15.1.07

La P.A.d.l.C.


Pues ya está aquí, ya ha vuelto la Puta Apatía de los Cojones, vieja conocida que de vez en cuando se va de vacaciones por el mundo (y manda postales que yo no leo, deshago trocitos que son altas potencias de dos y tiro puntualmente a la basura) pero que siempre vuelve con sus maletas llenas de esta nada espesa y agobiante que me vuelca por encima.

En estos momentos yo noto a los sistemas de alerta de esto que soy yo, el cocktel cuerpo/mente, que me dan la lista de tareas para garantizar la supervivencia. Es una lista corta; dice "duerme, habla poco, piensa menos, y pierde el tiempo". El problema es que dormir es un coñazo, aunque lo hago e intento hacerlo más aún por lo que tiene de terapéutico, al menos cuando uno no sueña las gilipolleces que puedo llegar a soñar yo, imagino (uno no sabe si llamar pesadilla a un sueño que era una especie de road movie en la que viajaba por misteriosas carreteras de montaña en lo alto de bloques de viviendas de tres pisos, sobre una cama en la azotea. Por mucho que el sueño incluya cienpiés, escorpiones y bichos horribles y virulentos, y a pesar de incluir ciudades míticas e imposibles avistadas tras las vueltas de la carretera nevada), y que no pensar es siempre complicado, sobre todo cuando toca perder el tiempo, porque perder el tiempo es, lógicamente, una pérdida de tiempo y es un coñazo y aburrirse, ya sabes lo que es el aburrimiento, esa muerte consciente, muerte en vida, planeta de zombies sin rubias despampanantes a las que mordisquear el cerebro.

Otro trauma causado por el cine. El cine, esa gran máquina de la frustración. Que la vida no es como las películas ya se sabe, pero al final termina pasando factura ver tanta historia de final feliz, tanta historia de capullos perdedores con los que uno se identifica que al final terminan provocándole orgasmos múltiples a la protagonista de sus sueños. ¿Cómo diablos puede a alguien gustarle Forrest Gump, ese grandísimo imbécil al que todo le sale bien? Vale, no todo le sale bien ¡pero se folla a la rubia!, y le va muchísimo mejor que, yo que sé, al teniente Dan, por ejemplo (espectacular Gary Sinise), personaje mucho menos gilipollas y con el que la vida se emplea con mucho más realismo. Discutiendo una vez sobre esta película me decían un par de amigas que el bueno de Forrest se lo merecía porque era, eso, bueno. Y yo las decía que yo también soy bueno, más o menos, y que no me pasan esas cosas, joder.

El maldito cine, que ningunea a la vida, y te la vuelve insignificante. La luna, por ejemplo, es una cutrez blanquecina plantada en el cielo, una vez que uno ha visto esas lunas grandes y gordas como quesos interestelares que inundan las películas.

Pero tampoco es cosa de echarle la culpa al cine por plantarle a uno mundos mejores delante de la cara. Siempre queda el consuelo de que son mundos de mentira, y películas de perdedores sin final feliz para que uno no salga del cine con la impresión de que le han tomado el pelo (y ahí está, como prueba resplandeciente, Little Miss Sunshine, película que me ha costado horrores ver por mis tontos prejuicios hacia un título tan, em, terrorífico). Y siempre está el mundo real, la vida, preparada para encajar las culpas y vengarse con otra andanada de nada, de andanadas de sucesos grises y fríos y de encuentros y desencuentros y soledades enlatadas y cenas en las que uno suspira por estar presente en cualquier otro lugar.

No debería dejar que me afecte tanto la opinión de la gente. Qué coño, normalmente la opinión de la gente me importa un pito, pero hay veces en las que levanto la cabeza de mi tontería habitual, tan entretenida ella, y me pongo a pensar ¿por qué hay gente que me odia tanto? ¿Por qué alguien del foro del pueblo sueña con partirme la cara, y por qué dos personas que se supone que eran mis amigos se comportan como si no existiese (puro Bruce Willis en El Sexto Sentido; una película a la que no hay nada que objetar, mira). ¿Qué cosas hago, sin darme ni cuenta (a distraído, empanado y habitante a tiempo completo de realidades alternativas no me gana nadie), que tanto le joden a la gente? ¿Qué daño irreparable he hecho?

Es lo malo de estos juicios sumarísimos unilaterales, no ya que uno se tenga que fumar la sentencia de todas todas, no ya que no haya posibilidad de defensa, sino que uno ni siquiera tiene la oportunidad de escuchar el fiscal para enterarse, por fin, de cuáles son los cargos.

Tampoco valen los alegatos. Los correos no suenan lo bastante arrepentidos (pero claro, ¿de qué? ¿Cómo puede uno arrepentirse de algo que no sabe ni lo que es?), las distancias se consolidan, aumentan, ríete tú de las fallas oceánicas y de la deriva continental, y al final lo único que queda es esta puta sensación amarga de que debo ser un miserable y ni siquiera soy consciente de ello (lo que elimina cualquier posibilidad de intentar corregir la tendencia; uno no puede corregir los fallos que desconoce), lo cuál me define como un tipo bastante estúpido.

Me pongo tan fatalista y tan sincero con mi apatía, o su causa, para poder pedirte algo y apelar a la lástima para que me digas que sí; Si algún día te hago algo horrible, algún desplante, algún desprecio, por favor, dímelo, porque yo soy tan bobo que igual no me estoy dando ni cuenta. Porque hay amistades que uno puede permitirse perder, al precio barato de unas cuantas noches de apatía y de dar vueltas en la cama pensando qué pecados puedo estar pagando, pero hay amistades sin las que no se puede vivir.

Empieza bien la semana. Al menos ganó el Madrid, quién lo iba a decir.

2 comentarios:

  1. yo sólo venía a ver si había H cortazianas por aquí hummm

    como dirían Les Luthiers, te hestimo bastante :)

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  2. the use of light in your images is quite beautiful. thanks for stopping by my blog!

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.