25.8.06

El aire de la calle

Es lo bueno de esto de ir por la vida dando bandazos (y que esos bandazos no sean tan bruscos como para arrastrarme hasta arcenes y quitamiedos), que últimamente ando con unos arranques de alegría que no tienen, que yo sepa, motivos ni razones, y a los que me someto con el entusiasmo de quien se encuentra en su trocito del roscón de reyes el regalo (si hace ilusión, claro, porque habitualmente los regalos del roscón... en fin: El regalo suele ser el roscón en sí, así que qué más da). O sea, haciéndole caso a aquél par de versos de Reincidentes que decía "no tengo motivos para estar contento / tengo que asumir esta contradicción", y como encima ando heredándole modos de comportamiento a los gases nobles (por lo de ser incomprensible) pues no hay quien me entienda últimamente, pero yo escucho venir un coche y me da la risa, veo una mosca y me da la risa, veo una ventana horrible (a la que tengo unas ganas locas de echar una foto, naturalmente)... y me da la risa.

Y también me la da cuando pienso que las vacaciones se me acaban, y en esa pregunta que últimamente me reconcome por dentro y que viene a ser, verbalizada (no me hago responsable si sueno como un imbécil, es lo que tienen los peores miedos cuando los pones por escrito) que por qué será que parece que le doy miedo a las mujeres... ¿es que realmente doy miedo? Pero aunque comprendería darlo (yo también me escucho, cuando hablo, a veces) ¿no será eso la excusa barata que me busco para no encontrar alguna respuesta más complicada, o alguna pregunta peor?

Total, que he llegado a una conclusión frívola para garantizar mi futura alegría absurda y para apuntalar lo que queda de mi cordura: Lo que tengo que hacer es, a la hora de soltar los jinetes del apocalipsis que cabalgan sobre mi conversación habitual, buscar a desconocidas que no sepan a qué atenerse y que, en consecuencia, no sepan que lo mejor que se puede hacer es huir y esconderse. Y pensar esto, no sé por qué, me ha llenado de alegría, alegría que aunque promociona mi alegría general, absurda y sin sentidos ni causas, tiene la fecha de caducidad puesta y aplazada para el mismo instante en el que me de por pensar cómo narices consigue uno encontrarse con alguna desconocida en este mundo nuestro que, ya contaba por ahí debajo, tiene más de laberinto de cristal que de otra cosa, y yo, entiéndeme, intentaría tirar abajo esas paredes de cristal, pero no sé si tengo tiritas suficientes para hacer frente a tanto corte.

1 comentario:

  1. Hay que rarito eres de verdad. No hay ninguna alegría absurda, sonríe a la vida y esta te sonreirá a ti con creces.
    Y no te preocupes, seguro que alguno de tus amigos amigas, te prestaran las tiritas que te hagan falta. No seas tan cagueta anda
    ^ ^
    -
    ¡¡¡O no, si no admite consejos!!! borralo, borraló, no he dicho nada ¡Valeeeeeeee!

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.