27.8.06

(Desol, frustr, despendol) + ación

Supongo que podría tirar de excusa barata y echarle la culpa de este estado de ánimo de nefasta tarde (noche, ya) de domingo a que mañana vuelvo al trabajo, a que se han terminado las vacaciones, etcétera. O limitarme a ignorarlo y a asumir que es una vieja costumbre que ha vuelto a pasearse por aquí para amargarme algo la noche.

Podría hacer mil cosas más. No escribir, por ejemplo, o limitarme a contar lo maja que puede ser la gente al volante cuando se te pega al maletero y reaccionan ante tu cabreo y un frenazo un poco repentino persiguiéndote, intentando echarte de la carretera y haciéndote gestos y lo posible para que pares en la cuneta a cruzar impresiones y hostias. Desde aquí, amable conductor, te deseo un accidente de tráfico brutal y solitario y una larga agonía en una cuneta olvidada, empapado de gasolina ardiente y desangrándote bajo el peso de tu precioso Volkswagen.

O podría inventarme un estado de ánimo. Soy bueno inventándome vidas mejores que la mía (es fácil, sólo quita un detalle, cambia un hecho del pasado o ignora algún punto de alguna lista).

O podría irme a dormir, que, ¡sorpresa!, buena falta me hace.

O mandar un mensaje al móvil de cualquier persona que no se lo espere, diciéndole algo desconcertante.

O ver una película.

O leer.

Y sin embargo no puedo hacer nada. Una amiga, a la que puedo llamar Marta, que para algo los nombres son así de flexibles, me dijo una vez que yo conduzco de forma "despendolada", lo que después de muchas pesquisas creo que quiere decir que mi coche tiende a moverse de forma sinuosa por su carril. Hay otras opiniones sobre cómo conduzco, bastante más tranquilizantes, pero ahora mismo no estoy con ánimo ni para recordarlas ni para inventarle un nombre a sus autoras. El caso es que cuando cambio de carril, por lo visto, tiendo a acercarme al arcén para luego regresar al centro del carril, un culebreo automovilístico, vamos. Y yo me pregunto si no será eso algo que no hago sólo al conducir, y que si un día siento una alegría absurda y sin motivo es normal que luego el culebreo, el despendolamiento, me lleve en la otra dirección y sienta una depresión absurda y sin motivo. Y jugueteo con la idea, y casi, también, podría creérmela, si no fuese porque sé que hay motivos, es sólo que no me apetece pensar en ellos (déjame, al menos, con la cabeza fuera del barro. Ya miraremos que nos atrapa en este charco otro día en el que el sol no sea tan hostil, el cielo sea más azul y yo recuerde que vivir es algo divertido), y no hablemos ya de escribir sobre ellos.

Por eso, aunque supongo que también podría, no voy a hablar de ellos, ni a explicar nada. Qué de cosas podría hacer.

El caso es que agosto se termina y yo, como buen ex-estudiante universitario, siempre he tenido, al acercarse septiembre, la impresión de que el año, el año de verdad, no el de los calendarios, empieza a la que las hojas de los árboles empiezan a amarillear y a planear en el viento sus rutas de descenso (ya me salió la pedantería). Y miro lo que se plantea en el futuro a, digamos, medio plazo (por no pensar mucho en tiempos). O podría mirarlo, y la despendolación, si esa palabra existe, entraría en juego repartiendo la tarta del porvenir en dos trozos iguales de depresión y euforia. Me independizo, me voy de casa a vivir con un par de alimañ... digo de amigas. Eso por la euforia.

Y por ser coherente y justo y sincero, podría contar qué ingredientes lleva la otra parte del pastel. Podría, ¿verdad?

Pero es que no hay manera porque la apatía me mata a pisotones todos los "podría" apenas empiezan a abrir los ojillos y a mirarme susurrando "¿papá?"

Yo, que la sé invencible cuando llega así y cuando tiene ese brillo de hielo en sus horribles ojos, la dejo hacer y miro el reloj fascinado por cómo puede correr así de deprisa cuando el tiempo se va, hora tras hora, tan vacío como vino.

5 comentarios:

  1. A mí Septiembre también me da un toque de nuevo año sin haber sido nunca universitaria, imagino que hay cosas que se aprehenden de niños que se instalan firmemente en el barrillo subconsciente.

    Reconozco que cuando he pasado veranos y veranos y veranos de encefalograma plano en Madrid, esperaba Septiembre con cierta premura, pero la verdad es que este año, se me está haciendo muy cuesta arriba la vuelta al curro.
    Menos mal que ya queda menos para el melancólico otoño donde ciertos sentimientos se encuentran como pez en el agua y yo los disfruto sosegadamente.

    PD: Feliz vuelta al cole david.

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  2. despendolarse.

    1. prnl. coloq. desmadrarse (ǁ conducirse sin respeto ni medida).

    Cuidadín cuidadín, te restarán puntos.

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  3. Vaya calamidad que estáis hechos todos, dejar de lamentaros si se termina el verano, si llega el otoño, o terminaremos todos con una depresión de caballo.
    David, ¿me permitís que os llame David? Cuenta cosas bonitas de tus vacaciones, seguro que tienes anécdotas encantadoras, no te lo reserves todo para ti solo.
    Anda y deja de lloriquear tanto, que el llanto es pegadizo y no quiero soltarme a moco tendido. ;-(

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  4. Llámame Susan si eso te hace feliz (adoro poder decir esa frase, ja ja). Y cosas bonitas... las vacaciones en sí ya las ha contado mi agente en su blog... y yo no voy de vacaciones buscando cosas bonitas sino cornisas en ruinas y cosas así, para poder echarles fotos. Pero a ver qué se puede hacer.

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  5. "y yo no voy de vacaciones buscando cosas bonitas".

    No es tanto lo que buscabas sino lo que encontraste.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.