31.10.06

El barrio #1: Ahora entiendo lo del nombre

El metro se llama Lucero, lo cuál a mí me hizo pensar en novillos y toretes con una certeza y una inevitabilidad que no hay forma ni de quitarse de encima ni de verbalizar. Pero todo quedó explicado este fin de semana cuando comenzamos a sospechar que nos espiaba nuestra vecina de abajo, veterana, voluminosa y propensa a los rulos, las pantuflas y las batas azules deslucidas. Una maruja, nos dijimos, y nos reímos agazapados detrás de la barandilla de la Terraza B.

Pero existen una serie de cosas muy extrañas en nuestra vecina de debajo. Para empezar (ejemplo núm. 1) no es sólo nuestra vecina de debajo, tal y como se me presentó aquél día que ya parece tan lejano en el que tropecé con ella en las escaleras y la atropellé con el requerimiento "¡dónde hay un estanco!"; de hecho, si es nuestra vecina de debajo entonces también es su propia vecina de enfrente. O tiene una hermana gemela viviendo enfrente, cosa que dudo porque tiene pinta de ser una mujer muy familiar, por cómo jugueteaba con un nietecillo con el que la vi una tarde mientras yo fregaba la cocina y me tomaba una cerveza (uno de mis maravillosos descubrimientos recientes; puede uno terminar muy perjudicado si se dedica mucho tiempo al cocktail higiene doméstica + alcohol), y de ser así probablemente ya las habríamos visto juntas, vociferantes, ruidosas y transmutadas en un dragón doméstico de dos cabezas y cuatro portentosas piernas. Para continuar (ejemplo núm. 2) su casa debe tener al menos tres cocinas, dos de las cuales, contiguas quedan frente a la nuestra y por debajo, con las ventanas amuralladas a base de productos de limpieza con los que sospechamos intenta envenenar sin éxito a las tres palomas del barrio. Siguiendo (ejemplo núm. 3) puede pasar horas en una de esas cocinas rellenando pucheros de no sabemos qué. Y por último (ejemplo núm. 4) aparece en la cocina en mitad de la noche, a oscuras, a recoger tazas de aspecto misterioso y correr ténues cortinas que nos nieguen la visión de los demás ejemplos que podría citar y no cito por falta de conocimiento, visibilidad e inventiva.

Así que hemos ido elaborando una serie de hipótesis a cuál más equivocada pero más entrenida. Resumiendo, son estas,

1. ¿Es una maruja?

2. ¿Es una psicópata especializada en el envenenamiento de palomas?

3. ¿Es una cocinera industrial?

4. ¿Se ha escapado de una novela de Neil Gaiman? (en ese caso no quiero ni saber qué pretende hacer con las palomas ni su apellido, no vaya a ser Vandemar)

5. ¿Es alguna combinación de las anteriores, o seguramente todas?

Y la quinta tiene muchos visos de verdad, pero yo tengo otra sospecha íntima que aún no me he atrevido a revelar a mi compañera de investigaciones por razones un tanto estúpidas (como ser consciente de estas cosas siempre en el preciso instante en el que voy a quedarme dormido o estoy solo o justo antes de experiencias traumáticas que luego me mandan el santo al cielo muy pálido y con muy pocas ganas de volver a tierra); la mujer en cuestión es la viuda de Asterion (no sé si viniendo del griego eso lleva tilde o no), el difunto Minutauro al que mató Teseo y que, en contra de lo que hasta ahora se creía, no vivió y murió en Knossos, sino aquí, en Madrid, cerca de la estación de Metro de Lucero que obviamente fue llamada así en honor a un apodo taurino y mucho más coloquial que le pusieron a Asterion. El metro de Madrid es un lugar mucho más propicio para un minotauro que un laberinto perdido en el Mediterraneo, donde lo más que uno puede perseguir son turistas y el típico heroe griego de turno que llega para darle argumentos a cualquier poetastro para componer una balada a costa de unos cuantos barreños de sangre, por no hablar de las ventajas que acarrea tener por compañeras de túneles a las tuneladoras de Gallardón cuando vienen tales héroes a la búsqueda de gloria eterna: Ala bonito, peléate con el torno de taladrar rocas magmáticas que luego recogemos lo que quede de ti en un tupper.

Aparte del sentido común hay más indicios en la casa de nuestra vecina, o en lo que intuimos de ella desde nuestra altura vigilante. Su distribución tiene que ser mínimo laberíntica si tenemos en cuenta la cantidad de persianas cerradas (y enrejadas y provistas TODAS ELLAS de dos garrafas de agua, una azul y una blanca, seguramente como acertijo mortal para los desdichados que adentrándose en la Casa Laberinto lleguen desfallecidos a una de ellas y quieran aplacar su sed), la ubicación de las cocinas, las dos puertas que dan al patio, una de ellas tras un alud de bolsas de plástico, y las dos puertas, irreconciliables y enfrentadas, que abren la casa o las casas que seguramente luego se comuniquen mediante algún tunel, espejo embrujado, agujerito en el espaciotiempo o cosa por el estilo.

Yo tomo notas, afilo mis armas, limpio la lente de la Nikon y saco conclusiones, temiendo el día en que tenga que afrontar mi destino y bajar a pedir un poco de sal o una ramita de perejil.

5 comentarios:

  1. En un momento dado me ha dado la impresión de que os dais grandes fumadas de perezgil en la nueva casa... :º

    La verdad es que suena muy siniestro y extraño todo lo referente a tu vecina de abajo.
    Cuidaos

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  2. Sí es siniestro. Tener cuidado no sea que un día os cocine a los dos en sus ollas industriales.
    Tiene la pinta de una casa de huéspedes.
    Y en las noches seguro se levanta a tomar tila o algo que la produzca sueño.

    Seguro que ella también os controla a través de su cocina :-)

    O puede que simplente cuide de algún familiar que vive en el mismo edificio. ¡¡Qué interesante, para escribir uan novela!!

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  3. ahora ponte desde su punto de vista...dos personas "jovenes" de las que al menos una de ellas se dedica a mirar desde su terraza B a ver que hay en las cocinas de los demas y ademas haciendo fotos.

    quien es mas maruja de los dos tu o ella? pensará que tu eres propenso a rulos y bata?

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  4. Si trata de envenenar palomas no puede ser muy mala persona. Preséntale mis respetos cuando vayas a por el perejil.

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  5. Hmmm, yo no lo veo nada siniestro. Una vecina algo cotilla no es siniestra. Lo siniestro son los ruidos del piso de arriba, pero de eso hablo otro día (o luego, quién sabe).

    Y Fernando, si me pongo desde su punto de vista no veo a ninguna joven parejita de marujas espiándola. No nos dedicamos a mirar desde la terraza qué hay en las cocinas de la gente, pero siempre es inevitable fijarse cuando estás acodado en la barandilla y a cuatro metros de ti ves asomarse a la vecina para echarte un vistazo. Y no he hecho ninguna foto en esa dirección, es más, esa señora no ha visto mi cámara. Y su fachada tampoco.

    Y nadie ha dicho que sea mala persona, Myrd. De hecho a mí me tranquiliza tener a esa vecina en la planta baja, porque el descansillo SÍ que es siniestro y da mal rollo pensar en mi compi volviendo tarde... y me tranquiliza saber que alguien de oído fino duerme justo ahí al lado.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.