23.12.05

Con perdón de Benjamin Disraeli y Mark Twain

En Madrid hay 311.849 cubos de basura (bueno, cubos y contenedores. Por abreviar, los voy a llamar a todos cubos. Pero también son contenedores, ¿vale?), que se dice pronto. De ellos, este año han ardido 442, y han desaparecido 26.473. Los camiones de basura hicieron 240.938 salidas para recoger 1.228.661'32 toneladas de basura y (si el informe que tengo en las manos no miente, aunque hay un tachón un tanto sospechoso) 473'06 toneladas de animales muertos.

La caña, 473 toneladas (vale, y 60 kilos, pero olvidémonos de ellos, al lado de las 473 toneladas) de animales muertos son muchos animales. Teniendo en cuenta que el elefante más grande que se ha visto nunca pesó 12 toneladas cuando lo pesaron tras matarlo en Angola en 1.974 (no es que sea un friqui de los elefantes; lo estoy mirando en Wikipedia), eso es más de 40 elefantes (y aún así, la muerte de 400 elefantes en la ciudad habría sido una noticia tan impactante que hasta nosotros nos habríamos dado cuenta). Imagínate la cantidad de perros, gatos, ratas, insectos y demás fauna que hay que amontonar para tener 473 toneladas de bichos. Y no, no son restos de comida, cabezas de pescado y cosas así: Eso aparece aparte en el informe, con el estimulante título de "materia orgánica".

Pero no consigo concentrarme en esa tragedia animal; el asunto de los cubos de basura vuelve insistente a distraerme. No los 442 cubos quemados, que son muchos, sino los 26.473 desaparecidos. ¡VEINTISEIS MIL CUATROCIENTOS SETENTA Y TRES! ¿Pero cómo puede "desaparecer" una cantidad así de cubos de basura? Haciendo cuentas, eso significa que cada mes desaparecen una media de 2.206 cubos de basura. 72 al día. 3 por hora. Uno cada veinte minutos. La próxima vez que pases junto a uno, dile adiós, por si las moscas.

¿Y qué pasará con ellos? Una amiga, Miriam, sugiere que tal vez sean cubos que queman con un éxito tan rotundo que desaparecen (pero quedarían piececillas metálicas y cosas así, ¿no?), o que se llevan a otros sitios para quemarlos. Se ve que a Miriam le parece que quemar 442 cubos al año es una vergüenza, y que hay que hacer más gasto. Pero yo tengo un par de hipótesis que medito por las noches, en el silencio previo al sueño; La primera, que alguien, un jubilado cotilla y poco escrupuloso, comenzó a pasar los primeros años de su retiro rebuscando en cubos de basura, a la búsqueda de esos objetos que la gente de hoy día tira cuando están en perfecto estado (tal vez, bueno, algo sucios o zarandeados, pero bueno), y entonces le tocó la lotería y decidió hacer de su pasatiempo algo colosal, contratando una flotilla de camiones (porque claro, a ver en qué maletero cabe un cubo de basura) y de siniestros operarios que recorren por las noches las calles de la ciudad, a la caza de cubos desguarnecidos y solitarios que luego esconden en una gran nave industrial (porque tienen que ocupar lo suyo), sombría, apartada y maloliente, donde el rebuscar entre la basura ha tomado un cariz apoteósico.

La otra teoría es que un mago ha descubierto un truco para hacerlos desaparecer, ¡abracadabra, misifú misifá y plof, el cubo no está!, y que lo hace muy a menudo, probablemente para intentar impresionar a las señoritas a las que intenta seducir, pero estas, no porque el sea feo hasta decir basta, sino sin duda basándose en otras cuestiones de su personalidad, mucho más profundas y lamentables, lo rechazan una tras otra, y claro, el tío sigue repitiendo el truco, a razón de una vez cada 20 minutos.

La ciudad es un misterio.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.