25.10.05

Paganismo laboral.

Claro, hay que hablar de trabajo. La gente habla de trabajo, en sus blogs (excepto el degenerado que regenta los dos blogs que por ahora tengo como links, que es un paria, un lastre social y un tipo entrañable para toda persona de caracter tirando a masoquista). Normal. Total, nos pasamos la vida en el curro. Salgo de casa de noche, y vuelvo de noche. Con suerte llego cuando clarea y salgo cuando oscurece.

Pues a ello.

Tengo un jefe, un tipo simpático, excepto porque es adicto al trabajo y presupone que todo el mundo comparte su perversión. Tiene sus cosas; Cita pasajes del Reglamento de Prevención de Incendios de la Comunidad de Madrid como los Ayatolás el Corán, y hace apariciones místicas a última hora de la tarde que provocan que miles de feligreses se arremolinen en torno a él, complicándome a mí muchísimo la vida a la hora de planear mis fugas diarias de allí. Tengo un compañero delineante que es adicto a los juegos de coches, que habla muy bajito y muy feliz con su novia por el móvil y que dibuja con el ordenador como si estuviese jugando con la consola mientras cruza comentarios hirientes y festivos con su joven y avispado padawan. Y otro que de vez en cuando pasa a quien parece que le faltan unas doce mil noches de sueño (un par de ellas y le cojeré, de todas formas), siempre frisando la inconsciencia. Y otro que es una enciclopedia ambulante, no de pasajes del RPICM, sino de detalles e historias. ¿Dudas sobre qué número es el que marca la relación entre cualquier cosa y cualquier otra? Pues él lo conoce (ejemplos: Cada cuánta distancia deben ponerse luces de seguridad en un parking, o cada cuántos kilómetros hay oasis en el desierto, o cada cuántos años luz hay gigantes rojas en el firmamento). Y otros cuántos de los que no me da tiempo a hablar porque dice Maribel que me vaya a la cama, y yo soy un tipo obediente, ji ji.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.