puta madre este fin de semana no ha sido por ir a una boda, sino por ir a la boda de Miguel y Blanca, con todos los amigos del pueblo (amigos que no aceptan esa restricción y que llenan todas las partes de mi vida, amigos que uno puede encontrarse al lado en Budapest, en Amsterdam, en Asturias o donde toque el billete del avión).

Mi falta de experiencia me impide darle una nota a la boda; simplemente no tengo suficiente con lo que compararlo, es todo demasiado único. Así que lo único que se me ocurre hacer con la boda es atenerme a eso, a lo único de la experiencia para mí, a las observaciones absurdas de este invitado torpe que fui yo.

Lo primero que se me ocurre contar es el atasco que había en todas y cada una de las calles de Madrid que yo necesitaba cruzar el viernes para ir a buscar a mi agente al curro, atasco que me hizo llegar un poco tarde y que se volvió absurdamente divertido cuando, ya rumbo a los montes, recordé que me había dejado la corbata en casa (colgando de la puerta del armario, donde en teoría habría sido imposible no verla). Lo segundo, la parada en boxes a la altura de Móstoles, donde mi agente me presentó a su nuevo y flamante sobrino. Javi, el padre y uno de los tipos que más admiro yo en este mundo, nos preguntó por la boda, cuando ya nos íbamos, sin duda intentando distraer a Vero para que dejase en paz a Marco, que sólo le faltó echarle agua encima para ver si conseguía despertarlo. Y la pregunta en cuestión fue "¿y al final con quién se casa, con Miguel?". Nos quedamos un rato callados meditando la respuesta, y respondimos que sospechábamos que sí. En estas cosas nunca se sabe ni se tiene la certeza absoluta de nada, pero el hecho de que lleven saliendo juntos unos ochocientos años y no haber oído ningún apocalíptico estos últimos días invitaban al optimismo respecto a los integrantes de la pareja definitiva (al final acertamos).

Luego ya nada nos distrajo hasta que llegamos al pueblo, donde la novia y una cuadrilla de voluntariosas amigas y algún renqueante y extremadamente vago amigo ayudaban a preparar la iglesia. Sí, sí, primera sorpresa del día: Resulta que las iglesias se preparan, que no son lo mismo un día de boda que un día de, no sé, misa diaria y ya, por lo visto. Se ponen alfombras, se meten flores por los rincones y, en general, se intenta que una iglesia tan fea como la de nuestro pueblo lo parezca un poco menos (el intento, en mi opinión, era un fracaso absurdo: Fracaso porque no se arreglaba nada, y absurdo porque con Blanca en la iglesia nadie se iba a fijar en la estructura sin gracia o en el horrible color de las paredes). Esa tarde dio para poca cosa; establecimos mi primo y yo el campamento base en el bar que, como mandan las leyes no escritas, siempre hay justo al lado de cada iglesia, para los ateos y los fieles a otros dioses como, digamos, Mahou. Tiempo justo para cenar, intentar dormir un rato (sumaba nueve horas de sueño en las dos noches anteriores) sin conseguirlo del todo por la bonita costumbre de la gente de llamarte tres veces por teléfono cuando sólo tienes media hora para dormir, y luego salir para celebrar la última noche de soltería de los invitantes. Nos fuimos a dormir a las cinco de la mañana, con la concurrencia dividida en su asombro: Algunos se extrañaban de que nos hubiésemos quedado hasta tan tarde, y a otros nos parecía rarísimo ir camino de casa tan pronto. Al día siguiente vimos cómo la igualdad de sexos es una falacia; las mujeres se fueron en manada a tomar una peluquería al asalto y entre los hombres división de agendas, algunos habían quedado para limpiar el coche (un flamante Audi A6 que el Guiña, sospecho, robó de su trabajo) a las once, y todos, a las doce, para tomarnos unas cañas. Así que yo puse mi despertador a la una, porque en algún momento debería dormir. Luego no da mucho tiempo a casi nada; las cañas, comer, otra siesta (casi sin llamadas telefónicas), y ala, a ducharse, vestirse, ir al baño, volver a ir al baño sospechando que eso deben ser los nervios y rezando para que el sistema digestivo no se ponga en modo muyaidín, descubrir en un ataque de pánico que había olvidado cómo se hacía el nudo de mi a estas alturas súmamente famosa corbata, y conseguir, al final, una especie de nudo informal que dio el pego y que, en cualquier caso, sirvió para demostrar que voy marcando tendencias. ¿Quién dice que el nudo tiene que estar bien hecho, que la camisa tiene que ser de manga larga o que la camisa y la corbata tengan que ser de colores diferentes? Recuerdo a Juan, quejándoseme de todo esto mientras yo le respondía a cada comentario con un alegre y amigable "cállate", para justo entonces cruzarnos con una viejecilla que nos dijo "¡qué guapos que vais!". Y yo girándome hacia Juan diciendo ¿lo ves, lo ves?

Los pueblos son como son, así que delante de la iglesia, un día de boda, se junta siempre un buen montón de gente que va exclusivamente a mirar cómo van los invitados y sobre todo, que para algo es su día, cómo van los novios. Pero tampoco podían extrañarse tanto de vernos así como me extrañaba yo mismo. De todas formas hubo quien nos sugirió, ante lo relamidos y petulantes que íbamos, que nos vistiésemos siempre así durante las fiestas, idea bonita pero que se intuye cara y poco práctica así que no creo que sea tomada en consideración de aquí a septiembre. Empezó la boda en sí y me pilló en el último sitio donde a priori se podría imaginarme; ¡dentro de la iglesia! Conseguí aguantar un minuto, antes de salir en estampida rumbo al bar, con la excusa de ir a buscar a un grupo de amigos a los que había dejado fuera, solo que de regreso al campamento base, con una caña en una mano y el móvil en la otra, descubrí que no, que habían entrado detrás de mí. Por cierto, que es cosa complicada, por lo visto, escapar de una boda o entrar si llegas tarde; la puerta estaba cerrada a cal y canto, aunque después de un rato de forcejeo conseguí franquearla. En la tele del bar Nadal ganaba su último partido de la racha de victorias en tierra batida y yo hablaba con los primos del novio que habían preferido empezar la celebración en ese otro ambiente tan familiar y tan acogedor. Al momento apareció Fernando, uno de los que yo pensaba fuera y al que al final di la excusa perfecta para salir, y ahí estuvimos, trajinando cervezas, hasta que por fin se terminó la misa y salieron todos con esa lentitud desquiciante que debe ser la herencia de los dos mil años de inmovilismo católico. La única faena, hasta entonces, fue que con eso de militar el ateísmo etílico un rato, nos perdimos el discurso del David, pero bueno, uno también puede emocionarse con los resúmenes, que no son lo mismo pero algo es algo. Después descubrí que la idea era meterse en un bar hasta la hora de salida de los autobuses, y que el bar del antes y del durante no debe ser el mismo bar que el de después de la boda: que se note el cambio del orden de cosas de la realidad. Así que ahí estuvimos, conmigo intentando que alguien me hiciese un pequeño book de imágenes con el que poder satisfacer todas las peticiones que he recibido de verme encorbatado y en modo decente, hasta que llegaron los autobuses y resolvieron el pequeño problemilla de cómo darles la vuelta en un pueblo cuyo ancho de las calles no es que sea precisamente generoso y donde la plaza está tomada siempre por coches en doble fila y maceteros destinados a hacer la puñeta a cualquier conductor de vehículos grandes. Montamos en los autobuses empuñando un megáfono y acojonados por la contundencia de nuestra conductora, primero, y cocidos por su uso (o su falta) del aire acondicionado. Y ala, al sitio de la cena, a ver caer el sol tomando vinos y copas y cervezas y asediando a los camareros que iban con bandejas con comida; la eterna batalla entre los depredadores y las presas. Para aumentar el parecido de aquello con un documental sobre naturaleza salvaje teníamos cámara de televisión, aunque tuvo que ser de Castilla La Mancha Televisión, en vez de del National Geographic. Se fue el sol y comenzó la cena, después de conatos de motín por parte de los fumadores que descubrieron que tenían que desplazarse unos cinco o seis metros para poder echarse un cigarro. Respecto a la cena en sí me siento aún más desautorizado todavía para opinar, porque como a mí siempre me gusta todo soy un juez pésimo: todo me supo riquísimo. Fue durante la cena cuando me llevé el disgusto de la noche. Estaba yo cenando tan feliz y tan contento cuando vi una muchacha guapa caminar sola por entre las mesas, y yo, que como soy tonto a veces me creo eso de que en las bodas se liga mucho, me dije ea, vamos a probar, así que me levanté, me acerqué con mis andares más seductores, y la dije hola y me puse a decirle que no había podido evitar fijarme en ella y en lo guapa que iba. Pero como era la novia no había nada que hacer; ya es mala suerte, también. Y fin de la cena y principio del baile. El poder seductor de mi corbata comenzó a manifestar sus extrañas influencias, y el único que se ofreció a bailar conmigo el vals fue el Luija, lástima que cuando por fin nos decidimos decidiesen quitar la música. Entonces toda mi depresión de bailarín frustrado desapareció cuando descubrí que ESE era el momento en el que la barra libre era declarada, y las horas siguientes fueron un trajín constante de copas y bailes (como pasa siempre bastante asimétrico; primero atacando a conciencia a la bebida, y luego ya dedicándole su atención al baile). Los reporteros entrevistaban a la gente, nosotros íbamos o veníamos, a ratos te descubrías sentado al fresco hablando de escritores sudamericanos y a ratos discutiendo sobre la sexualidad de las mujeres con, ejem ejem, un experto en la materia. Pasaron las horas, la música fue dando tumbos hacia sus mejores momentos (sin duda El Aire de la Calle de Los Delinqüentes y, la apoteosis, la versión de Rumore de Soziedad Alkohólika), y finalmente la barra libre murió y nos volvimos al pueblo, donde la noche anterior el novio había negociado con el dueño de un bar que lo tendría abierto para acogernos y surtirnos cuando huyésemos monte arriba.

Respecto a la corbata y sus efectos, éxito total aunque la estadística en cuanto a géneros quedó fatal; de las ocho personas que me tocaron el culo ¡seis eran tíos! Aunque como decía una de las mujeres implicadas, si lo contase por número de tocamientos y no por cabezas quedaba algo mucho más alentador.

Y hoy volvíamos a Madrid con un algo de sensación incoherente de deber cumplido, de habernos librado por fin de aguantar a Blanca preguntándole a Miguel que cuándo narices le iba a pedir el matrimonio, y de alegría de haberles visto tan felices y tan contentos. Y también, por qué no, de imaginar lo tranquilos que se han tenido que quedar ahora que la boda ha quedado atrás y ya no hay que hablar con curas ni hacer degustaciones de menús ni encargar tarjetas ni resolver los mil millones de detalles que, intuyo en la distancia, conllevan estas cosas: Ahora, todo lo más, hacer las maletas, coger el avión e irse a la luna de miel, a ver lugares nuevos y pegarse revolcones en lugares exóticos.

Se lo han ganado, se lo merecen, y no tiene mucho sentido desearles que sean felices porque se les adivina felicidad para rato.

12 comentarios:

  1. jajaja. esperaba tu crónica de la boda (yo me apunto a la lista del book, quiero ver el nudo informal). no creo que debas atribuirle el éxito a la corbata dado q lo que te tocaban era el culo...
    nosotros vivimos una comuníón hilarante con el cura SENTADO y haciendo bonitas encuestas a los niños sobre lo duro q es aceptar que tus amigos te dejen tirado y se vayan con otros (recordemos q los niños tienen 9 años...) en fin: me alegra q os divirtieseis todos tanto!!

    ResponderEliminar
  2. Yo era una de las muchas espectadoras que fue a ver a los novios y a los invitados dentro de sus trajes. No tengo por costumbre ir, creo que es la primera vez que he ido a ver el evento. Los novios guapísimos. La novia muy sencilla, muy bella, y con elegancia lucia su vestido y una amplia cola. He de decir que hubo una juventudes repleta de elegancia, guapísimos. Hice una sola foto, pero de espaldas, no me atrevía ha hacerla de cara. Me gustó como ibas :-)), zapato negro, pantalón gris, camisa roja o color vino, y chaqueta tono turquesa o azul índigo, la corbata no lo recuerdo, es más ni me dio tiempo a verla jajajaja.

    Enhorabuena a los novios y los deseo mucha felidad.

    ResponderEliminar
  3. Jo , que envidia! Yo hace tanto que no voy de boda... Hace 2 años fui a 5 en el mismo verano y el año pasado a 3...
    Este año estoy invitada a 1 y todavía no sé si iré...

    Nada, que pronto nos vemos celebrando las bodas en los despachos de los notarios con unas patatas y unas olivas!

    ResponderEliminar
  4. si, si, si...y luego cuando se te busca para sacarte a bailar te escaqueas y te escondes V_V
    Los resúmenes, por supuesto, no tienen ni punto de comparación con lo que el mamón de David consiguió en la iglesia (hasta me dió pie a motivarle a la escritura, porque oye, nunca viene mal más de un agenciado....:D)
    Y si, alguien debería avisarte que no se le puede entrar a la novia el día de su boda!

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  7. un vistazo rápido a las fotos: se confirma que la novia estaba (quizá porq lo sea) muy guapa, lo que medio disculpa que la entrases...

    a mi me parece que el nudo es correctísimo, o lo disimula muy bien!! yo me esperaba algo más transgresor, David...

    ResponderEliminar
  8. Lo es, lo es, es guapa, y estaba tremenda.

    Pues chica, me llovieron las críticas por el nudo, su flojera y demás. Aunque ahora que lo pienso tal vez fuese la envidia hablando por la boca de la gente, no me consta que sus culetes recibiesen el festín de caricias que así con la tontería se llevaron mis posaderas, ja ja.

    ResponderEliminar
  9. Pero cómo se ven las fotos? (¿Soy lerda o es que hay que pedir que me mandes el book?) Yo tengo muchas historietas de BBCE*(la mejor: una en la que el cura dio el sermón citando canciones) y unas pocas amigas casadas. Este año se me casa el primer amigo...

    En fin, que me alegro de que estuvieras guapo y todo saliera bien. Y soy como tú. A mí en las bodas siempre me parece que todo está muy bueno...

    (*BBCE = Bodas Bautizos Comuniones y Eventos - incluyendo velatorios y funerales...)

    Besos,
    K

    ResponderEliminar
  10. No se poque hs quitado los enlaces, yo no te dije eso. No las pribes de ver tu combinación de rojos en camisa y corbata.

    ResponderEliminar
  11. No os puedo responder a ninguno de los dos, Kika, David, lo siento. Llevo un rato escribiendo y borrando y no sale nada coherente ni que no parezca mil cosas. Y en vista de la experiencia previa mejor me callo.

    Lo dicho, lo siento.

    ResponderEliminar
  12. Pero podías haberme dicho dónde están las fotos, por lo menos. Te sobra talento literario como para eso...

    En fin, que nada, que me quedo sin verlo. Pues me vuelvo a mi blog donde hay una interesante discusión acerca de hombres atractivos. ¡Hala!

    K (no hay fotos, no hay besos)

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.