paz, amor y death metal
Pues allá fuimos al concierto, después de una alegre tertulia callejera con unos proselitistas cristianos que pretendían reclutarme para una sesión de teatro adoctrinatorio, del tipo de los que ponen cara de susto cuando te dicen que son cristianos y les respondes que es que tú eres ateo. La próxima vez les digo que soy satánico y grito ¡salve la bestia, devoradora de mundos!, a ver si se les salen los ojos del todo o no, somos los ateos el último y definitivo enemigo a batir.
Pero quedaron atrás, y para quitar los sudores fríos que deja la exposición a la fe, "esa fuerza", que la llamaba uno de los proselitistas, a riesgo de que yo me pusiese a preguntarle cómo encajaba en el esquema de las que los físicos tienen catalogadas, medidas y preparadas en el arsenal, nada mejor que una cervecita terapéutica y panteísta como ella sola, y luego a la sala de conciertos, a vernos expuestos a esto:
Qué decir al respecto. Que sí, que tienen toda la razón del mundo, que peace, love and death metal, aunque en vez de death metal tocasen un rock bacilón y clasicote que hacía pensar en los Rolling divirtiéndose como salvajes. Jesse Hughes, bigotazo en ristre, repeinado, expresivo como para dejar al Johnny Depp de Piratas del Caribe a la altura del Dustin Hoffman de Rainman. Vacilón, gracioso, cachondo, hiperactivo, el tipo de persona que pondrías en una película de la América Profunda como el malote cachondo y salido del pueblo, la clase de persona que necesita un descapotable (y es inevitable que sea un Cadillac) porque dentro de un coche normal no va a tener espacio, porque necesita la amplitud de un cielo para que pueda contener todos sus gestos.
Yo iba con la certeza de que iba a ser gracioso, pero no pensé que iba a ser un concierto TAN bueno. En fin, si estás escuchando la canción puede que te resulte vágamente molesta la voz de falsete, que en el disco abunda. Pero yo sabía que en el sonido crudo de un concierto aquella voz iba a aparecer un puñado de veces, y así fue, y Jesse terminaba recordando más a Danzing que a los Bee Gees (puestos de algo, para meter sus grititos en un disco así, pero Bee Gees al fin y al cabo). Así que salimos de allí con los ojos de par en par, meditabundos sobre lo genial que es, en el mundo de la música, que haya gente que haya convertido la diversión en un lema no ya para aplicarle al público, sino para ejercerlo en el escenario.
Y no pudimos sacarnos esos pensamientos de la cabeza, por mucho que una pecera se empeñase en intentar lobotomizarnos con su luz verde y sus escuadras de peces componiendo bailes hipnóticos, por mucho que las televisiones de un bar nos mostrasen el catálogo de moda musical de los nefastos, en ese sentido, años setenta, donde yo no sé qué tomarían pero qué valor, salir al escenario de aquellas maneras.
Así que fin de semana sorprendente, extraño, raro, imprevisto. Es lo bueno de darle las riendas al azar e ir tomando las cosas según vienen, sin dedicarles ni un mísero pensamiento previo que no sea un simple "adelante con eso también".
Lo malo es que tanta mención al death metal me despierta el vicio. Así que me temo que se avecina una semanita de mucho Dark Tranquillity y mucho Insomnium. Lo cuál, desde luego, no supone ningún problema.
Pero si el death metal ese da asco, es música de cementerios y de satánicos flipaos que juegan al rol y asesinan gente.
ResponderEliminarBeyoncé sí que mola.