4.11.09

una planta menos

Bien visto no sé cómo demonios se las han ingeniado las plantas para sobrevivir hasta hoy. Quiero decir, desde un punto de vista evolutivo un ser que no tiene patas para correr o ir a buscar comida o apartarse del fuego, ni sentidos para ver cómo va la vida alrededor, no parece muy bien dotada.

Si estuviésemos al principio de la vida y estuviesen saliendo las plantas yo, francamente, no apostaría un duro por ellas.

Claro que entonces no había duros. Había doblones, piezas de a ocho, sextercios y esas cosas.

En fin: la semana pasada terminó trágicamente.

O con tragedia. Trágicamente terminó para mi pobre aloe barbadensis, vulgo aloe vera, que ya sé que no hace falta ponerlo porque aquí lo sabemos todo sin mirar la Wikipedia ni nada, pero bueno, a lo que iba. Que no fue precisamente el mejor día de la vida de mi plantita. Porque yo, que parezco tan ogro y doy tanto miedo y escribo sistemáticamente cuentos donde necesariamente tienen que morir niños de disparos en el cráneo (es mi época, oye. ¿No tuvo Picasso la suya azul? Pues yo tengo la de los tiros en las cabezas de niños), tenía una plantita, que me hacía sentirme un poco más humano. Un poco más “vaya mierda de ser vivo que eres tú, cosa verde”, que sube mucho la autoestima.

La verdad es que con el transcurso de los (dos) años, mi aloe se ganó mi respeto. Demostró una notable capacidad para sobrevivir a oscuras y sin agua, la jodida plantita. Y bueno, fue el único ser vivo que me hacía compañía en aquellos tiempos en los que yo vivía pared con pared con una bruja piruja. Y luego demostró un considerable buen gusto al ajustar su balance de blancos y volverse verdísima cuando Juanito se vino a vivir con moi y la sacamos a la luz. Tenía sus cosillas, como eso de crecer de manera cubista, ¿pero quién no las tiene? Jamás protestó por nada, a diferencia mía, por ejemplo, que me paso la vida quejándome por todo. En ese sentido, ayudaba a equilibrar la balanca, a tirar de la media de la cordura del universo fuera de la zona roja. Poco, pero con entusiasmo y de manera irreprochable, porque no se le puede exigir gran cosa a una plantita de mierda.

Y el domingo volví a casa y me encontré ahí la tragedia vegetal delante de los morros: la maceta estaba vacía, en su estante. Y metro y pico por debajo, espanzurrada en el suelo, estaba mi aloe vera. Se había suicidado. A mí se me escapó una lagrimita y todo mientras la recogía, acariciaba por última vez sus desagradables y deformes hojas y la tiraba al cubo de la basura.

9 comentarios:

  1. qué enorme lástima
    era una superviviente del fin de la luz

    te tendré que regalar otra

    para que aprendas a cuidar seres vivos

    que tiene su miga
    aunque a tí la miga puaj

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  2. Creo que los de No me pises que llevo chanclas hicieron algo muy parecido a tu post/posta/postal/publicación/etc de hoy.

    Solo que en vez de aloe vera era canario cantarín

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  3. Oye, pero que el cadáver del aloe vera es buenísimo para curar heridas, creo.
    POr cierto, y fíjate qué cosa, hoy descubrí que mi geranio, el último sobreviviente de mi era "tengo una casa super chula y con patio en ávila" ha muerto, y no por el frío, que ya llegó, sino por bichos de extraña textura.
    Canturreé la que dice JOrge, adpatando la letra: "ay, qué pena me da que se me ha muerto el geranio"
    Son todo señales.

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  4. Aroa; siempre vivió al límite.

    Debió ser que su centro de gravedad lo cruzó, snif.

    Y miga puaj, sí. Y las plantas, buf.

    Un gato, por otra parte...

    Jorge; yo jamás, JAMÁS vería esto parecido a nada que tenga que ver con un canario. Porque el canario nunca se habría visto en tal situación. Por es carne, y se come, y yo soy un glotón, ji ji.

    Pi; es que como soy invencible y nunca me hiero, pues no sé, no lo veo. Además, ejem, es que ya está en la basura, camino del cielo de las plantitas difuntas.

    Ah los geranios. Sé yo de una que tuvo un problema parecido y más o menos los salvó.

    Me quedo pensando qué textura de bichejos de geranios no es extraña.

    Y todo son señales, sin duda.

    Esta, de mi mano derecha, es de saludo, por cierto.

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  5. Las plantas vasculares fotosintéticas y tal, con flores y semillas, compadres de las libélulas gigantes del carbonífero, estaban preparadas para lidiar con atmósferas primitivas y enrarecidas, con cenizas volcánicas y cielos plagados de tormentas, hasta con pisotones de dinosaurios, pero no lo estaban ni lo están para aguantar que no se las riegue o que se las eche la ceniza del tabaco en su escasa tierra disponible, capullo (lo de capullo, no es un insulto, sino un apelativo para no salirme del tono botánico del comentario)

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  6. ¿Qué carallo es una balanca, alma de cántaro?

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  7. Lansky, he de decir en nuestra defensa que a esta planta la hemos cuidado con todo el cariño de nuestro oscuro, gris y en algún caso, inexistente corazón.

    No se como se ha muerto, aún estaba verde cuando la encontramos. En fin, rezaré por ella esta noche.

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  8. 50% de lana, 50% de escai: ¿¡y quién las regaba entonces, los diplodocus!?

    Nada nada (de Carmen Laforet): las únicas plantas decentes son las fieras patatas de Stanislaw Lem.

    Puerto rosa: como te respondí en correo personal (¿Pessoa-anal?), una balanca es, en borrachil, una palanca, probablemente.

    Juan: silla, o sillón, o sea, asiento.

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  9. ¿Qué correo personal? Nada he recibido de ti, amigo mío.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.