25.11.07

humo


Primero, el parte de bajas, que no de pajas, que es estrictamente confidencial (como todo, por otra parte, y como nada, por todas las partes, pero hoy tengo el día simpático. Es un decir. Es por decir algo).

1. el parte de bajas.

Es domingo, y toca llamar al primer oficial y pedirle la factura del carnicero, que decía Jack Aubrey. Y es devastadora. Yo paso la tarde entrando y saliendo del baño (lo que, desde mi estúpido optimismo, no es algo demasiado molesto, porque estoy avanzando cantidad en la lectura del libro de turno). Mi flamante nuevo compi de piso tiene un dolor de cabeza que no se tiene, y está más muerto que vivo (sobre todo, cuenta, en el WoW, donde por lo visto un ogro enormísimo se ha cepillado a su alterego que, cómo no, es una elfa tetuda). Mi flamante agente anda también malísima. Víctimas, una vez más, del garrafón y del coste de la noche en Madrid. Ese precio que pagamos, como si el de las propias copas, o sucedaneos venenosos de, no fuese ya suficiente.

Y claro, lo peor es que esto, encima, sucede en domingo, día siempre maldito, y le jode a uno los planes y los proyectos. Planes y proyectos que, en cualquier caso, ya venían descarrilando, si uno rebobina y se pone a buscar detalles y a pensar un rato, pero en fin, este estúpido optimista es muy tolerante a priori con las nefastas señales del destino. Aunque al día siguiente, que en este caso es hoy, se rinde, y le deja sitio a mi lado agorero, ese que es capaz de ver en el empate del Madrid de ayer profecías apocalípticas.

Pero bueno. Uno se va conociendo y aprende a no escucharse, también para lo malo, o para lo malo, porque para lo bueno lo mejor es no escucharme nunca, por eso del estúpido optimismo, que luego pasa lo que pasa, y todo se queda en humo. Cruza uno el desierto, rumbo a oasis míticos, y cuando llega son humo, reverberación de sol inmenso en la arena abrasada. Cabalga uno por selvas infestadas de mosquitos, cocido dentro de su armadura de conquistador rumbo a El Dorado, y cuando llega, igual, no encuentra otra cosa más que humo.

2. ciñéndonos al humo.

Pero en cualquier caso yo este fin de semana, haciendo balance general, le estoy muy agradecido al humo, porque también se ha quedado en humo otra profecía, menos arbitraria que las que se me ocurren en relación a que si a Casillas le meten goles más goles de los que marca Robinho o no. Una profecía que tampoco voy a contar, no porque sea estrictamente confidencial sino porque es demasiado personal y demasiado afilada para dejarla aquí sin hacer pedazos aquello en lo que se apoye. Y así, entre lo uno y lo otro, me está quedando un post de lo más vacuo, lo que no deja de tener bastante sentido en este fin de semana de humo, y lo que me incapacita para dar alguna razón concreta para decirte que cojas una copa (pero no de garrafón, por dios, más no) y la levantes y brindes conmigo por el humo, por lo malo que al final también fue humo. Y no pudiendo dar pruebas, ni razones, ni detalles, no tengo nada a lo que apelar salvo la fe en mí, esa que nadie tiene excepto la gente estúpidamente optimista que, aprendices de cronopios, se frotan de vez en cuando con palabras alegres ignorando a conciencia las señales del destino, las pruebas de lo evidente y los marcadores deportivos.

¡Por el humo! Que a veces está bien que haya cosas que uno pueda conjurar mediante un enérgico soplido. Por el humo.

4 comentarios:

  1. Veneno, lo que bebemos en los bares de esta ciudad es, sin duda, veneno.....
    Es bueno que las cosas terminen en humo así que recuerda el brindis la próxima vez que decidamos hacer una excursión de envenenamiento!
    ;*

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  2. ¡Por el humo!

    Y por el veneno también, que querais que no, nos va haciendo más fuertes... como en la teoría esa de las ratas ¿o eran cucarachas? ¿o eran hormigas?

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  3. Creo que eran búfalos. Hace un rato una alumna de 14 años me confirmaba que el garrafón te pone malo. Veneno. Luego quería convencerme de que ella no hace ese tipo de cosas, solo las ve.

    Ya...

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  4. Vero, no es bueno que TODAS las cosas terminen en humo, mujer. Al menos, pienso de repente, yo no quiero que me incineren, cuando palme.

    Aunque claro, si la alternativa es el entierro y luego el desentierro y traslado... no sé no sé. Cuando muera metedme en un maletero y tirarme por un barranco de la sierra.

    Pip, era Nietzsche, creo yo.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.