27.12.05

Formas de vida

La noche del 23 estábamos Wilson y yo reposando junto a la barra del pub de siempre cuando entró un viejo conocido nuestro al que yo, personalmente, llevaba siglos sin ver. Venía con parte de la familia: Mujer, hijos y cuñado. Soltaron a los críos para que revoloteasen por el local, jugando al futbolín y manoseando los dardos y pidieron copas para los adultos, a falta de una palabra mejor. Total, que el tipo en cuestión se nos acercó, nos saludó, cuánto tiempo, qué tal os va, yo aquí con la familia, y entonces el orgullo y la vanidad le lanzaron a un discurso sobre lo malo, capullo y yonqui que había sido en su juventud, y lo pacífico y bueno que era ahora, y lo arrepentido que se sentía, aunque sin llegar a arrepentirse de sus gestas ni sin admitir más culpa que la de la vida, que por lo visto le hizo así de malo. Pero ya no era así, nos contaba. Y le brillaba por dentro un orgullo ardiente cuando proclamaba lo malo, malísimo que había sido, las cosas que le habían pasado, el dinero que había debido, las drogas que había tomado y que ya casi ha dejado, en los líos que se había metido y a los que había arrastrado a quienes habían tenido la mala suerte de estar a su lado en aquellos tiempos feroces. Y concluía proclamándose un pacífico padre de familia, redimido por el amor de su mujer y sus hijos ("que no, hija, que no te voy a dar más dinero para el futbolín", decía muy serio, instaurando una disciplina que la madre disolvía al paso de la niña con otra moneda de cincuenta céntimos). "Porque antes todo el mundo hablaba de mí, por los líos en los que me metía", afirmaba, sin tener muy claro si sentirse más orgullo por aquel pasado de gloria y destrucción o por su reencarnación de pacifista zen. "Y ahora, ¿cuánto hace que no oís nada de mí, eh?"Así que nada, dando sorbitos a los cubatas aguantamos aquella charla de autobombo y confesiones de un redimido social, y yo me puse a pensar cómo puede ser que tanta gente termine tan pagada de si misma, yo incluido, naturalmente (que para algo tengo un blog). Y pensé que debe ser la costumbre y la aceptación. Uno termina por comprender que lo que se es es lo que hay, y que ya que aún nos queda un tiempo que pasar soportándonos, así que más vale llevarse bien con uno mismo.

Diez minutos más tarde nuestro viejo conocido cruzaba unas cuantas palabras rituales con el dueño del pub, Leo, y éste lo sacaba a rastras del bar, donde mientras su familia salía con un tristísimo silencio resignado decidían si darse de hostias o no. Fue que no, supongo que porque el público no era el mejor para asistir a la muerte de un mito, y porque el cuñado ya lo conoce. Valiente orgullo de tiempos mejores.

Supongo que después, dándole nuevos traguitos a la copa siguiente, Wilson y yo nos dedicamos a pensar en el pacifismo que profesamos (aunque el de Wilson sea menos militante que lógico, porque a ver quién tendría el ardor suicida de meterse con él), y yo recordé algo que el Viti, un amigo que toca el saxo y es bajista de un grupo talaverano, me contó una vez, sobre todo eso de las tortas y lo que es la gente. Con un orgullo bastante distinto del de nuestro viejo conocido contaba que nunca se había peleado con nadie en su vida. Contaba que una vez, en la cola de un concierto, un tipo borracho y puesto de alguna otra cosa que le alegraba la sangre y le pedía marcha, topó con él y comenzó a darle golpecitos en el pecho y a lanzar voces desafiantes. Y el Viti le dijo "¿estás buscando pelea?", y el tipo aquel asintió, pensando que la había conseguido, pero el Viti lo remató: "Pues mira qué de gente hay en la cola, pregunta por ahí que seguro que encuentras a alguien que te parta la cara, y a mí déjame en paz". Y el tipo, perplejo, se fue, y el Viti no sabe si alguien le partió la cara o no, ni le importa, él iba a un concierto, con toda su alegría, y el resto se la traía al fresco.

Formas de vida, la satisfacción de golpear la carne contra la de no haberlo hecho nunca.

El Viti nunca nos ha soltado una charla sobre lo orgulloso que se siente de si mismo, o sobre lo que ha cambiado a mejor con los años, o lo mucho que le quiere nadie. Pero te apuesto una copa a que por las noches duerme mejor.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.