24.10.09

lo que pasa cuando los niños prodigio se juntan y sacan muchos discos



¿Cuántos bombos tiene la batería de Mike Portnoy, y por qué?

Tres. Porque cuando se apuntó al proyecto de Transatlantic se apañó una batería más pequeñita y coqueta a la que le cogió gusto, y a la hora de volver con Dream Theater y su batería descomunal no supo qué hacer y decidió que, bueno, siempre podía pegar las dos y llevárselas juntas.

¿Cuántas cuerdas tiene la guitarra de John Petrucci?

Siete.

¿Y cuántos pedales?

¡Uno!

¿Y el bajo de Myung?

Seis.

¿Y qué tiene el teclado de Jordan Rudess que le llena de orgullo?

Que gira.

¿Y qué se puede esperar cuando Dream Theater toca sin teloneros y se arrancan con una versión de un grupo que, casualmente, sea la primera canción del disco en el que sale la versión?

Que versioneen el disco entero.

¿Y por qué Liquid Tension Experiment no pretende sacar más discos?

Porque, básicamente, son Dream Theater sin LaBrie cantando.

¿Y cuál es el fan más feliz de Dream Theater?

El japonés de la camiseta blanca que en el DVD del directo en el Budokan pasa de la última fila a tocar la batería con Mike Portnoy.

¿Y cómo suena James LaBrie?

¡Como un gato al que le pisan la cola!

Si hubiese exámenes de Dream Theaterismo, sacaría mínimo un notable sin estudiar. Dream Theater, aparte de el grupo más grande del metal progresivo, es un mito con (ocho) patas (y tres bombos). Una leyenda viva, y probablemente la mayor concentración de talento interpretativo por metro cuadrado de escenario que existe. La gente que tiene su grupito y toca metal suele estar loca por ellos al margen del género particular que toque. Conocí a un cantante de death metal sevillano que contaba con lágrimas en los ojos el viaje que hizo con su novia a verles a París, por ejemplo. Y la gente que monta un grupo a veces, con mucho esfuerzo y meses practicando, aprende a tocar una canción suya. Pero ellos, los tipos geniales, se las saben todas, los condenados, y además suelen tenerlas ensayadas (las suyas y, en fin, otras, porque siempre pueden aparecer y tocarse entero el Master of Puppets de Metallica, o el The Number of The Beast de Iron Maiden, etc), porque cuando Mike Portnoy planea el setlist de cada concierto va cambiándolo a conciencia, por si a algún fan le da por asistir a dos conciertos de la gira, para que no vea dos noches lo mismo. Teniendo en cuenta la cantidad descomunal de notas que tienen sus canciones, la cantidad de trastes de las guitarras de siete cuerdas y los bajos de seis, las mil teclas del piano y el incontable número de timbales, platos, cajas, tambores y bombos de la batería, que toquen todo bien y que toquen como tocan es, en realidad, algo sumamente improbable, pero que sucede en cada concierto.

Además, por darle algo más de mérito, lo complican más. Por ejemplo, ¿para qué tocar el Pull Me Under como siempre, con lo complicado que es, cuando se puede complicar más metiéndole en pleno centro el solo de otra canción y acelerándola al doble de velocidad?

Y van y lo hacen, los músicos geniales. Y sus dedos rompen la velocidad del sonido. Y Portnoy, además, saca tiempo para saludar, ponerse de pie, pasearse alrededor de la batería sin dejar de tocar, tirarle una baqueta a un tipo que pasa por allí para que se la devuelva y seguir tocando.

En fin. Debería hablar del resto del concierto (porque, además, estaba Opeth, con Mikael Akerfeldt diciendo "buenas noches, ¡feliz navidad!" y "we are Opeth, from Stockholm. And we are very popular... mostly with the ladies... we are trying to understand why"), pero no hay manera, porque el viernes vi a Dream Theater, que ni siquiera me gustan tantísimo, pero es que son Dream Theater. Que viene a ser como si uno es creyente y una tarde llama Dios a su puerta diciendo que trae cervezas y patatas, que viene a ver el fútbol, por ejemplo.

En fin, para qué decir con unos cientos de palabras lo que se puede escuchar y ver en unos miles de notas; échales un ojo. Aunque sólo sea por ver al mejor batería del mundo (acompañado por unos de los mejores teclistas, bajistas y guitarristas del mundo, y sin el gato maullando):


4 comentarios:

  1. "...y el incontable número de timbales, platos, cajas, tambores y bombos de la batería..."

    Y el gong, te has olvidado del gong...

    Son muy buenos (Portnoy es el mejor batería que he visto nunca) pero me siguen pareciendo aburridiiiísimos.
    Sin embargo Opeth lo disfruté muchísimo :) y aun sigo con el Deliverance en la cabeza ^___^

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  2. He hecho un esfuerzo. Me he escuchado íntegro el primer video.

    Imagino que pasa como con Bach, Brahms y el resto de los míos, sobre todo de los más recios: que hay que estar acostumbrado a oirlos desde pequeñito para apreciarlos.

    Como no es mi caso, te confieso que se me ha alegrado la oreja unos cinco segundos a partir del 4:20, aproximadamente; y otro poquito con los últimos veinte segundos. El resto, para mí, áspero erial. No discuto la calidad, ni del batería ni de nadie, pero soy incapaz de disfrutarla. Y ni siquiera lo lamento. Me vuelvo a mis Beatles, a mi Mozart, a mi Bach y a mis Chalchaleros.

    (Otro día que me sienta heróico lo intentaré con el segundo vídeo.)

    Muy oportunamente, la palabra de verificación es "applate".

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  3. Corrijo: la oreja se me alegró, para ser exactos, de 4:06 a 4:23, ratín en el que parecen querer tocar algo que recuerda a una melodía. Se arrepienten enseguida.

    ¿Ves lo que te digo? Ahora el palabro es "emely".

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  4. Irene, sí, el gong. Todo el concierto sabiendo que lo iba a usar. Y efectivamente, lo usó, lo usó.

    Y lo que te dije: a mí como si hicieran zarzuela. Lo que hacen lo hacen TAN bien que me termina importando poco que su estilo no sea mi favorito.

    Y Opeth, buf, qué detallazo tocarse el Deliverance.

    Vanbrugh: te aplaudo el mérito.

    Aunque es cierto que ese tema probablemente sea un poco putada para ponerlos de ejemplo, porque en fin, es confuso hasta para mí, que me sé las canciones, y hay mucho pajerío instrumental ahí. Pero la cancioncilla que había arriba del post, por ejemplo, no era así, era más, digamos, disfrutable (aunque cante LaBrie).

    El vídeo es un ejemplo de virtuosismo, sin más. Pero ¡qué bueno que aún así le hayas encontrado fragmentillos mordibles!

    En cualquier caso el trocito que dices también estaba un poco solo en la canción de la que sale, y hombre, acaban con él para que se luzca un poco el bajo, que el pobre no lo hace mucho. Es por un buen fin.

    Además a mí también me cortan mi parte favorita, aunque yo tuve más suerte, empieza en el 2:20 del 2º trozo, y dura un minuto de Paradigm Shift.

    2.20

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.