25.5.09

parto feliz


La primera criaturita que viene a adornarnos la felicidad a la Muchacha y a mí no berrea ni se mea encima: tiene páginas, y pastas duras, por razones relacionadas con el vinagre que no me deja detallar el dedo índice que amenaza mis espaldas mientras reescribo esta frase por quinta vez.

Hablo, y conste esto como salida del armario, del primer libro de poemas de la Muchacha, Veinte años sin lápices nuevos, que presenta en Madrid el viernes. Y por tal motivo, en parte, y sobre todo por la sospecha paranoica de confirmar si me lo he leído, me ha pedido que le haga aquí una reseña, un comentario.

Como para cenar ha hecho una ensalada estupenda y un pastel de atún, accedo gustoso y salivante, para descubrir ansioso que en realidad no puedo decir gran cosa. Y no puedo porque yo siempre me he considerado un bicho rural e inculto, y la poesía siempre ha sido para mí no una asignatura pendiente, sino ese estante de la cocina de la infancia en el que se esconde el chocolate, es decir el paraíso, y al que uno no llega por más que se suba a las sillas y se estire gatuno y kamikaze.

Digo muchas veces, cuando hablo de sus versos a sus espaldas, que yo no los entiendo. Lo hago porque así me disfrazo de malote tonto, para que no se me vea el traje de verdad (que no es de malote, pero si de tonto). Y me callo que me da igual que no se me entienda, que (atención que viene curva hacia cosa familiar, para poder explicarme) es como las atmósferas que se consigue escuchando a Kinski; es un no saber cómo con cuatro, cinco, seis notas y su eco (con las palabras de sus versos) uno no ve, pero siente.

Así que no sé qué diablos puedo yo decir de un libro que no puedo leer excepto como un gato ve la tele por primera vez, cuando aún es pequeño y no sabe que es inofensiva y absurda. Siento la magia, veo los fuegos artificiales, con los ojos como platos, y sólo sé decir y sólo puedo decir una cosa:

¡Uoooh!

Así que invitados estáis a ir a llenar el bar de la presentación, que es tiempo de crisis, son buena gente y está bien vaciar las bodegas de los bares simpáticos en estos tiempos tan de páginas sepia de periódico. Además, es probable que durante El Acto hasta se escuche un trocito de canción de los Kinski. Con las fotos de un plasta de fondo, sí, pero eh, que son los Kinski.

8 comentarios:

  1. Hmmm... a mi me has convencido, yo voy...bueno más bien me ha convencido la maligna autora usando esa técnica suya de bicho encantador.

    ¿y que vas a decir del libro? pues no se, lo normal, como sus versos emanan las influencias gaditanas de la autora y te inventas un poco su vida, que es lo que se suele hacer, vaya!

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  2. La maligna autora, dice la Vero. Claro, será por eso que tanto congeniáis, Satán os cría, etc.

    Lara: a veces, pareces un fantasma, que sólo te falta la sábana y la cadena para hacerme brincar del susto, peazo grito fantasmal, eh.

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  3. Me llena de odgullo y zatizfacion.

    Beso planeta.

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  4. Lara: ¿o sea que pretendías asustarme aposta? ¡Otra maligna, aaah!

    Aroa, ja ja.
    Recojo, amplío y hago recíproco.

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  5. No sé en cuál de los posts, este o el anterior, manifestaros a ambos mi enhorabuena más admirada y reverente por sendos tamaños logros. Cuando hace un par o dos de meses empecé a frecuentar este blog no sabía que iba a ponerme en contacto, siquiera virtual, con gente tan importante, creativa y exitosa. Me siento subsidiariamente honrado y un tanto -muy ligeramente- acomplejado.

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  6. Muchas gracias, Van. Sobre todo por la exageración, ja ja.

    De complejos nada, que ahí estás tú revolucionando el mundo musical, que lo sé yo.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.