19.1.11

la moraleja de las pelis de espías

Ha estado estos días la Muchacha febril, batiendo la pobre récords históricos de temperatura, y yo, aprovechando la coyuntura, he estado practicando mis bastante virginales dotes como enfermero de cabecera.

Ah, qué noches: pequeñas siestas interrumpidas por la estridente alarma del móvil (que, que nadie se preocupe, sólo me despertaba a mí), para suministrar medicinas y cumplir cronogramas en tales cuantías y exactitudes, respectivamente, que yo creo estar ya capacitado para montar y dirigir una ONG pequeñita y servir medicamentos a cualquier nación de esa que creo recordar que los medios llaman, cuando se ponen poéticos, desfavorecidas, sin especificar por quién.

Como parte de mis labores, obviamente, estaba la del abastecimiento de la mercancía a racionar y administrar. En ese sentido me iluminó la madre de la Muchacha, que más sabia y más acostumbrada a lidiar tanto con su hija como con la enfermedad, me llamó el día del inicio de la guerra febril y me recomendó que adquiriese dos medicamentos, a los que nos referiremos, por respetar el honor de los implicados, como Ese Medicamento y Aquel Otro Medicamento.

-Pero ten cuidado cuando pidas Aquel Otro Medicamento -me advirtió-: te van a decir que sin receta no te lo venden. Hazte el tonto -"fácil", pensé yo- y prueba a decirles que es que tienes el médico en, qué sé yo, Torrelodones, o algún sitio así.

Yo asentí voluntarioso, tremenda estupidez pues la conversación con ella era telefónica, y me deprimí profundamente intuyendo una conversación tipo "quiero Aquel Otro", "¿tienes receta?", "no", "pues te jodes", y me fui a una farmacia cuya elección deje al azar de mis sobradamente errabundos pasos.

Llegué, entré, saludé, y cuando el farmacéutico inquirió por mis pretensiones díjele:

-Hola, buenas tardes. Quería Ese Medicamento y Aquel Otro Medicamento.

El farmacéutico frunció el ceño.

-Aquel Otro Medicamento no puedo dártelo sin receta.

Y yo me puse rojo como un tomate, enredé mis pulgares, di pataditas al suelo con la punta del zapato izquierdo y solté mi súplica:

-Es que mi novia está malísima... con una fiebre brutal... y el médico lo tenemos en Torrelodones, porque somos de allí...

El farmacéutico asintió grave, haciéndose cargo de la tragedia. Se alejó hacia la trastienda y volvió con no una sino dos cajitas de medicinas. ¡Coño!, pensé yo, ¡qué bien!

Pero mientras se acercaba sonriente detuvo sus pasos, me miró ensoñador y me preguntó.

-¿Y de qué parte de Torrelodones?

Como en una peli de espías.

-Gutten aven, Oberfeldwebel. Los papeles, danke.

-Bitte. Aquí tiene.

-Hum. Así que es usted de Kasseburg...

-En efecto.

-Mi suegra también es de Kasseburg. ¿Conoce la panadería de Schmidt, en la plaza del pueblo?

-Naturalmente que la conozco. Soy amigo personal de Schmidt desde mi más tierna infancia.

-Ah, sí, qué donuts hace el jodío.

-Tremendos.

-Y dígame, ¿cuál le gusta más a usted, el glaseado o el relleno de salsa de frambuesa?

-Eeeh... el de la salsa de frambuesa.

Y es entonces cuando el oficial de las SS sonríe torcido y saca la luger y encañona con ella al espía británico.

-Todo el Tercer Reich sabe que el panadero Schmidt de Kasseburg es alérgico a la frambuesa.

Y fríe a tiros al pobre espía, mientras se ríe como un loco y le brillan los ojos y los casquillos rebotan sobre el pavimento húmedo y contra las paredes y se pierden en la niebla del callejón.

-¿Y de qué parte de Torrelodones? -me había preguntado el farmacéutico. Yo respiré hondo, recuperé el control de mí mismo, y supe, gracias a las pelis de espías, cómo había de proceder. Supe que no iba a morir delatado en aquella farmacia. Retador, le contesté:

-Vivimos en el número 8 de la Sachsenwaldstraße.

El farmacéutico parpadeó varias veces. Y luego terminó de caminar hacia mí y vencido en su propio terreno, me tendió ambas dos medicinas. Pagué, las recogí, caminé hasta la puerta y allí me detuve, me di la vuelta, me cuadré con un sonoro taconazo, extendí el brazo y grité.

-¡Heil Hitler!

El correspondió al gesto, sudoroso y pálido, alabó al Fhürer y yo me fui de allí con las medicinas a toda carrera, acechando la aparición de la luz de los reflectores, el ulular de las alarmas, los ladridos de los perros y los reflejos siniestros brillando en rifles, cascos y bayonetas.

11 comentarios:

  1. führer, no fhürer, y en efecto, mientes o al menos adormas demasiado los hechos

    el farma-ceuti-co

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  2. yo diría que tiene mucha vida interior, Lansky

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  3. ¿La vida interior es una cuentista?
    Lo sospechaba

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  4. Lobo de Este Paño: yo jamás miento. Es que te conté una anécdota parecidísima, pero levemente distinta, ¡qué casualidad!

    Porto: no vea usted. Ahora estoy por extorsionar al farmacéutico y todo...

    Lansky: ¡Qué desfachatez la mía, escribir mi blog como me sale de los huevos a mí, su autor, en lugar de escribirlo como le salga de ellos a usted, un lector tocapelotas!

    Discúlpeme, no se volverá a repetir, faltaría más. Qué vergüenza. Etc.

    Aroa: más aún, deliciosa vida interior, diría yo. Pero es hipótesis, que habría que hacer choricillos de mi persona para comprobarlo y me da cierto repelús.

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  5. no sé qué viene tu reacción, y que me llames tocapelotas, el tono era de suave broma, pero que te den, bonito

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  6. ¿Lobo de Este Paño? ¿Este Paño está ocupado por un padre y por un hijo, el padre se llama Juan y el hijo de puta está de mal año? ¿Este Paño de cocina no duele si no trina? ¿Una y trina? ¿De naranja o de limón?

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  7. Lansky: el mío iba sin acritud pero con objetividad.

    Eres un tocapelotas, y eso es un hecho.

    Lo sé y lo reconozco porque yo también lo soy. Y el tal lobo estepario ese que ahora se pasa por aquí, también.

    Quien no sea un tocapelotas ¡que toque la primera pelota!

    Lobo: tras leerte con atención concluyo respondiéndote que de naranja.

    Odio el limón por encima de todas las cosas (excepto los publicistas de Citroën).

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  8. No, tu eres un 'borde'. Aún recuerdo cuando apareciste por mi blog para insultar al esotérico Atman porque no era muy epistemológicamente cientifico, el pobre. Afortunadamente eres ahora mas endogámico y ya no viajas por ahí

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  9. ¿De naranja? ¿Está usted loco? Ah, que si que está usted loco, vale, en ese caso, acepto naranja como animal de compañía. ¡Compañíaaaa! ¡Aaaaaltooo!

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.