21.10.09

¿dónde está la calle mayor y qué pasa con google?

Esta mañana hemos desayunado en el local que, en ese idioma particular que desarrollan las parejas, la Muchacha y yo denominamos como El Bar de la Esquina.

Es una cafetería típica de café mañanero y desayunos con churros. Típico excepto por la pintura colores crema y marrones y por el cartel que, sobre la cafetera, avisa de que no se sirve alcohol antes de las 12.30. Supongo que eso nos hace perdernos la parte más cañí del amanecer madrileño, pero lo convierte en un lugar tranquilo. Curiosamente tenían la televisión apagada y la radio puesta. Sonaba una cancioncita rockandrollera, voz de mujer. No me gustaba, pero era de agradecer. La Muchacha y yo, como decía, desayunábamos.

Está malita, ella, de la espalda. Alguna lumbalgia, o algo así, agudizada anoche por ese empeño suyo en desafiar a la adversidad y a los músculos y ponerse a fregar bañeras en su condición.

Que no es que ella estuviese ahí puesta a limpiar baños y yo estuviese tirado en el sofá viendo capítulos de House, que conste; mientras yo ponía una lavadora.

Eso fue antes del Gran Ay, claro. Después a lo que me dediqué fue a tumbar a la Muchacha en la cama, regañarla a cada movimiento que hacía (y se seguía empeñando en hacer miles), arroparla bien, buscar en Google Farmacias abiertas las 24 horas o farmacias de guardia y empuñar un paraguas y salir a la noche.

Resultó que la primera farmacia que Google me dijo que estaría abierta no lo estaba. La segunda tampoco. La tercera estaba más lejos, así que fui en taxi, y el taxista me informó de la derrota del Barça (en serio, qué gran labor informativa tan poco reconocida la de esta gente) y me dejó en la puerta de otra farmacia, en la Calle Mayor. Toqué el timbre entusiasmado, pero nada: también cerrada. Así que blasfemé un rato, me cagué en Google, herético perdido, y decidí ir caminando a la siguiente de la lista, en la calle Toledo.

Y cuando llegó el momento de empezar a caminar me di cuenta de que a Madrid le había pasado una de esas cosas que les pasan a veces a las ciudades; se había laberintizado. Porque yo estaba allí, en plena calle Mayor, preciosa bajo la lluvia nocturna, pero ¿dónde quedaba Sol? ¿Dónde la Plaza Mayor?

Y me descubrí perdido en un rincón en el que recordaba haber estado miles de veces.

Es una sensación maravillosa que, pese a la urgencia del papelito que llevaba en el bolsillo con una lista de medicamentos posibles y necesarios, me hizo sonreír como un demente, apresurar unos cuantos pasos por cualquier calle, esquivar charcos y mirar y descubrir todas esas fachadas que conozco rutinariamente. Hay que aprovechar esos momentos en los que la ciudad se olvida de que uno la conoce y se revuelve y se vuelve exótica, un cruce de París, una calle de Lisboa, un avenida de Amsterdam despojada de tranvías y coffe shops, un callejón de Budapest con las grietas valladas en el suelo, en lugar de en las paredes, y sin Danubio ronroneando por ahí detrás, en alguna parte.

Llamé a la Muchacha, que más que indicarme me animó para que saliese de allí. Y ante mis pies se desplegó con una facilidad absurda la Plaza Mayor, con sus terrazas vacías y atestadas de gotitas de lluvia y sus escaleras brillantes, y bajé un trozo de Calle Toledo.

Tardé un rato más en comprar los medicamentos, principalmente porque había un tipo en la cola empeñado en desmenuzar un debate exhaustivo sobre no sé qué con la resignada farmacéutica, y secundariamente porque nos llevó un rato a la farmacéutica y a mí desgranar de mi lista aquellas medicinas que no necesitaban receta y podrían ser apropiadas para los dolores de la pobre Muchacha.

Al fin conjuramos unas pastillas, pagué, decidí volver en metro, cenamos pizza, vimos un capítulo de How I Met Your Mother, se durmió, terminé de ver House, me dormí.

Y me he despertado al segundo sorbo de café, mirando ese cartel que dice que no se sirve alcohol antes de las 12.30.

¿Por qué las 12.30, me preguntaba yo esta mañana? ¿Por qué no las 11, o las 2?

Y he comprendido que alguna frontera tenía que tener, por tempranez, la hora de las cañas.

Y sintiéndola acotada así, por delante, me ha dado algo de pena, la hora de las cañas, aunque no me ha importado mucho, porque total, cuando quedamos una mañana para irnos de cañas jamás nos despertamos antes de esa hora.

Y total, si lo hiciésemos hay otro bar cercano, al que en nuestro idioma de pareja se llama El Bar de los Platos Combinados, donde probablemente puedas pedir una ginebra a palo seco a las siete y media de la mañana sin ningún problema.

10 comentarios:

  1. Qué envidia ese "paisaje" de Madrid. Lo asocio con el de las madrugadas de verano, cuando "regaban" la Plaza Mayor con chorros de agua enormes y potentes que se escuchaban desde mi casa cuando nos íbamos a dormir. En fin. Nostalgias de vecindario.
    Saludos a esa Muchacha!

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  2. Que se mejore la Muchacha.

    Por lo demás, este post es una basura.

    Como todo el blog, vamos..

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  3. Yo creo que no es la frontera de las cañas, sino la de los afters. O sea, la de la gente que no encuentra afters y se mete en bares de taxistas con las gafas de sol puestas y echando de menos el bumba bumba (me pasó en tiempos mejores, o peores). A las 12.30 ya les ha dado tiempo a los zombies a aburrirse e irse para casa.

    Oh, la Muchacha.

    La llamo ahorita.

    No basura.

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  4. No le eches la culpa a Google, porque lo más seguro es que fuera culpa de las farmacias.
    Por otra parte, seguro que en la primera farmacia que visitaste había un papelito en el escaparate en el que trataban de informarte de las farmacias de guardia de ese día (con direcciones y todo). Eso sí, ahí no aparecen las que están abiertas las 24 h.
    Y suerte tuviste de que te atendiera, porque muchas ni abren la puerta (de noche) si no les enseñas la receta.


    Uf, sólo de pensar en farmacias se me ponen los pelos como escarpias. No tendrás pensado hablar de palomas en breve, ¿no?

    PD: lo de no servir cañas antes de las 12,30 es una aberración. ¿Qué pasa con la gente que desayuna cereales?

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  5. al césar lo que es del césar

    y a ese bar lo bautizó dani pistone

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  6. Saludo y transmito buenos deseos a la Muchacha de parte de todos, agradecido y contento.

    Pi: comprendo el parecido, pero esto ya de verano no tenía mucho, ¿eh? Frío, lluvia, ventisca, bofetones de viento, una oscuridad colmillosa y brillante de humendad, algo precioso todo. ¡Mejor que el verano!

    Pero no nostalgies, eh, en vez de eso tenemos que ver qué pasa con cierto café, y aplacamos esas cosas.

    Porto: mucho mejor en este plan que en el otro, mucho mejor.

    La próxima vez que te vea, te daré una galletita de chocolate, por eso del afianzamiento pavloviano.

    Lara, ¡claro! Muchísimo más coherente eso que mi hipótesis bostezante. Te leo y me voy contento con otro misterio de la vida desenmarañado, la explicación resplandeciente ante mí.

    ¡Y basura sí! Y además este blog no paga el Canon de Gallardón (todavía).

    Myrddyn, ja ja, faltaba la opinión del experto en farmacias... Al final lo que produjo la aparición de una farmacia abierta ante mis ojos fue una de esas fotocopias. Pero no sé, yo creo que si a todas las farmacias les llega esa información para colgarla de sus escaparates ¿no sería sencillo colgarla en un internet de estos?

    Hace falta un blog sobre farmacias de guardia a la de ya.

    Aroa: rindo mi testa ante Dani Pistone. Qué ocurrente nomenclador, a la par que odioso guitarrista y sonriente persona.

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  7. hombre, original el nombre tampoco es que sea, ¿no? Es un bar donde entras y hay sólo de comer platos combinaos. Habría que hablar de esa bar detenidamente...

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  8. davicillo: me encanta cuando te pones entrañable (si, lo siento, este post tiene altas dosis de entrañabilidad extrema)

    también me encanta que le pongas nombres (por otro lado nada originales) a esas cosas que nos pasan a todos...a mi Madrid se me laberintiza siempre en la Latina, no sé por qué, este barrio me tiene manía...

    beso gordo!!

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  9. ¡Precioso! cacho cabrón. Y muy cierto/certero.

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  10. María: gracias por llamarme ordinario, pedorra, ja ja.

    La latina es un lugar confuso desde su mismo nombre, con esas dos "las". La Latina. La la la la Latina. La Tina. Yo nunca sé dónde parar.

    Aunque respecto al barrio me ayuda que esté en cuesta. Aunque siempre me parece que está girado 90º con respecto a lo que debería.

    Lansky: si prometes olvidar que fue refiriéndome a mí, te daré el honor de inventar la palabra ciertero.

    Y gracias por llamarme animal de corral, también.

    Todo el mundo me llama cosas hoy.

    Abrazos.

    (Digo que los mando, no que me llamen "abrazos", claro)

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.