No deja de ser curioso de qué formas más retorcidas aprende uno cosas.
Como en tantos otros temas, soy un absoluto ceporro ignorante en lo tocante a la música clásica, básicamente porque cuando yo empecé a interesarme por la música fue en mis tiempos de rebeldía juvenil (rebeldía tan tímida, por otra parte, que el único que probablemente nunca supo nada de la misma he sido yo, y años más tarde), y uno no puede ser rebelde y escuchar música clásica; hay ciertos estereotipos que respetar, al fin y al cabo.
Aunque supongo que también tuvo su peso el hecho de que yo no tenía acceso a música clásica (todo lo más un recopilatorio de Bach y alguna de estas recopilaciones que de vez en cuando regalan los periódicos para instruir a sus lectores), y que cuando lo tenía siempre terminaba escuchando lo mismo, y como ya sabes para mí la música tiene que venir con un proceso de descubrimiento y tener un algo de arcano, algo de búsqueda que aquí difícilmente podía conseguirse en mis tiempos de incipiente explorador musical. Así que me decanté por las guitarras eléctrica y los grupos con mucho pelo largo hasta que el ansia de más me empujó a moverme hacia nuevos terrenos donde encontrar joyas desconocidas, y para ello uno tira de donde puede, del azar, de los amigos, de las revistas, del viento si hace falta, pero aparte de consejos puntuales de alguien ninguno de esos caminos me ha llevado nunca muy a fondo al área de la música esta que llaman clásica pese a no ser Led Zeppelin. Y por eso se explica que yo, hasta hace nada, no tuviese ni idea de quién fue Franz Liszt, y tenga que darle gracias, y van unas cuantas, a mi agente, que es una fanática del piano y que a veces te sorprende haciéndote escuchar cosas increíbles.
Total, que entre alguna canción que me pasó, que quieras que no acabo de volver de su patria y otra razón que no puedo contar ahora mismo, he empezado a sentir una cierta curiosidad por él, porque aunque el arte sea arte y se pueda admirar por sí mismo, y por mucho que conocer la vida del artista, en mi opinión, no haga una obra mejor ni peor, siempre se puede matar la curiosidad y, por qué no, admirar a la persona igual que se admira al arte, aunque distinguiéndolos, ojo.
Así que ayer, buscando vete a saber qué, acabe leyendo lo que Wikipedia tiene que decir de Liszt, o tal vez fuese sólo que quería ver qué pinta tenía, no lo sé. El caso es que me encontré a un tipo fascinante, que por lo visto era un showman de su tiempo e inventó el concepto del recital de piano, que debía tener sobre las mujeres una opinión parecida a la mía (guapas, guapas, ¡guapas!) y que era capaz de pasarse practicando al piano doce horas al día.
Como era un chavalín enclenque creció en casa, y su padre era músico de la corte y le daba por organizar conciertillos con músicos amateur de la zona, así que a los seis años aprendió a tocar y leer música, y viendo que al crío se le daba bien aquello se lo llevaron a Viena y París, supongo que para ver si se forraban con su ayuda (el sueño de todo padre). Allí preguntaron por un profesor de piano y la primera opción (Hummel) salía muy cara, así que se encargó de las clases Carl Czerny (discípulo, a su vez, de un tal Beethoven. El perro no, el músico). Fue su único profesor de piano. Y de enseñarle a componer y de meterle música en vena se encargó otro tal Antonio Salieri. Se hizo amigo de Chopin, aunque luego se convirtieron en rivales. Total, que a los 11 años al chico se le daba tan bien lo del piano que Beethoven (insisto, el perro no) movio su corpachón de cincuentenario para darle un beso como premio, que en aquello de la música tenía que ser como si Dios se te aparece y te da una palmadita cariñosa en la espalda.
Creció, siguió tocando, y su lista de amistades tiene apellidos que asustan incluso a un profano inculto como yo: Chopin, Berlioz, Schumann, Wagner, Hans Christian Andersen, Baudelaire... lo que tenía en aquél tiempo el mundo de la cultura, que estar en él era como pertenecer a un club de campo, donde era imposible no terminar conociendo a todos los socios. Se convirtió en un tipo famoso, todo el mundo quería verle tocar y en sus conciertos las señoritas olvidaban su encopamiento y sus arraigados modales para pelearse por su pañuelo o sus guantes, y tenía salidas como cuando, en un concierto en Rusia ante el Zar Nicolás I escuchó los susurros de este y dejó de tocar de pronto; cuando el Zar le preguntó que por qué paraba le respondió que cuando el Zar habla todo el mundo debe callar, lo que en aquella Rusia era tener un valor que rozaba lo suicida.
Y ahí estaba yo, leyéndome la vida del hombre este por matar el aburrimiento, cuando mis ojos se posaron en algo de lo que yo no había oído hablar en mi vida, una frase absolutamente evocadora y cargada de magia con la pura presencia de las palabras que la componen: La Guerra de los Románticos.
¿Los románticos han estado en guerra?, me pregunté yo. Y resulta que sí, y que por su papel en esa guerra es por lo que yo, a quien me da francamente igual la vida de Liszt, por lo demás, he decidido coger mi admiración y volcársela por encima. Resulta que durante la segunda mitad del siglo XIX el club de campo de los alegres artistas se dividió de pronto en dos bandos, los conservadores, agrupados alrededor de Johannes Brahms y Clara Schumann, y los radicales progresistas (o progresivos, dan ganas de decir, y yo que pensaba que la música progresiva nació siglo y pico más tarde), que eran Franz Liszt, Richard Wagner y sus partidarios. ¿Y por qué peleaban? Por el estilo y la forma. Liszt y compañía, la gente de Weimar, buscaban nuevos estilos y nuevas formas de expresarse con la música, mientras que la escuela de Leizpig/Berlín decía que toda la teoría estaba ahí para algo y que había que respetar y seguir los patrones clásicos. Los de Weimar buscaban música mezclada con pintura, literatura, historias y emociones (inventando Liszt el poema sinfónico, por el camino), mientras un tal Hanslick decía que la música no representaba ni podía representar nada, aparte de a sí misma.
Leído hoy suena absurdo porque aquella fue una guerra (con sus batallas de conciertos, composiciones y sabotajes más o menos educados en los conciertos) que terminamos ganando, y me incluyo. Pero lee la frase otra vez conmigo y entiéndela por encima de su capa de absurdo, entiende que alguien pueda pensarla en serio: "la música no representa ni puede representar nada, aparte de a sí misma". Es decir, no puedes construir, reproducir ni transmitir emociones con ella, ni ideas, ni estados de ánimo. La música, convertida en una masa gris de hermosura abstracta, pero que nunca podría, entonces, ser íntima, sentirse.
La música muerta.
Y pienso en el solo de guitarra del Starway to Heaven, en el mellotron de Ricochet, en la sección rítmica final de Martius / Nauticus II, en las guitarras de Deliverance... y pienso que menos mal, menos mal que ganamos la guerra, porque si no ¿qué habría sido, a estas alturas, de mi salud mental?
Y por otra parte, pienso, era una guerra que, en realidad, era imposible perder. Porque el arte no es sólo a lo que exponemos los sentidos, sino lo que nos crece dentro cuando lo hacemos.
30.8.06
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Con la tecnología de Blogger.
Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Gracias, por la aceptación de mis Oh! escasas aportaciones musicales a tu universo musical y por el reconocimiento implicito de mi postura en el debate húngaro sobre arte, artista y vida del artista XD
ResponderEliminarTodo lo que te estas perdiendo en música clásica, querido!!! a ver si sigues inspirado y te pones con Rimski korsakov ;P
Perdona pero he dedicado un párrafo a dejar bien clarito que una cosa es el arte y otra el artista, y que deben valorarse por separado, así que de reconocimiento implícito nada, lo hay es disconformidad explícita.
ResponderEliminarY ya sé que me estoy perdiendo un mundo, así que ¡ayúdame! ¡Ilumíname! ¡Gánate el sueldo! Si yo siempre estoy deseando escuchar música nueva (no como otras, ejem)...
La música no representa ni puede representar nada aparte de si misma...
ResponderEliminarPues a mi me gusta esta frase y como tu indicas "una masa de hermosura abstracta" he omitido lo de gris totalmente aposta porque me parece que sobra.
Hay por ahí músicas tan abstractas como algunos temas japoneses que qué quieres que te diga, no tengo ni idea de lo que el autor quería dar a entender con ellos, pero te aseguro que creo más que probable que no fuera lo que a mí me han hecho sentir.
Si hablamos de la música como una expresión humana claro.
Me es fácil solidarizarme contigo en la explosión de sentimiento que puede arrancar el starway to heven pero imagina lo que puede significar ese mismo tema digamos para un aborigen que no haya tenido contacto con una guitarra en su vida.
Por lo tanto creo que la música como una forma abstracta de arte que no represente nada aparte de si misma, no me parece música muerta en absoluto y sí le encuentro un sentido a la frase.
Pero si haces eso con la música, desligarla de la realidad y convertirla en una entidad propia que sólo tiene sentido en si misma, podrías hacer lo mismo con la pintura, con la fotografía y con cualquier arte. Y eso no es cierto. Hay colores que nos parecen cálidos y colores que nos parecen fríos, y eso no es por patrones culturales (digo esto temblando porque mi agente, al hablar de cultura entrará a discutirme automáticamente, sin pensar en si está de acuerdo o no: Si lo digo yo y hablo de cultura, ella está en contra, no falla), sino por una cuestión de cómo percibimos los colores, de cómo está construido nuestro cerebro y nuestro sentido de la vista. Y asumo que lo mismo pasará con el del oído. De hecho hay acordes y combinaciones de notas que producen sensaciones... y de nuevo es por cómo está construido nuestro oído y por cómo procesa señales nuestro cerebro. Por ejemplo, los ritmos fáciles de seguir enseguida nos llevan a ir al compás, o la misma nota tocada en dos escalas diferentes nos suena armónico y agradable porque produce una frecuencia concreta (cuando una nota hace un pico la otra hace dos, y llegan a la vez al final de cada ciclo), pero si tocas una nota y otra que esté medio tono por encima eso suena inquietante o mal porque nuestro cerebro ve ahí algo que no encaja.
ResponderEliminarTendrías que ver un video que me bajé una vez de Opeth, era una explicación que daban sobre las guitarras de una canción suya, The Drappery Falls, y explicaban los trucos que utilizaban para crear tensión y desasosiego, era increíble (aunque tal vez lo más increíble era cómo con dos acordes que, por separado, sonaban como una patada en los dientes, quedaban de puta madre cuando iban el uno seguido del otro).
No niego que nuestra mentalidad occidental este clicheteada o como se diga y los músicos sepan como crear música inductiva y lo hagan (me parece que vuelvo a explicarme como el culo) pero La Música no solo es lo que crearon Liszt o The Drappery Falls o El Puma. Hay partes del mundo que con una caña y un tambor se montan unos sonidos que para ellos son la hostia y lo mismo tú los oyes y no entiendes donde están esos picos y frecuencias armónicas que hacen que esa gente se flipe tanto por ellos, puedes pensar buee... está bien o vaya caca malaya.
ResponderEliminarSin ir tan lejos, me temo que hay un alto porcentaje de la música que tú adoras y que a mí me deja indiferente... y probablemente ocurra a la inversa lo mismo. Te puedes dejar los cuernos intentado explicarme porque este o aquel sonido son tan especiales, pero si yo no los siento no va ha servir de nada.
Con la pintura ocurre tres cuartas de lo mismo, es más palpable el ejemplo que has puesto de los colores cálidos y los colores fríos, pero siempre queda una fisura mental por la que se filtra la imaginación del ¿espectador? y en un momento dado en el que el pintor quiere plasmar un paisaje calido a mí me puede llegar a parecer agobiante o aburrido o simplemente soso e incluso en un momento dado frio.
De ahí me inclino a pensar que el arte en general tiene siempre “algo” de abstracto... y ese “algo” es el receptor.
Me estoy acordando del problemilla que tuviste en cierta ocasión con lo que decías y con lo que el resto entendía (o entendímos) jujuju ¿ves? tú también tienes algo de artista abstracto ¡Bwhahaha! ¿o era Bwuahah?
Creo que Pipilota no lo puede explicar mejor!! exacto, cliches, que a ti determinados sonidos te provoquen determinadas sensaciones no implica que esas sensaciones sean universales y menos que estén asociadas a los mismos sonidos...
ResponderEliminarSi, si, ya se que te parece horripiloso poder aceptar que, en parte, las sensaciones que crees universales, forman parte de un contexto cultural porque en el fondo esa sensación viene provocada por una estructura ideológica (a no ser que sea una sensación física directa ¿qué es sino la sensación de tristeza? ¿de alegria? nos la provocan unos pensamientos y esos pensamientos no son idénticos en todo el mundo, ni siquiera lo son en la misma ciudad!!)
Cabe la posibilidad, si te la planteas, de qué lo que consideras que tu oido ha seleccionado como armonioso no deja de ser la influencia del propio concepto de "armonia". Para un Inuit Liszt puede ser perfactamente un tipo tocando un instrumento sin un sentido concreto porque su concepto de armonia es diferente.
Pero mira, en la primera frase estoy de acuerdo contigo (para intentar acabar con esos cliches que te has empeñado en ponerme!), no creo que la música, la pintura o la fotografía sean universales por eso mismo, porque no creo que a efectos culturales nada pueda ser universal, el mundo es demasiado grande y esta poblado por millones de bichines humanos!!... pero es que creo que en eso estais diciendo los dos lo mismo, no?
Lo que si me ha quedado claro es que, sobre la discusión de arte en Budapest, no me escuchaste :P
Creo que Pipilota no lo puede explicar mejor!! exacto, cliches, que a ti determinados sonidos te provoquen determinadas sensaciones no implica que esas sensaciones sean universales y menos que estén asociadas a los mismos sonidos...
ResponderEliminarSi, si, ya se que te parece horripiloso poder aceptar que, en parte, las sensaciones que crees universales, forman parte de un contexto cultural porque en el fondo esa sensación viene provocada por una estructura ideológica (a no ser que sea una sensación física directa ¿qué es sino la sensación de tristeza? ¿de alegria? nos la provocan unos pensamientos y esos pensamientos no son idénticos en todo el mundo, ni siquiera lo son en la misma ciudad!!)
Cabe la posibilidad, si te la planteas, de qué lo que consideras que tu oido ha seleccionado como armonioso no deja de ser la influencia del propio concepto de "armonia". Para un Inuit Liszt puede ser perfactamente un tipo tocando un instrumento sin un sentido concreto porque su concepto de armonia es diferente.
Pero mira, en la primera frase estoy de acuerdo contigo (para intentar acabar con esos cliches que te has empeñado en ponerme!), no creo que la música, la pintura o la fotografía sean universales por eso mismo, porque no creo que a efectos culturales nada pueda ser universal, el mundo es demasiado grande y esta poblado por millones de bichines humanos!!... pero es que creo que en eso estais diciendo los dos lo mismo, no?
Lo que si me ha quedado claro es que, sobre la discusión de arte en Budapest, no me escuchaste :P
Porque hablabas tanto (me remito al ritmo que llevaba tu copa y al que llevaban las nuestras), y al final colapsas v_v
ResponderEliminarAy, ya he intentado explicar por qué un arte puede, de hecho, tener cosas universales: No tiene que ver con las manías de cada uno ni con los criterios culturales, sino que hay cosas que van en función de cómo está construido nuestro sistema nervioso... en fin, lo repito. Por ejemplo, el ritmo. El ritmo es seguir un patrón y repetirlo, y, que yo sepa, todas las músicas, al menos las básicas, se basan en eso, y tiene su explicación. Por ejemplo cualquiera, inuit o bayolero, duerme peor si hay alguien haciendo un ruido arrítmico. Y las notas musicales, pues unas casan y otras no, y no tiene que ver con nosotros, sino con las notas, nosotros sólo nos damos cuenta... y por eso Bach por ejemplo empezó a afinar de otro modo, para que eso pudiese hacerse con más notas...
Decia Pipilota que algunos de mis grupos, que a mí me gustan mucho, son infumables. Correcto total, pero es que hay cosas que ya sí necesitan un aprendizaje, un contexto aprendido... y por eso tengo grupo que no le gustan a nadie... pero si hay grupos así eso implica que también hay grupos "fáciles" de escuchar, que gustarán más o menos en función de lo que busque cada uno, pero sonar, sonar, nos suenan bien a todos. No es casualidad que, por ejemplo, los Beatles sean uno de los grupos más populares de la historia, y por eso mismo aunque Hendrix sea una leyenda nunca tendrá el mismo nivel de aceptación: Porque los Beatles hacían una música más básica... y hasta cierto punto universal.
Lo de los colores, más de lo mismo. No es que a mí el rojo me parezca cálido porque me lo hayan enseñado, aunque haya casos en los que los colores sí tengan un significado cultural (por ejemplo aquí el negro es el color del luto, y en Japón es el blanco), es que estamos programados para sentirlo así. Igual que hay colores que no podemos imaginar, por ejemplo hay verdes rojizos o azules verdosos, pero ¿alguien ha visto alguna vez un azul amarillento? No es que no pudiera existir, los colores son sólo diferentes formas de reflejar la luz en los objetos y puede reflejarse de cualquier forma... es que los entendemos todos de cierta manera por cómo funciona nuestra vista.
Me temo David (Susana) jajaja que estas equivocado. La música está sujeta a un movimiento social y a sus acontecimientos, y es una manifestación de ese movimiento. Estos acontecimientos no son universales, por tanto no podemos decir que la música sea universal, por lo menos en cuanto a su contenido y significado. Por ejemplo, la música con tambores de África, ¿Gusta a todo el mundo? Pues no, a mí eso me parece ruido y es probable que Las Cuatro Estaciones de Vivaldi a los africanos que viven en la selva les parezca una payasada.
ResponderEliminarTe temes que estoy equivocado y para discutir una justificación fisiológica y neuronal me vienes con movimientos sociales. De acuerdo, a pesar de compartir todos nosotros características comunes en lo fisiológico y en lo cultural, luego cada uno tira por uno u otro lado en lo social, lo cultural y también lo personal, porque pese a vivir en una misma cultura y sociedad tus gustos y los míos son seguramente bien distintos. Pero es que nadie discute eso: Me he dado cuenta esta mañana de que en realidad que un indio ayumusupuchu y un vallisoletano de recio bigote no admiren conjuntamente al Fari no tiene nada que ver con la discusión original: No se trata de que tengan un mismo gusto, sino de que la música evoque cosas en ellos.
ResponderEliminarYo, lo que vengo diciendo, es que A PESAR DE ESAS DIFERENCIAS, todos tenemos algo, dentro, que nos hace reconocer pautas, interpretarlas y sentirnos cómodos o incómodos con ellas. Y que algunas de esas pautas son muy locales (por ejemplo el petardazo de un chupinazo puede significar "susto" para mí y "¡fiesta!" para un adepto a los sanfermines), pero otras no. Y por eso al final siempre hay cosas comunes. Tú me hablas de los infumables tambores africanos, y yo asumo que se basan en un sentido del ritmo que tanto tú como yo tenemos. Y si no preguntémonos por qué la gente del África aporreaba tambores, y también los japoneses, y también los indios del Amazonas, y también los de Norteamérica, y también la gente que vivía en Irlanda. Al final todos terminaban aporreando algo y construyendo ritmos, y digo yo: Algo común tendrá que haber si todos se lo pasaban pipa dándole mamporros a un tambor.
Vamos a ver, yo no creo que la música sea algo universal. Hay música que yo puedo escuchar y no inmutarme y sin embargo la persona que tengo a mi lado emocionarse y llorar de emoción. Hay música que a mí me pone muy nerviosa y lo mismo la escuchas tú y te tranquiliza. Creo que él sonido de la música es muy personal.
ResponderEliminarMira hace tiempo en un curso que hice de autoestima nos pusieron una música, hubo quien con esa música pudo llegar a oler un prado lleno de margaritas, personas con la misma música se pusieron a llorar, y a otras personas no les hizo nada, se quedaron tal cual. La misma música en diferentes personas causó diferentes sentimientos.
El sonido de un tambor puede gustar dependiendo de la melodía. Esto no quiere decir que la misma melodía de ese tambor, guste a todo el mundo.
Que sí, que muy bien, si ya había quedado claro que opinas que la música no es universal. Pero repito, el debate no es ese, sino si la música sirve para evocar algo más. Tú misma pones un ejemplo de gente que sintió cosas con ella... y de gente que no sintió nada, o que dijo eso. Y a pesar de todo lo que dices (y muy sorprendido porque los tambores tengan melodía, por cierto. Porque generalmente no es así) sigo diciendo que hay acordes que, por la frecuencia de sus notas, que es un asunto físico, y por los efectos que tienen en nuestros tímpanos, producen impresiones vagas, generales pero también comunes. Y es mi opinión, y seguir discutiéndola no tiene sentido, cada cuál tiene la suya y seguir reiterándolas no vale de nada por mucho que empieces escribiendo "vamos a ver", cosa que por cierto me repatea, porque no sé tú, pero yo estoy viendo qué dices desde hace rato.
ResponderEliminarY de todas formas ¿a quién le importa? ¿Qué sentido tiene discutir eso aquí? ¡Esto es un blog, no un foro de debate!
Mira rico que te den dos duros, porque no hay quien te entienda, ala bonito a freír monas.
ResponderEliminarEl tambor por si solo no tiene melodía, normalmente hay unas manos que lo tocan y siguen un copas musical, dependiendo del ruido que haga será soportable o no.
¿Que me den dos duros y que no hay quien me entienda?
ResponderEliminarVamos a ver: Releyendo,
1. Tú has dado tu opinión, y la has argumentado.
2. Yo he dado la mía, y la he argumentado.
3. Repetimos.
4. Digo que qué sentido tiene discutir esto en un blog.
5. Me mandas a freir monas.
Pues tú misma.
¡¡Vamos a ver!! Tú dijiste: Y de todas formas ¿a quién le importa? ¿Qué sentido tiene discutir eso aquí? ¡Esto es un blog, no un foro de debate!
ResponderEliminarYo, con esto entendí, que a quien podría interesar lo que yo decía, y joder, me he ofendido por eso. Si no interesa, no me contestes y yo sabré a que atenerme.
Pues ya está, aclaro el porqué te he mandado a freír monas.
Pues claro que dije eso, porque este es un debate interesantísimo, sin duda, pero este no es el sitio donde tenerlo. Esto se habla tomándose unas cañas, o por correo electrónico, o en un foro, pero aquí, sinceramente, no cabe, ni tiene sentido.
ResponderEliminarNo me refiero a que no crea que no puede intersar lo que dices, a mí obviamente me importa o no te estaría respondiendo, pero dudo que nadie más entre aquí a leer un debate sobre esto... debate que, opino, no se merece estar colgando escondido en los comentarios de este tema sino tener su sitio propio, y su formato.
¡Tontorrona! No te me cabrees, que los trogloditas no se cabreaban (consta en los libros de historia que el cabreo se inventó en tiempos de los egipcios. Un tal... bueno, no recuerdo un esclavo, lo inventó un día que estaban construyendo una pirámide y un bloque de cien toneladas de roca cayó desde una altura de quince metros sobre el dedo gordo de su pie izquierdo, a lo que él respondió dando muchos saltos y gritando "¡me cago en Ra!"
A ver...interesante, demasido lo que apuntan. Y sí, es verdad, un error de condicionamientos y condiciones. Ahora bien, voy a traer a colación algunos puntos de vista, que si bien no terminan el asunto, ofrecen diferentes paradigmas musicales que reflejan el momento histórico sin que se pueda generalizar el problema del contenido de modo sistemático, que me resultan interesantísimos para aclarar un poco más esto que nos mueve a discutir.Siempre desde el supuesto del "contenido" en la música y de pensmientos de Hibeh, Mattheson, F. Schlegel, Hanslick, Sklovsky.
ResponderEliminarPara el señor x, que al contemplar un cuadro que asignaba algunos objetos una forma extraña; decía:«A algunos artistas, cuando contemplan el mundo, les pasa lo mismo que a los filósofos. Al preocuparse por la forma, se pierde el contenido. Una vez trabajé con un jardinero. Me dió unas tijeras de jardinería y me hizo recortar un árbol de laurel. El árbol se encontraba en una maceta y fue alquilado para festividades. Para ellas tenía que tener la forma de una bola. Inmediatamente comencé a recortar las ramas salvajes, pero aunque me esforzaba para conseguir una forma de bola, no lo conseguí. A veces había cortado demasiado por un lado, a veces por el otro lado. Cuando había conseguido finalmente la forma esférica, era muy pequeña. El jardinero me decía decepcionado: -Bueno, esta es la bola, pero ¿dónde está el laurel?»
La cuestión que contempla Brecht en este pequeño texto del señor Keuner parece evidente tanto para la pintura y escultura como para la literatura: en estas artes, como es opinión común, se puede distinguir entre sustancia, materia o contenido y la apariencia formal. La dicotomía que Brecht expresa de modo literario es propia de la mayoría de los objetos de arte.
Pero ¿qué ocurre con la música? Se puede decir que en este arte tan poco concreto hay algo similar a un contenido musical que se revela en una forma concreta. La diferencia de la música respecto a las artes plásticas es evidente, por tanto, una correspondencia obvia de sus elementos constitutivos no parece ser posible. El problema empieza ya en el momento de definir qué corresponde al material: ¿la "nota" cumple la misma función en la música que la "piedra" en la escultura? ¿o es el material "sonido" en el sentido físico de la frecuencia? ¿o es la "nota" definida ya en un sistema concreto del pentagrama?
El simple hecho de que en la música se habla generalmente sobre el "contenido" de una composición, debería hacernos contemplar cuál es la sustancialidad de dicho contenido, porque la dicotomía implica siempre un expresar algo. Precisamente lo que se expresa musicalmente es lo que ha causado tanta dificultad para ser entendido.
En un primer lugar deberíamos, por tanto, conocer a través de algunos textos, extraídos de la historia de la música, cuáles han sido, de modo puntual, las opiniones sobre el "contenido" de la música. Como también veremos, se contempla siempre el aspecto "contenido", o sea el "interior" de la música, y nunca la realización formal. De este modo hay que distinguir claramente entre "contenido" y "forma".
Uno de los primeros textos que reflejan un concepto musical y expresan un contenido musical es el Papiro de Hibeh (ca. IV a.C.). Según Abert, la crítica en la hermenéutica musical que hace este papiro nos conduce hacia un primer "formalismo" musical: la música es capaz de expresar formalmente diferentes contenidos ("algunas melodías tienen algo del laurel, otras de la hiedra").
"Me he maravillado a menudo, ¡oh ciudadanos!, de que vosotros no os deis cuenta del modo equivocado en que algunos consideran las artes que vosotros mismos practicáis. Éstos, definiéndose estudiosos de las harmoniai, examinan y juzgan los cantos, confrontando unos con otros, y algunos sin razón los critican; otros, también sin razón, los alaban. [...]. Dicen que algunas melodías hacen a los oyentes temperantes; otras los vuelven juiciosos; otras, justos, valerosos o viles, y no saben que ni el género cromático podría hacer tornar viles ni el enarmónico valerosos a quienes los emplean en su música. [...] Cuando oyen la música no logran decir una sola palabra, se dejan embargar por la emoción y marcan con el pie el ritmo según los sonidos del instrumento que acompañan con el canto. Y no se sienten ridículos cuando dicen que algunas melodías tienen algo del laurel, otras de la hiedra ..."
Este papiro representa el comienzo de un discurso sobre la música. Un orador ático lucha, verbalmente, contra una cierta interpretación de un "armónico", pues menciona en la actividad de su oponente la "crítica comparativa", diciendo que su concepción musical intenta justificar la significación ética mediante la comparación en lo particular. También encontraríamos el estilo musical de ciertas obras / melodías como "algo de laurel, otras de la hiedra". Y también daría importancia al estudio de la imitación (mimesis). El orador mismo niega cierto efecto ético de los factores musicales: "...no saben que ni el género cromático podría hacer tornar viles ni el enarmónico valerosos a quienes los emplean en su música". Según Abert, refleja el texto una crítica a la teoría del etos, sobre todo cuando al final se relacionan melodías con el laurel o la hiedra.
"Podríamos pensar en un tipo extraño de música programática, la cual fue deducida de algunos fanáticos de la teoría del etos, en analogía a las argucias, que en tiempos más recientes ocupaba la teoría de la característica de tonalidades."
Con este problema, aunque expresado de modo negativo en el texto anónimo griego, está esbozado casi todo lo que se ha cuestionado en tiempos posteriores. El concepto griego, más exactamente presocrático, conduce por primera vez la atención hacia la relación entre la música y su contenido, o la diferencia entre lo formal y lo expresado.
Pero el problema es que desgraciadamente no se da un ejemplo concreto y musical de cómo se vincula el "carácter de laurel" con un modelo musical. Es decir, el problema para la música (y para las posteriores generaciones) es deducir la categoría extramusical de lo musical.
El Barroco, partiendo en la medida de lo posible del pensamiento griego pero inclinado radicalmente hacia la música práctica en su totalidad, ha sistematizado (de modo objetivo) el contenido musical. Ahora se han trasladado las categorías extramusicales (alegría, tristeza, brusquedad, dios, etc.) a elementos concretos y musicales. El gran modelo de la música fue el discurso humano, por lo que se consideraba la música como un "lenguaje musical": "[...] pues los sonidos son las palabras musicales, y el canto es un discurso sonoro."
La implicación de este hecho fue tanto una terminología procedente de la oración como también un contenido concreto que puede transmitirse a un auditorio apto para reconocer este "lenguaje". De este modo fue posible crear para el compositor barroco una música que el auditorio entendiera.
El contenido de la música son los "sonidos" que tienen que organizarse de forma lógica para ser comprendidos:
"Aunque forman la materia los sonidos justos y agradables, hay que organizarlos artificialmente y expresarlos lo más adecuadamente posible; en esto consiste verdaderamente la forma"
Sin embargo hay que tomar en cuenta que este concepto aún parte de un modelo musical que prevalora la música vocal. La estructura musical, el lenguaje musical, dependen de la sintaxis del texto al que acompaña. Si se trata de una pieza musical, vemos la relación inmediata en su estructura. Basta comparar el comienzo de la Fuga en si-menor (Clave Bien Temperado I, BWV 869) con el Kyrie de la Misa en si-menor de Bach.
Un cambio brusco en cuanto al problema del contenido musical comienza en el momento en el que la música instrumental consigue su propia autonomía, cuando la música instrumental se independiza del modelo vocal; es éste el momento en el que empieza la contemplación sobre cuál es su contenido. En torno a 1800 observamos este cambio paradigmático de la música a causa de los conciertos públicos (que deben ofrecer un gran numero de sinfonías) y de la importancia del género del cuarteto de cuerda. Sin embargo, queda la pregunta de cuál es el contenido de esta música puramente instrumental:
"A veces suele parecer extraño y ridículo cuando los músicos hablan de ideas en sus composiciones; y a menudo suele ocurrir que percibimos que tienen más ideas en su música que acerca/sobre de su música. Pero quien tenga sensibilidad para las maravillosas afinidades de todas las artes y ciencias, no va a contemplar por lo menos este asunto del simple punto de vista de la llamada naturalidad según la cual la música sólo sea el lenguaje de los sentimientos y, además, no considerar imposible ciertas tendencias de la música instrumental pura hacia la filosofía. ¿No debería crearse la pura música instrumental a sí misma un texto? y ¿no se elabora, afirma, varía y contrasta el tema en ella como un propósito de la meditación en una serie de ideas filosóficas?"
El problema es entender ahora cuál es el contenido sin recurrir a un sistema objetivo de retórica musical, tal y como lo teníamos en el Barroco.
Una propuesta interesante la encontramos en Hanslick, que escribió justamente sobre el problema de "qué es lo que define lo musical en la música", rechazando y criticando el concepto de que la música exprese sentimientos (aunque afirma que es posible que la música cause ciertas sensaciones).
"A la pregunta de lo que ha de expresar con ese material de sonidos, cabe responder: ideas musicales. Una idea musical completamente realizada es de por sí ya algo independientemente bello, es finalidad propia y de ningún modo nada más que medio o material para representar sentimientos o pensamientos. El contenido de la música son formas sonoras en movimiento..."
También Hanslick distingue entre "idea" y "apariencia", pero los sentimientos y pensamientos no son ahora la idea o el contenido de la música. Hay que buscar la idea en la música misma. Lo bello musical es para Hanslick "específicamente musical". En otras palabras, la forma está condicionada por lo sustancial de la materia sonora.
"El concepto de la 'forma' halla en la música una realización muy peculiar. Las formas constituidas con sonidos no son vacías, sino llenas, no son mera delimitación lineal de un vacío, sino espíritu que se crea desde adentro. Frente al arabesco, la música es, pues, en verdad, un cuadro, pero un cuadro cuyo tema no podemos expresar con palabras ni someter a nuestros conceptos. La música tiene sentido y lógica, pero musicales, es un idioma que hablamos y entendemos, pero no somos capaces de traducir...."
Para Hanslick no son comparables la música y el lenguaje, pues en el sonido musical (al contrario que en el sonido del lenguaje) están unidos estrechamente el sustrato acústico y la idea musical, mientras que en el lenguaje quedan separadas la significación de la palabra y el fonema; en la música están unidos, soldados, la idea y el fenómeno que suena.
"He aquí, que la diferencia fundamental [entre música y lenguaje] consiste en que en el idioma el sonido no es más que un signo, o sea un medio para el fin de algo que ha de expresarse y que es completamente ajeno a ese medio, mientras que en la música, el sonido es una cosa, vale decir algo que se presenta como finalidad propia."
Como decía más arriba, los textos (representativos para un pequeño transcurso histórico y ejemplar) reflejan que nunca se contempla primordialmente la cuestión formal de la música, sino siempre el llamado "contenido". Por supuesto, ha creado el Barroco (cuyo portavoz, Mattheson, hemos citado) formas musicales que afirman el contenido musical de modo que el carácter de "lenguaje" musical buscaba su correspondencia formal en la sintaxis y gramática oral. La descripción formal de un Minué, por tanto, usa un código lingüístico:
"§83. Hay una relación (Paragraphus) completa y melódica de 16 compases, que se transformarían en 48 si se terminaran. Esta relación consiste en dos partes sencillas, o periodis, que, (como en las incisiones siguientes) se aumentan mediante la repetición de la tercera parte del total y que están señaladas con tres puntos (:.) bajo las notas finales. La finalización completa, como punto final, lleva el símbolo È .
§84. En este parágrafo no sólo se encuentra un colón o "glied", sino también un semícolon o "medio-glied", que se puede reconocer por las señales puestas bajo las notas. También se encuentran 3 comatas, de las que surgirán nueve marcadas con la rayita pequeña. El énfasis lo hemos marcado tres veces con el mismo número de estrellitas [...]"
La coincidencia formal entre música y lenguaje (suponiendo un contenido) cambia, como hemos visto, alrededor de 1800, a partir del Romanticismo. Con la plena independización musical (pues no hace falta justificar la música a través del lenguaje) es necesario buscar un sustituto del contenido, que, para Hanslick, era "lo musical" (que determina, en segundo lugar, "lo bello" en la música). También existía, como posibilidad, los sentimientos individuales, el "corazón" (CPE Bach y el movimiento del Sturm und Drang) o simplemente "la esencia más interior del mundo."
Pero, otra vez, no se habla en primer lugar de la realización formal de un contenido tan vago; no se cuestionan las revelaciones formales de tal interior musical. La única alternativa formal para los románticos fue la forma "fragmentaria", que es poco comprometida y se adapta según las necesidades. Dice Schlegel, lógicamente, en forma de un fragmento:
"Es letal para el espíritu tanto tener un sistema como no tener uno. Pero debería decidirse juntar ambas opciones".
El problema de la forma ha sido, como hemos dicho, una cuestión de lo que se expresa, o, en consecuencia, de lo que es el contenido. La otra opción del problema es prescindir del contenido y sólo contemplar las posibilidades formales (sea el contenido cual sea) tal y como han propuesto los formalistas rusos. El arte debería ser un medio para reconocer auténticamente el objeto. El acceso formal es lo que importa.
"La finalidad del arte es transmitir un sentir del objeto como un mirar y no como un reconocer. El método del arte es el método de la distanciación de las cosas y el método de obstaculizar la forma, es decir un método que aumenta la dificultad y duración de percibir, pues el proceso de percepción es en el arte una finalidad en sí mismo y debe ser prolongado; el arte es un medio para acontecer el hacer de una cosa; lo realizado, por otra parte, no tiene tanta importancia en el arte."
Por tanto, el contenido es lo que menos preocupa a los formalistas, sino la relación activa al contemplar el arte o al oír la música.
"Una nueva forma no se hace para expresar un nuevo contenido, sino para sustituir las antiguas formas, las cuales ya han perdido su carácter como forma artística."
De todos modos, el problema del contenido musical está aún por resolver; sólo he podido ofrecer en este pequeño artículo algunas ideas sobre la cuestión, sobre todo respecto a la relación contenido - forma.
Quizá simplemente no se puede resolver el problema y, quizá, deberíamos invertir la frase de Brecht, pues como muestra la historia, al preocuparse por el contenido, se pierde la forma.
El hecho de que la música no puede expresar nada fuera de si misma es mucho más profundo de lo que tú has sacado como conclusión. Piensa por ejemplo en una pieza de Debussy. Por mucho que diga que su pieza se llama "la mer", cada cual se va a imaginar una cosa distinta sobre su pieza. Porque la música es un arte muy muy abstracto. No puedes decir con música lo que con palabras, ni viceversa. Lo mismo con los cuadros. Como mucho, puedes inspirarte, pero los resultados serán diferentes. Por eso no tiene que ver con que la música esté "muerta" como la has llamado.
ResponderEliminarEl post contenía más frases, aparte de "la música muerta", y yo creo que está bastante claro, si se leen todas, que no seré yo quien opine que la música esté muerta.
ResponderEliminarPor lo demás, claro que las artes son distintas entre sí. La literatura no es fotografía, ni la fotografía son danzas tribales zulues.
Respecto a Debussy, la canción era suya, creo que eso le da cierto privilegio a la hora de, quizá, explicar qué diablos estaba pensando, y llamarla como le apeteciera.