13.2.07

el carácter


Como terapia anti-cutrerío-sanvalentinesco he preparado una terapia aparte de la mejor medicina que conozco, la música. Hoy la primera pastillita, una oda a la necrofilia. Quien quiera unirse a mi campaña "salvemos nuestra salud mental", que haga click alegremente en el play y se amenice la lectura de mis diatribas contra la vida, el universo y todo lo demás.


El metro llegaba con un cierto retraso y, claro, bastante saturado, cosas del retraso. Entré en el vagón intentando abrirme un hueco entre la gente cuando el tipo que venía detrás de mí decidió meterme prisa ejerciendo presión sobre mi espalda. Yo no tuve tiempo ni para reflexionar sobre el tema, mi brazo izquiero tomó la iniciativa y en rápida revancha se desprendió de mi cuerpo y se desplazó hacia la puerta, ejerciendo a su vez cierta presión sobre el tipo con prisas. Total, que el hombre se da la vuelta indignadísimo y se pone a gritarme que si pretendo echarle del vagón o algo así. Yo le respondo que lo único que pretendo es devolverme la cortesía con la que me ha saludado él. Él, bastante mayor que yo, adopta ese tono de vejez ultrajada y ofendida y continúa vociferando. Y yo claro, si cuando me empujan empujo, ¿qué hago cuando me gritan? Pues grito. Con las piernas y la voz temblando de emoción y de cabreo, y devolviendo cada comentario. ¡Tendría que pedirme perdón!, me grita. De mil amores, le respondo, en cuanto él me pida perdón a mí por su empujón. Hasta que finalmente dice "o sea, que usted (me llamaba de usted; la educación tiene esas contradicciones) cree que tiene razón", y me lo dice como si no lo creyese, "y que yo estoy equivocado". "Naturalmente", le respondo yo, porque si él no hubiese sido un cagaprisas y un agonías y un frustrado empujador de metro japonés no habría habido ningún problema. Y seguimos el viaje en silencio, mientras el resto de ocupantes del vagón abarrotado esconden sus sonrisas.

Pasan unas horas y voy a una tienda de ordenadores decidido a dar mi siguiente pasito incremental de mi nivel de calidad de vida. La lista de la compra consiste en; un cable de red largo de narices, un ratón, un par de altavoces y una tartera de DVDs vírgenes para atiborrar con fotos y ficheros y hacer sitio en el ordenador para más fotos y más ficheros. Espero pacientemente mi turno. Ocupa el primer lugar de la fila de clientes un tipo que por lo visto tiene dudas existenciales sobre lo que significan palabras inglesas como Start y Windows. Una de estas personas que convierten eso del no tener miedo a preguntar en una proclamación a gritos de su ignorancia: Me encanta esa clase de gente, porque son absolutamente honestos, saben que no saben, saben qué quieren saber y lo preguntan, son lo más opuesto a mí que puedo imaginarme. Yo, que antes muero de vergüenza que preguntar, que antes paso mil horas hurgando y desconfigurando cosas que no tenían culpa ninguna, o curioseando tutoriales escritos por arcanos miembros de alguna cofradía internáutica donde ya de partida es jodido de cojones entender hasta en qué idioma están escribiendo.

Pero ahí estaba yo. Nadie me empujaba, así que no tenía ganas de empujar a nadie. Nadie me gritaba, así que yo estaba en el que el mundo proclama mi estado ideal: calladito. Por fin el hombre se va satisfecho, después de que el tipo que espera delante de mí se haya unido a la clase magistral de introducción al Siglo XX, y a partir de ahí las cosas fluyen rápido porque a nosotros sí sabemos más o menos a lo que vamos. Lo que yo no sé es el precio de lo que pretendo llevarme, así que cuando está todo reunido sobre el mostrador lo pregunto, y me dicen que mil euros. Yo levanto la mirada, contemplo al dependiente, y pienso eso que suelo pensar siempre, no sé por qué; ¿es que eres gay y me tomas el pelo para intentar ligar conmigo o algo así? Pero no, es sólo un friqui de los ordenadores trabajando en una tienda de ordenadores y mi heterosexualidad no está siendo puesta a prueba. Esa coña es el reflejo de La Felicidad. Así que me dice el premio real y mientras voy pagando y mete las cosas en la bolsa le digo que si es todo ese dinero tendré que volver más tarde a por las cosas. Y lo digo porque sé que seguir la coña le va a divertir. Responde que más tarde o nunca, yo le digo que no hombre, que todo es cosa de ir a atracar una farmacia. Ríe y me dice que hay una a la vuelta de la esquina, pregunto si tienen medias para cubrirme la cara, y me dice que ya puestos espere a caranaval, que total no queda nada.

Así que me voy, pensando en la gente, pensando en cómo me gusta responder a los gritos con gritos y a las bromas con bromas.

¿Será que no tengo carácter?

¿Será que de tanto hacer fotos a superficies reflectantes me he convertido en una?

3 comentarios:

  1. Si yo tuviera que responder con gritos a todos los gritos que escucho diariamente en el trabajo, siempre estaría afónico. Aunque eso no es malo, porque siempre estaría de baja. Lo que pasa es que ya no me veo con ánimo de responder al diálogo a gritos de dos chicas diciéndose 'puta'. No me veo.

    Si quieres que preserve hoy mi salud mental, tendrás que ponerme a Slipknot. ¿Sabes aquella canción que decía que Gente = Mierda? Pues esa.

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  2. Joder, Jota, ¿las chicas de tu trabajo andan así de cabreadísimas? Que stress, nosotros tenemos bastante con los jefes como para arrancarnos el moño entre nosotras.

    Os voy a preguntar una cosita de informática,porque "proclamo a gritos mi ignorancia": me ha llegado un mail diciendo que con el nuevo sistema de windows no te puedes descargar música ni pelis...¿Sabéis si es cierto?

    Un besote.

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  3. Bueno, las chicas de mi trabajo eran dos alumnicas de 14 años que se amenazaban con inflarse a la salida del instituto. Todo eso mientras volaban bolitas de papel por medio de canutos, se caían vasos con agua de disolver témperas por las mesas y el suelo, me llamaban a gritos (¡Profe! ¡Profe!), unos cuantos recogían todo para irse faltando 15 minutos... Una mañana divertidísima, sobre todo a última hora.

    Sobre el nuevo sistema de windows, yo ni lo conozco ni me planteo conocerlo de momento. Seguramente no te dejará ni bajar música, ni pelis, ni ver porno ni jugar al solitario. Quiero decir que lo de tu email suena a trola inventada por fanáticos de Linux.

    Yo me voy al campo a cuidar cerdos.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.