1.6.06

Una historia triste

Creo que la madre se llamaba Leticia (faltaban años para que las zetas se pudiesen de moda), y los hijos Óscar y Ángela. Del padre no recuerdo el nombre, y él y la madre vinieron a vivir a este edificio, como mis padres, en cuanto lo construyeron. Luego comenzamos a nacer los críos, y como los que venían a poblarlo eran parejas de casados más o menos recientes que empezaban a traer niños al mundo, hubo toda una generación de chavales que, año arriba año abajo, teníamos todos la misma edad. Los parques, entonces, eran lugares estupendos para jugar con excavadoras de juguete, coches, balones (aunque a mí eso del deporte siempre me acojonó, por eso de ser en el cole el más pequeño y torpe de la clase), palos de helados que afilábamos para convertirlos en armas endebles con las que jugar a la edad media, pinzas que usábamos para construir metafóricas maquetas de aviones biplanos y de vez en cuando algún juego de mesa que algún chaval audaz se bajaba a la calle, dispuesto a pagar el riesgo de que subiese destrozado a cambio de la fortuna y la gloria del liderazgo de una tarde en el parque.

Yo casi nunca coincidí con Óscar hasta que ya fuimos más o menos mayores. Era gordito, grandullón y tímido, y para mí, que era gordito, pequeñajo, tímido y paranoico, descubrir que alguien grandullón podía no ser un beligerante homicida en ciernes fue todo un descubrimiento. Recuerdo que era muy pálido, que tenía el pelo muy lacio y muy negro y que llevaba unas gafas de esas de montura plateada y cristales siempre limpísimos. De ella no recuerdo gran cosa, excepto un aire ausente y silencioso que, a día de hoy, intuyo muy hermoso. Pasamos un verano jugando más o menos juntos, en el mismo grupo, un año que a los del bloque nos dio por hacer piña, y un año que, sospecho, todos hemos olvidado (o no nos miraríamos así cuando coincidimos en el ascensor dos sobrevivientes veinte años después), y no comencé a considerarlo mi amigo porque yo amigos en Madrid no tenía, que ya tenía yo muy claro que esto no era el pueblo ni aquella gente la vería aquí, y algo en la inmensidad de Leganés me hacía entender que cualquier amigo se vería irremediablemente alejado por las calles largísimas y el horizonte sin barreras naturales que frenasen a las inmobiliarias.

En fin, pasó el verano, o llegó esa parte del verano en la que me iba al pueblo y a la salvación del aburrimiento eterno, y luego cuando volví al parque ya la cosa fue algo más distante y aunque seguíamos tratándonos bien y siendo educados y nos sonreíamos al cruzarnos en el ascensor o por la calle, la cosa ya no fue lo mismo, y poco a poco, es lo que tienen las calles larguísimas y los horizontes sin barreras, fuimos dejando de saber el uno del otro, y por eso no tengo recuerdos de él hasta que mi madre empezó a contarme que se habían metido en no sé qué iglesia, a la que no sé si llegamos a ir, invitados por ellos, o ese recuerdo es en realidad un sueño mal etiquetado (y si fuimos o me falla la orientación o hoy día donde estaba aquella iglesia con pinta de chalet adosado hay un aparcamiento). El caso es que les dio por cantar, por ir mucho a la iglesia esa y demás, y finalmente un día la madre y los dos hijos se fueron con su congregación, iglesia o como quisieran llamarse. Y cada cierto tiempo su madre escribía (y creo que sigue escribiendo a la mía) contándonos lo estupendo que es aquello y diciendo que vayamos un día a verles y lo bonita que es la religión y etcétera etcétera. Yo pienso en una niña guapa y silenciosa y en un chaval grandón y tímido creciendo en vete a saber dónde y cantando y contemplando pasar fechas previstas para el fin del mundo y algo se me retuerce por dentro, qué lástima.

Y el padre se quedó, sólo en su piso, y siguió trabajando, haciendo su vida de puertas para fuera e imagino que siendo devorado por tanto espacio y tanto vacío de puertas para adentro. Y ya digo, han pasado años y años de aquello. No recuerdo cómo era entonces, lo recuerdo como lo veo ahora. Tiene ojos de no dormir mucho, el pelo liso y ralo peinado hacia atrás con mucha obstinación, y una cierta predilección por las prendas de ropa marrones.

Yo olvidé todo esto, a los niños, a la madre, y al padre me lo difuminó la memoria lo justo para no estar seguro de si se trataba de él o de otro vecino, al fin y al cabo siempre los estoy confundiendo. Y dejé de pensar en aquellos niños y en aquella mujer.

Hasta el otro día, cuando entré en el bar de al lado de mi bloque para pedir cambio, y mientras esperaba a que la cajera terminase de hacer acopio de monedas él, el padre cuyo nombre no recuerdo y a quien muchos días veo dentro en el rincón de la barra desde el que mejor se ve la tele, cruzó la puerta y saludó. El bar estaba casi vacío y el dueño lo recibió con simpatía, y lo preguntó por su mujer; y a mí se me abrió de pronto la memoria para soltarme encima un mar de tristeza cuando el hombre, de pronto recordado sin posibilidad de error, comenzó sonriente a mentir diciendo que fueron al médico la semana pasada y que se había ido esta a un balneario, donde le habían dicho que el agua era muy buena para las articulaciones, que ella siempre...

5 comentarios:

  1. Hola, he leído esto y no sé si es una historia verdadera o es el comienzo de un libro. Ese libro del que hablas y quieres escribir.

    Es posible que sea verdad. Hay personas inseguras que son cazadas por sectas y nunca o casi nunca retornan al hogar familiar.

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  2. Es una historia cierta hasta donde yo la sé y la recuerdo.

    Es fácil distinguir si algo es un libro mío. Si puedes responder "no" a la pregunta ¿tiene sexo, drogas, rock and roll y asesinos en serie?, es que no lo es.

    Y también si lo escribo aquí, es que no lo es, que eso no lo puede leer nadie (excepto, tal vez, la gente asociada de forma profesional a mí, y esta tiene la bondad, ejem, de no leérselo de todas formas...).

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  3. "Es fácil distinguir si algo es un libro mío. Si puedes responder "no" a la pregunta ¿tiene sexo, drogas, rock and roll y asesinos en serie?, es que no lo es"
    ¿Tienes algún libro publicado que yo pueda comprar?

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  4. no, no tiene ninguno publicado pero cuestión de ponerle unas tapitas a la montaña de folios y fijar un modico precio :D
    (lo ves? lo ves? si es que te tienes que poner las pilas que como escritor nos sacarias de pobres!!!!!!!!)

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  5. A la pregunta de si es real o no, se podría responder "es una historia triste? pues debe de ser real, porque como decían los suaves, es una historia triste, y como todas las historias que son tristes, es una historia que es verdad..."

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.