27.4.10

emular a Capote

Fue leer la noticia y pensar: debo escribir sobre ella.

Pero han pasado los días y ahí la tengo, siempre abierta en una pestañita del Mozilla, pendiente, inaccesible de una manera que no he terminado de comprender hasta la última ducha, gracias a la siempre inspiradora contención de los recintos pequeños y azulejados: es que no vale escribir de ella y contarla, sin más, narrarla y ya. Eso es poco, como demuestra el párrafo siguiente, donde la cuento.

Resulta que un señor de Bilbao ideó un plan perfecto, en lo criminal, debió pensar él, y en lo alleniano (de Woody), resultó luego. Afrontó sus deseos, hizo un alarde de introspección y los formuló resumidos en una palabra verde: dinero. ¿Y quién tiene dinero?, se preguntó después, dándole a la automayéutica. Pues el chino de la esquina, mismamente, que a lo que cobra las barras de pan y con todo lo que vende el condenao, todo el día abierto, debe tener un pastizal, que si no no se explica cómo puede haberse traído a los hijos, a la mujer y a cuatro generaciones de su familia, aquí, desde la China, que fíjate lo a tomar por culo que está. Analizó los pros y los contras y resolvió que los segundos no existían, y sí los primeros, siendo el principal que el chino, pese a su agilidad mercantil, no se entera de gran cosa por eso de que su lengua materna, ya sea cantonesa o mandarina, dista mucho de parecerse a la de Cervantes. Así que a poco que le amenazase con algún terror patrio del que quizá hubiera oído palabras dramáticas a alguna maruja compradora, probablemente cerrase sus achinados ojos y, tembloroso como un flan chino, si los chinos comen flanes, fuese la víctima perfecta. ¿Y a qué apelar pues? Pues a la ETA, mismamente. Así que el genial delincuente arrancó un papelito de alguna parte, esgrimió un bolígrafo, y escribió en él las siguientes palabras, y perdón por la ortografía: "Somos mienbros e ETA como digas o agas algun movinieto directamete vas a recivir un tiro en la cabeza. Gorka ETA M". Se lo guardó en el bolsillo, se acercó al chino, lo miró emulando la cara que le recordaba a Al Pacino que pusieron un día por la tele y le dejó leer mientras se llevaba la mano al bolsillo, así: porte mafioso total. El chino se enfrentó a la nota sin cerrar los ojos, pero casi. Efectivamente el idioma de Cervantes se le puso cuesta arriba, como pensó el delincuente, pero demasiado, tanto que no comprendió ni jota. Así que le dijo al etarra fingidor que un momentito y salió de su tienda para volver, segundos más tarde, con el dueño de la de al lado, al que expuso la nota a ver si entre los dos se aclaraban. Pero el nuevo personaje, marroquí de origen, tampoco comprendió gran cosa del papelito, y los dos tenderos extranjeros se quedaron mirando al ideólogo criminal sin saber qué hacer, los tres allí plantados, uno como pasmarote y los dos, supongo, meramente patidifusos. Dan ganas de imaginar el reloj corriendo, los coches pasando fuera, por la calle, el ruido de unos niños a la carrera, el trajinar de una nube que viene del mar y va a la montaña, imaginar que pasan minutos allí, los tres, mirándose, pero no: al final el terrorista, sí pero en lo ortográfico decidió resolver la escena por la vía clásica y pegó un brinco hacia la caja registradora. Eso ya sus alucinados compañeros lo comprendieron perfectamente, así que lo derribaron y uno de ellos lo sujetó contra el suelo mientras el otro fue a llamar a la Ertzaina.

A mí la noticia me alegró el día, la verdad. Después de tanta ceniza informativa, y no me refiero al volcán que ha llenado Europa de trenes y autobuses, sino a la otra, de muertos del franquismo y de ladridos políticos, conseguí reírme a mandíbula batiente. Y pensé, como dije antes, que no me la podía quedar, que tenía que compartirla aquí. Y ahí me dio a mí la parálisis, enfrentado a ella y sin comprender por qué no me abalanzaba sobre su caja registradora, digamos. Y en la ducha lo he comprendido: porque yo no quiero contarla aquí. A mí lo que me gustaría es ser Truman Capote y abordarla como hizo él con aquel crimen atroz en A sangre fría. Entrevistar a las que, según la fantasía del pobre idiota aquel, debieron ser sus víctimas, indagar en sus orígenes, en los viajes épicos que los han traído aquí, en el indudable absurdo de sus impresiones durante el golpe. Y luego seguir al detenido, caminar tras él por las calles de Bilbao, entrevistarle, acompañarle en el juicio, sentado en la última fila, y luego darle forma a todo, cada noche, en una libretita de espiral, cuando dieran las luces del último bar abierto de Bilbao.

Y homenajear así al señor Capote pero con un morbo bastante más sano que el de su cuento, con una historia que complementase a la suya, que tras trazar el perfil de la maldad escondida en lo insulso del ser humano retratase esa otra parte, la pazguata, la que hace reír, la ridícula, la que nos redime y nos salva, en mi humilde opinión, de haber opositado con todos los méritos para la extinción.

Luego ya me he puesto a pensar que no deja de ser gracioso que un tipo tan gay como el señor Capote se llame de nombre Truman, precisamente, y que qué opinaría de ello, qué sé yo, Ratzinger. Pero como mañana tengo que ir a la Secta, que no está el Bilbao, y el Bene ya no me coje el teléfono, allá en Roma, pues me da a mí que me quedo yo sin poder progresar más allá en mis tareas filosofales.

2 comentarios:

  1. Pues yo también me he partido de risa, sobre todo en el momento en el que los tres se miran intrigados.

    Así que me alegro de que, mientras te decides con lo de la novela, lo hayas contado aquí.

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  2. http://www.renfe.es/cercanias/madrid/relatos/bases_concurso.html

    Tal vez pueda interesarte concursar con un relato corto.
    Saludos de Isa

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.