3.1.07

La vida es así


Como me aburría tanto cuando era un crío, siempre me entretenía, cuando no estaba leyendo, en imaginar otra realidad (y a veces cuando estaba leyendo también; pues no han cambiado libros que cayeron en mis manos), cosa que imagino que harían a su manera o más o menos todos los demás niños (aunque me gustaría saber cuántos de ellos colocaron al Pirata Garrapata en un submarino nazi robado y que ejercía de pirata o cuántos crearon una versión X de Los Cinco donde Ana, Julián y Dick no eran hermanos ni primos de la Mujer Morbo, Jorge). Así cuando paseaba con mis padres y no teníamos la suerte de encontrarnos con otros vecinos paseantes con niños de mi edad yo iba imaginando que me escondía de francotiradores entre los coches, y cuando llovía mi paraguas se transformaba en un mástil cargado de trapo y los charcos en olas de tempestad, el autobús de vuelta del colegio era un galeón y cada viaje en coche era un vuelo rasante en una nave espacial o un caza de combate erizado de misiles. O algo que aún sigo haciendo, torcía la cabeza hacia un lado e imaginaba una moto subiendo y bajando colinas y cercas por una ruta paralela a la carretera del pueblo.

Todas estas huidas bebían de lo que yo veía en la tele o el cine o de lo que leía en los libros, y algunas me dejaban a mí bastante pensativo. Por ejemplo siempre, hasta hace un año o dos que por fin me lo explicaron, me pregunté cómo un barco de vela podía navegar contra el viento. O yendo a lo que quiero contar, cuando echaban la serie esta de La vida es así y luego yo me imaginaba que en vez de en una carretera estaba en una arteria o una vena, y que en vez de un coche una familia éramos un glóbulo blanco (o rojo. Pero ya que el coche era blanco y que los blancos eran los guerreros...). Y un día pensé que quién sabía, que tal vez nosotros, sin saberlo, formábamos parte del caudal sanguíneo de un ser superior del que no éramos conscientes.

Me daba por pensar cosas de esas de vez en cuando. Junto al bloque de pisos en el que vivía había un hormiguero, y yo pensaba sobre si las hormigas serían conscientes del otro hormiguero inmenso que tenían plantado al lado, o sobre qué pasaría si alguien, desde pequeño, estuviese escuchando una cierta música, si sería consciente de ello (y, después de pensar que probablemente no y que lo asimilase como su versión del silencio, si había una forma de saber si yo estaba de hecho escuchando una música, o si el rumor de la sangre en mis oídos, cuando atronaba en las noches de silencio en las que no podía dormir, podía ser esa clase de música). Así que tampoco fue un pensamiento tan raro.

Luego cuando uno va creciento hay pensamientos que se olvidan o que se ven obsoletos cuando se aprende alguna verdad, pero hay otros que se van adaptando, que se enfrentan a la realidad y cambian y crecen y se vuelven consistentes y no hay quien se los cepille. El de que podíamos formar parte de una entidad más grande a la que nunca me dio por llamar Dios (excepto una temporada que me volví panteísta), fue uno de ellos. Siempre tuve muy claro que de existir esos seres nos parecerían tan abstractos y tan difusos como nosotros tenemos que parecerle a los arracimados ojos de las moscas, que probablemente no nos distingan de, qué sé yo, un árbol o una silla, excepto por esa tonta manía que tenemos de aplastarlas.

Lo cuál también da que pensar si nosotros, por nuestra forma de ver las cosas, no nos estaremos perdiendo algo. Por ejemplo, tenemos muy claro qué es un ser vivo. Nosotros lo somos. Los gatos lo son, las hormigas lo son y Vero, tú también lo eres. Y los árboles, y los peces, y las bacterias, que es lo mismo que decir que a su manera nuestras células también lo son. Y como cuando uno crece aprende que las definiciones están ahí para algo, al final lo que he terminado haciendo es ver qué definición tiene un ser vivo. Y según la definición al uso son los seres que cumplen siete propiedades, seis de las cuales probablemente os suenen,

1. Que regulen su estado interno para funcionar.
2. Que se organicen en pequeñas unidades y desde ahí para arriba.
3. Que procesen y reciclen cosas en su funcionamiento y para funcionar.
4. Que sean capaces de crecer.
5. Que sean capaces de adaptarse.
6. Que respondan a su entorno.
y
7. Que sean capaces de dejar descendencia.

Dejé de lado el punto séptimo para que la cosa no quedase muy clara, pero también porque no sé hasta qué punto un ser vivo necesita de la reproducción para llamarse así, porque está claro que un mulo es un ser vivo, pero no puede tener descendencia. ¿Pero no cumplen esa definición también las ciudades, las empresas, las bases de datos, los países, los bosques e incluso si nos ponemos los ríos, tal vez las nubes (eso tendría que pensarlo) o la mismísima Internet?

Alguien puede objetar, limitar la vida a una cuestión de células y fluidos, pero yo no voy a dejar de imaginarme a dos pequeñas hormigas filosofando sobre esos enorme bichos que les pasan cerca y considerándolos rocas en movimiento o algo así. Pero es una forma útil de pensar y da que meditar. Consideramos que nosotros, la raza humana, somos los amos de la tierra, ¿pero hasta que punto podemos reclamar ese derecho más de lo que lo pueden reclamar las células de nuestro páncreas? ¿Qué hay de las corporaciones multinacionales que comen bosques y usan el dinero y la información como sangre? ¿Hasta dónde llega el control de Bill Gates sobre Microsoft?

En fin, aquí lo dejo. Piensa en ello. Y mañana, cuando te metas al metro (intenta no caerte por ninguna puerta de cabina, por cierto, que tienen mucho peligro) intenta imaginarte desde fuera, junto a todas esas personas que van y vienen con las cosas tan claras como células de nuestro torrente sanguíneo, y luego piensa en Madrid.

7 comentarios:

  1. Yo, aún no he sido capaz de demostrar que puedo dejar descendencia. ¿Eso quiere decir que aún no estoy vivo?

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  2. Me ha encantado este texto.

    Cuando era pequeño y estaba en la cama esperando a que el sueño me alcanzase, solía imaginarme que me encontraba en un tren, atravesando medio mundo. Al día siguiente por la mañana tendría que cruzar una selva, escapar de un barco pirata o introducirme en alguna sociedad secreta.
    Y cuando iba en la litera de un tren, imaginaba que me encontraba en una nave, atravesando el espacio. Y que, cuando despertase, tendría que confraternizar con alguna especie extraterrestre.
    O bien, pensaba en los crímenes que podían cometerse en ese momento, como si estuviese viviendo dentro de una nóvela de Agatha Christie.

    Quizás por eso siempre me ha resultado difícil conciliar el sueño :) .


    Un saludo.

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  3. YO NO ESTOI DEACUERDO;LA HUMANIDA ES UN CANSER QUE ABRIA DE ESTIRPAR EL HONBRE ES UN LOBO PARA EL HONBRE... NADIEN DEVERIA DE DEJAR QUE ESTO CONTINUUE ASI OYENLO, NADIEN

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  4. Yo no he dejado descendencia, no me produce ningún trauma, ni me quita el sueño... Ha sido algo que desde muy niña tenía muy claro.
    Intento ir sembrando otro tipo de semillas, cuando desaparezca de la este mundo, quisiera dejar buenas acciones a quien pueda. Y no me refiero económicas.
    Muy bien para todos aquellos que quieran procrear y tener churumbeles, ellos son más valientes que yo.

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  5. Lo qué yo hacía de pequeña era correr a caballo... me pasaba la vida corriendo de esa manera tan rara, con las manos sujetando una imaginaria brida y dándome de vez en cuando un azote para correr más y más rápido.

    Lo de pensar en que formamos parte de un macroinmenso organismo también lo pensé a tiernas edades, de vez en cuando lo sigo pensando hummm espera ¿"La Sociedad" es un macroinmenso organismo?

    Si los seres vivos son los que se reproducen, yo debo ser uno de tantos individuos que son vivos pero no son seres... es decir seré un enser ¿no?

    Respecto a las 7 reglas de hoy yo digo: ¡¡ Películas !!
    Star Treck o La Guerra de las Galaxias (por ejemplo) son seres vivos según estos 7 puntos

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  6. Ay, hombre, esta reflexión es óptima para pertenecer al guión de "Amanece que no es poco"...

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  7. Pues a mí Jorge no me daba ningún morbo, siempre comportándose como un tío y tratando de demostrar su superioridad sobre el resto. La otra me molaba más. ¿El quinto de los Cinco era el perro? ¿Y no lo metiste en tu versión X? Veo que en tu juventud eras un alma cándida en comparación con la actualidad, jejeje.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.