1.8.06

The Shins

La verdad es que no sé por qué terminé conociendo a los Shins. Sé que fue en la época en la que me dio por empezar a escuchar música de esta que llaman indie, después de que saliese el tema en un par de foros de estos que pueblan las redes de ceros y unos, y que por aquel tiempo pasaba yo mucho tiempo en Live Plasma, que entonces se llamaba de otra manera, buscando grupos que se pareciesen a los que ya me gustaban o a los que acababa de conocer, y por uno de estos azares de ir haciendo click en un sitio en lugar del otro dos discos suyos, sus dos discos de estudio, terminaron ocupando un lugar en mi ordenador, donde no sé si llegué a escucharlos un par de veces antes de olvidarme de ellos.

Por aquel entonces yo estaba saliendo con una mujer que, como todo el mundo, aborrecía esa fiebre compulsiva que hacía que cada vez que iba a comprarse un disco yo estuviese detrás diciendo cosas como "cómprate mejor el del 2002 que suena mejor y tiene dos temazos" o "si te gustan esos mejor comprate este otro disco de este otro grupo" o "sí, ese también lo tengo" (parece mentira que dedicándome casi en exclusiva a música que nadie escuche ni probablemente soporte tenga al fin un montón de música que hay gente que de hecho escucha). Porque esto de tener una compulsión interminable por descubrir música hace que, al final, uno se escuche montones de cosas y acapare montones de cosas que el resto del mundo no llega a conocer porque no le echan tantas horas, es lo que tiene la cordura.

El caso es que esta mujer y yo íbamos al cine. Casi podríamos decir que íbamos bastante al cine, si bastante no fuese una palabra tan perezosa, que nunca termina de explicar qué pinta en las frases en las que se digna a aparecer. Así que un día fuimos a ver Garden State, que en español se llamaba Algo en Común, y resultó ser una gran película, íntima, de pérdidas y amores y madurez, y en mitad de ella, cuando aparece Natalie Portman, sonaba un grupo (y si quieres escuchar la canción mientras lees pulsa aquí y dale a la canción que se llama New Slang). El protagonista preguntaba quiénes eran, y ella, Natalie, decía "The Shins". Y "te cambiarán la vida".

Es una afirmación que siempre resulta pretenciosa, vale. Pero es cierto, es un grupo que hace sonreír. Y eso, a día de hoy, no tiene precio.

Pero a lo que íbamos, la peli y The Shins. El caso es que hablan de ellos y, ahí estaba la mujer esta a mi lado, que oye hablar de ese grupo desconocidísimo, y se inclina sobre mí y murmura a mi oído "¿qué, esos también los tienes?", a lo que yo, levantando las dejas y en plan de derrota, tuve que contestar que de hecho sí, tenía dos discos suyos.

En fin, me llevé un par de tortas de esas que nunca duelen y que te arrancan una sonrisa incluso ahora que ha pasado un montón de tiempo (siempre demasiado poco, a su manera) y aquello se acabó porque, para variar y como me ha pasado siempre excepto una vez (que me hace sentir fatal), yo la quería tanto que ella no se sentía en igualdad de condiciones. Y luego ya sabes cómo son estas cosas, hay temas que se vuelven tabúes, palabras que escuchas en otros labios y que una vez salieron de los suyos y que son como una zancadilla en la oscuridad, y películas que de pronto cobran dobles o triples sentidos, como esa. Y hay grupos geniales que quedan envenenados por los siglos de los siglos, y que uno nunca puede volver a escuchar sin que los lagrimales decidan hacer huelga a la japonesa y los hombros se abatan y los suspiros hagan cola en la base de los pulmones.

Y lo que me sorprende es que no es mi caso. Yo no sé por qué, pero siempre que me ha pasado eso he intentado lo que todos, satanizar la música, hacer de ella la culpable de mis depresiones y desterrarla al rincón de los cds que nunca suenan para evitar que las ideas se den la mano y yo termine sintiéndome fatal. Pero nunca me sale, vuelvo a sentir la necesidad de escuchar esa música, vuelvo a escucharla y vuelvo a sonreír, y la música es música, y yo creo que de alguna manera nunca he necesitado que la música sea nada más que música para sentirla tan dentro y tan propia... o tal vez sea que, a pesar de amar siempre de más, no he llegado, hasta ahora, a amar a ninguna mujer como amo a la música (al menos no en los amores consentidos: En los amores sin permiso, ay, si que he batido records de los que me siento orgulloso y que todavía me asustan), esta amante que nunca me falla, que siempre me sorprende, que me hace feliz, que me secuestra para llevarme por sorpresa a pubs japoneses y praderas infinitas y mares de nubes en los que caer para siempre.

Bendito sea el sentido del oído. Dioses en los que no creo, a todos vosotros, gracias, de corazón, y sobre todo, y mucho más sincero y visceral, de oído.

2 comentarios:

  1. A mí creo que a los Shins me los descubriste tú, no? >_< No sé, el caso es que están muy bien. Hace poco descubrí Band of Horses, que son distintos pero tienen algo parecido, y... y más, pero no los recuerdo >_<

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  2. Pues pecando de petarda total y aunque me odies, te diré que a mi me The Shins me recuerdan a mmmm. estooooo, mejor no te lo digo :(

    envidio tu forma de no desterrar ciertas musicalidades por desenterrar dolorosos restos arqueológicos. Yo soy incapaz (a no ser que necesite achicar agua o hundirme en fondo de mi miséria)

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.