10.9.10

estoy en Assilah

Estoy aquí, al sur de Tánger, en la costa atlántica de Marruecos, haciendo una vida increíblemente sana.

Por ejemplo, menú de ayer: ensalada y pescado, y por ejemplo bis, menú de hoy, ensalada, unos pinchitos y fruta.

Es increíble, digo: yo no me reconozco.

Me lo monto muy bien: antes de venir, envié aquí a un secuaz, para que hiciera el reconocimiento. Y vaya si lo hizo. Es amigo de los taxistas, de los dueños de chiringuitos y bares, y va saludando gente por la calle. Lleva una semana y como si llevase diez años. Yo la verdad es que siempre le vi algo moro, al secuaz.

No le va a gustar que le llame secuaz, por cierto. Lo añadiré a la lista de Palabras Inadecuadas (ya llevo tres).

Puestos a recontar, anoche parí un poema morcillesco, que se titulaba "Tristeza de los paneles solares" y constaba de un sólo verso unipalabresco que era: "Noche".

Tanto mi secuaz como yo convinimos en que aunque sea un tipo de poesía que quizá hasta tuviera mercado, es mejor por el amor a todo lo que es bonito (hola, Muchacha, qué tal, amorcita, te echo de menos) que jamás deje volver a salir esta faceta mía. Aunque fíjate qué rentable, con seis palabras y un punto llenaba una página.

Y a ver qué más cuento. No hay mucho, porque nuestra vida es un continuo estrés y un sinvivir de idas y venidas. Nos levantamos, desayunamos, nos vamos a la playa, nos bañamos, comemos, nos bañamos, volvemos, nos duchamos, salimos, cenamos, una vuelta y a casa a leer y a dormir.

Quizá que ayer descubrimos que los cacahuetes no crecen en los árboles. Nuestro maestro en botánica fue el jefe de Rashid (Rashid es nuestro taxista oficial. Su jefe, otro taxista), que en mitad del viaje de vuelta de la playa paró el Mercedes (desastrado e invulnerable), se bajó del coche, se adentró en una huerta y volvió con una mata. Dijimos "¡oooh!" mi secuaz, dos asturianos y yo.

Y poco más. Que hoy se acaba el Ramadán. Nosotros lo estábamos celebrando a medias: aunque sí comíamos durante el día, y bebíamos, a las siete, cuando ellos ya pueden tragar, escuchamos sus oraciones desde el techo del riad y comemos pastelitos y bebemos zumo. Y como hoy se les acaba el ayuno, por lo visto tienen fiestón, ton, ton.

A ver qué tal. Son simpáticos estos marroquíes (nada que ver con la horda que vi en mi anterior expedición al país, por cierto).

3 comentarios:

  1. totalmente distinto.
    quiero ser una marroquina..
    Buena suerte! C:

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  2. Yo tampoco me reconozco. La casa sin barrer, las cosas sobre la mesa, la ropa tendida esperando más sol e ingesta sobredosis de proteínas. Ese poema desbanca mucho verso que se escurre por esta pantalla. Be(r)sos

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.